Esmeralda García Ramírez
El hambre ha sido un compañero inseparable del hombre a través de la historia. El visionario José fue el caso más emblemático en anunciar una catástrofe de este tipo y le advirtió al faraón sobre la necesidad de prevenir el hambre en los siete años de las «vacas gordas» para preservar la cosecha en los siete años de las «vacas flacas». No ha habido ningún siglo sin que en algún país de la tierra no hayan ocurrido tales episodios de hambre. Se estima que en la primera mitad del siglo XIX fallecieron a causa del hambre 45 millones de chinos, a causa de las sequías prolongadas y en la segunda mitad de este siglo, se estima que entre 9 y 13 MM de chinos hayan muerto por la hambruna. La tipología de este flagelo adopta la forma insospechada motivada por la crueldad de los hombres, a causa de un sistema perverso. La hambruna es el mayor problema mundial que cada día cobra más víctimas, ya que se refiere a desnutrición extrema, a falta de alimentos y nutrientes, a guerra, afectando a niños, niñas, mujeres en edad reproductiva y personas de la tercera edad. El índice Global Hunger Index (GHI) establece cinco tipos de clasificaciones del hambre mundial, basado en la proporción de la población que está subnutrida, la frecuencia de insuficiencia de peso en niños menores de cinco años y la proporción de niños que mueren antes de los cinco años, mientras más bajo sea el GHI mejores son las condiciones en el país: el nivel 1, color azul cuya significancia es Extremadamente Baja (< 5); el nivel 2, color verde, su significancia es Moderada (entre 5 y 9,9); el nivel 3 color amarillo, con una significancia Seria (entre 10 y 19,9); el nivel 4 color púrpura, con una significancia Alarmante (entre 20 y 29,9); y el nivel 5 color rojo con una significancia Extremadamente Alarmante (> 30). Según este indicador Venezuela es el único país de América Latina que está en el nivel 4; es decir, en un estado alarmante, después de haber sido reconocida y premiada por la FAO por los logros en la lucha contra el hambre. Según la FAO hoy en día hay 925 millones de personas desnutridas en el mundo, flagelo éste que aumentó en el Cercano Oriente, al norte de África y en la región africana al Sur de Sahara. Esto hizo que la cantidad de desnutridos pasara en 10 años de 169 millones a 206MM. Esto significa que al menos una de cada seis personas no tiene alimentos suficientes para estar saludables y llevar una vida activa.
Paradójicamente en el año 2020 la OMS conmovió al mundo al declarar una nueva pandemia, el COVID-19, por considerarla mortal, obligando a un confinamiento total, a que los países más pobres sobrellevar esta crisis sin tener las más mínimos condiciones de salubridad, afectando la economía de los países y causando estragos en la salud mental de la población. A la fecha se estima más de 5,3 MM de personas fallecidas a nivel mundial, inicialmente los más afectados fueron los continentes asiático y europeo, pero el mayor número de decesos lo supera actualmente América, con más de 2,3MM a la fecha. No obstante, el flagelo del hambre nunca ha sido declarado como tal cuando la ACNUR dice que en la actualidad el hambre causa el 45% de las muertes en niños menores de 5 años y la organización internacional OXFAM publicó un informe que revela que 11 personas estarían muriendo de hambre y desnutrición cada minuto en todo el mundo, siendo sus principales causas los continuos conflictos, las consecuencias económicas derivadas del COVID-19 y el empeoramiento de la crisis climática. Esto es más que la tasa mundial actual de muerte por el COVID-19, que es equivalente al de siete personas por minuto. Los múltiples virus del hambre siguen siendo alarmantes, ya que empujó a más de medio millón de personas a condiciones similares a las de la hambruna, un aumento de seis veces desde el año 2020. Más de 155 MM de personas en el mundo viven ahora en niveles de crisis de inseguridad alimentaria, 20 MM más que en el año 2020. OXFAM considera que la crisis climática y la pandemia tienen un impacto masivo en las economías, lo que empujó a decenas de millones de personas más al hambre. Además a esto se suma el desempleo masivo, la baja producción de alimentos; el deterioro de la economía provocado por los confinamientos, cierre de fronteras, negocios, grandes alteraciones en la producción de alimentos; los bloqueos y sanciones del imperio contra los países con sistemas diferentes; las guerras a causa del petróleo y la sustitución de la tecnología por el recurso humano.
