Por Jonas Antares

La codicia de las corporaciones financiero-farmacéuticas ha llegado a un límite insoportable a la vista de la opinión pública mundial.

La limitada producción de vacunas financiadas con fondos públicos pero explotadas por empresas privadas es sin dudas una afrenta para la moral humana y pone en cuestionamiento el propio sentido del sistema capitalista que evidencia en la pandemia su naturaleza depredadora.

Las vacunas, como mercancia escasa y de mucho valor (equivalente a la vida), están siendo producidas y distribuídas selectivamente hacia determinados países que constituyen el núcleo del imperialismo (Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel) y hasta sus gobiernos aliados del Norte (Europa, Canadá, Japón) han quedado a la espera de la salvadora inoculación que salve a sus habitantes y a las propias castas de gobierno.

Para evitar futuros enfrentamientos en el seno de los países centrales, la propia OMS exige al Consejo de Seguridad de la ONU asegurar un acceso equitativo en la producción y distribución del demandado producto farmacéutico y urge a suspender los derechos de propiedad intelectual para salvar a la humanidad de posibles situaciones de colapso ante la falta de vacunas en buena parte del planeta.

China y Rusia no escapan al criterio mercantil de la producción de vacunas basadas en patentes y han sido activos participantes de todos los convenios y tratados administrados por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

A pocas semanas de publicarse los documentos de patentes de las vacunas OMPI deberá establecer la suspensión global o mecanismos de licencias obligatorias (salvaguardas) para transferir la tecnología desde las farmacéuticas estadounidenses, británicas, rusas y chinas que generen un salto en la producción de unidades vacunales, y alcanzar así un suministro adecuado para evitar elfallecimiento demillones y una crisis económica mundial que profundice aún más la pobreza.

La decadencia del actual sistema de gobernanza global denominada capitalismo financiero, pone en dudas la capacidad del ser humano de tomar decisiones inteligentes para su propia subsistencia, resignándose a vivir colonizado por las corporaciones farmacéuticas y los gobiernos asociados que se han apoderado del control y comando del Mundo.