Por Lee Wu Stroke

La evolución actual de la pandemia pone en tela de juicio la ciencia humana desarrollada al menos en los últimos 200 años.

Los investigadores y científicos de los países más desarrollados del mundo occidental impulsados por el principio de la ganancia (conseguir subsidios y jugosos salarios financiados por la Big Pharma) intentan convencer a sus mecenas del poder real, gobiernos formales y público en general que mediante la tecnología de las vacunas podrá detenerse la propagación del virus sars-cov2, de origen aún desconocido y evolución incierta.

La evidencia científica en el plano biológico parece demostrar que las variantes producidas por el virus corona evaden las defensas naturales de los anticuerpos neutralizantes, células B y T, y disminuye, al menos en parte, la eficacia de las vacunas hasta ahora producidas. Las vacunas no evitan la infección al 100% y nuevas olas de contagios, hospitalizaciones y óbitos, se generan también en países que acaparan el mayor número de dosis (EEUU, Gran Bretaña, Israel, Canadá).

El estilo de vida occidental es el medio ideal para la irradiación de la proteina spike incrustada en la estructura viral dada la elevada cercanía entre individuos tanto en los recintos hogareños como en medios sociales como discotecas, bares, restaurantes, estadios de futbol y fiestas. Los medios de transporte masivo de personas potencian la propagación de las variantes existentes.

La economía informal predominante en los países menos desarrollados y pobres, generada por el funcionamiento metabólico del sistema global existente y consolidado al interior de los países en América Latina, Africa y Asia, exacerba la replicación viral.

La carrera geopolítica por las vacunas y la guerra de las patentes auspiciadas por las potencias, aún hacen lenta la producción y distribución en la periferia, y aumentan la probabilidad de generación de nuevas variantes y cepas más peligrosas y letales.

La incertidumbre observada al ver el mapa mundial covid, comienza a poner nerviosos a los desarrolladores de los inmunizantes que perjuran a los gobiernos del G7 la segura erradicación del virus corona en tiempo breve y los gurues de las finanzas modelan escenarios futuros económicos y financieros bajo los supuestos emanados de los “sabios” cultores de la ciencia.

Sin embargo, oscuros nubarrones se observan en el horizonte: la alta probabilidad que el virus mute de forma permanente “tiende a infinito”, y emerge como posibilidad biológica real haciendo dudar a los ingenieros especialistas en elaboración de algoritmos de inteligencia artificial aplicados a la pandemia desarrollados en laboratorios estadounidenses y británicos.

La capacidad de mutar N veces, mes tras mes, año tras año, avisora un futuro de elevada incertidumbre que el sistema de vida organizado bajo las reglas de la producción, distribución, comercialización, consumo y post-consumo, desarrolladas por los centros de poder mundial sanitarios que hacen zozobrar la mismísima existencia humana al mostrar como evidente una verdad absoluta: la finitud del ser humano.