La humanidad lleva dos años de pandemia por el COVID-19 y toda una vida viviendo el flagelo del hambre, por ende más gente muriendo a consecuencia de la hambruna, a pesar de esto el gasto militar aumentó en USD 51 mil millones, lo suficiente como para cubrir seis veces y media lo que la ONU dice que necesita para evitar que la gente pase hambre. Más de 40 MM de personas han sufrido niveles extremos de inseguridad alimentaria como consecuencia de los impactos económicos de la pandemia. Lo que parecía una crisis mundial de salud pública se convirtió en una grave crisis de hambre en la que millones de personas están al borde de la inanición. Extrañamente «el profeta» Bill Gates (referir como uno de los hombres más ricos del mundo es una ofensa, mejor decir el hombre que forma parte del NOM por su alto poder económico y que tiene que ver con el coronavirus), manifestó que el virus transmutará y que seguirá durante el año 2022, con probabilidad de que salgamos de esta inoculación a finales de este. Mientras sigan saliendo más sepas que el NOM invente o crea, más obligarán a la población a vacunarse con distintos fines, entre ellos aplicar «el antídoto pena de muerte» para lograr sus propósitos: reducir a la población, aumentar el mercado farmacéutico para recuperar la economía (no la de la población, sino la de ellos) y tener a la población mundial sometida. Las muertes por hambre superan las provocadas por el COVID19, ambas inducidas por lo que yo llamo «la Tríada del Poder Oscuro»: el capitalismo, la religión y la esclavitud.
Según el Banco Mundial la pandemia empujó a 88MM de personas hacia la pobreza extrema, la cual pudiera alcanzar los 115 MM en los próximos meses, localizados en el Asia Meridional, África, Centro y Suramérica. La mayoría de estos nuevos pobres trabajaban en servicios informales, que se vieron afectados por la restricción de la movilidad, desatando una crisis mundial sin precedentes y una crisis sanitaria global que, además de generar un costo humano, está llevando a la recesión más profunda en todos los sentidos. La única semejanza que tienen el COVID-19 y el hambre es que ambos fueron creados por el sistema capitalista, la ONU lo sabe; pero el más inhumano, discriminatorio y desigual es la hambruna, al mismo tiempo la que más riqueza y poder le genera al poder oscuro, porque doblega al humano por el estómago, luego por la psiquis. No existe vacuna contra el hambre tampoco una eficiente contra la COVID19, la de esta última ya está mercadeada. La mejor vacuna contra el hambre es cambiar el sistema salvaje por el humanismo. Para acabar con esta crisis de hambre, la OMS y la FAO deben exigirle a los gobiernos del mundo desarrollados que pongan fin al cese de las sanciones y bloqueos contra los países que no se ajustan a sus órdenes imperiales, poner fin a los conflictos, a las invasiones, al cese de las guerras, para que los pueblos víctimas de éstos puedan recuperar la economía de manera más justa y sostenible; instar a los gobiernos cuyos países con mayor índice de pobreza, de desnutrición, de desplazados, de migrantes o refugiados, brinden los servicios básicos (especialmente el agua) gratuitos durante la pandemia; que la FAO en conjunto con los gobiernos más ricos lleven alimentos a los países que están en una significancia Alarmante y Extremadamente Alarmante, durante la pandemia; así como abordar los factores que generan el hambre para acabar con las desigualdades existentes entre ricos y pobres.