En una sesión informal convocada por la presidenta de la conferencia, la canciller mexicana, Patricia Espinosa, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y Ecuador solicitaron que el debate de los textos retornara a los grupos de trabajos respectivos, en el ámbito de la Convención sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto.
Otras naciones, sin embargo, se mostraron favorables a aceptar los documentos tal y como fueron presentados por los organizadores de la cita.
La sesión final de la cumbre, que debió concluir en horas de la tarde del viernes, se extendió hasta bien entrada la madrugada del sábado.
A pesar de los desacuerdos, las directivas de ambos grupos de trabajo decidieron enviar al plenario sendos textos, que luego fueron aprobados por la presidencia de la conferencia de la convención y por la del Protocolo de Kyoto.
«No podemos romper las reglas que acordamos. Sin el apoyo de Bolivia se dio por aprobado. El precedente es funesto, hoy será Bolivia, mañana será cualquier país, no podemos acabar con la regla del consenso», expresó el embajador de ese país andino, Pablo Solón.
La delegación de Bolivia criticó los documentos ya que no garantizan un segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto, y admiten un aumento de la temperatura en más de cuatro grados centígrados.
Además, el país suramericano señaló que no figura con claridad cuál es la cifra de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, y que mientras no se quiere asumir un segundo período de compromisos se pretende continuar con las flexibilidades de los mecanismos de mercado establecidos en el pacto de Kyoto.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, mostró también insatisfacción con los proyectos de decisiones presentadas en la cumbre, y la argumentó a partir de tres elementos que consideró esenciales.
Primero, porque no recogen metas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, claras ni suficientes, y porque los cursos de discusión de la conferencia llevarían en el peor de los casos a un aumento de las emisiones de los países desarrollados, con base en 1990, del seis por ciento para el 2020, o en el mejor de los casos, a una reducción de solo el 16 por ciento.
¿Qué ocurriría en el planeta si se produce una subida de temperatura como la que se ha descrito y sobre la que hay evidencias científicas incuestionables?, preguntó el jefe de la diplomacia cubana.
En segundo lugar, subrayó Rodríguez, le parece clave en este proceso el acuerdo de que va a haber un segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto, y la delegación cubana interpreta que lo que se refleja en estos documentos es un claro compromiso de que se va a ese segundo período.
«Soy realista, comprendo que esta noche no podremos establecer cantidades ni compromisos específicos nacionales, pero que sí estamos confirmando en esta reunión el principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas, y de capacidad de los Estados», apostilló.
Y en tercer lugar, expresó preocupación por la manera en que se abordan los aportes o los fondos financieros. «Me recuerdan las cifras aquella noche insólita de Copenhague, el lenguaje de los documentos me recuerda aquella ambigüedad y noto con preocupación que cuando se habla de 100 mil millones, se habla de un esfuerzo de movilización, que cuando se habla de 30 mil millones se habla de una aproximación a esa cifra, y no he visto aquí ningún compromiso concreto sobre el origen de esos fondos», indicó.
Por su parte, la jefa negociadora de Venezuela, Claudia Salerno, consideró importante recoger las observaciones expresadas por Bolivia. «Sus preocupaciones son legítimas», afirmó.
Uno de los puntos más polémicos es que la creación del llamado Fondo Verde tiene como sustento al Banco Mundial, institución financiera que al igual que otras de Betton Woods entrañaría condicionalidades, discriminación y exclusiones, como explicó la víspera el canciller cubano.