Heriberto Rivera

El mundo actual nunca antes se había enfrentado a diferentes situaciones en la cual existen ciertamente posibilidades del peligro de la existencia de la especie humana, cuyo análisis se hace en compartimientos trayendo como resultado situaciones aparentemente inexplicables.

Actualmente estamos ante la presencia de un conocimiento parcelado y fragmentado, que impide que se tengan las herramientas más que necesarias imprescindibles para comprender las realidades, es sustentado también por los medios hegemónicos que atosigan a la población con cifras y estadísticas con sus curva matemáticas que se «muestran obsesionados con la primicia, nos saturan con los datos de la pandemia pero deliberadamente ignoran las interrelaciones de la pandemia con la crisis ecológica, crisis económica, la psicología, la cultura del miedo, la necrofilia el desempleo, la precarización, la exclusión; Tratan las cosas de forma aislada y parcelada y emocional, cuando no tóxica».

En consecuencia, hoy somos testigos del resultado expresado en un orden dominante de sociedad que no comprende que su compulsiva manera de devorar la naturaleza en el altar de la ganancia es una manera de devorarse a sí misma, convirtiéndose en una depredación autofagica.

La pandemia que hoy asola a la humanidad es una herencia del sistema –mundo que se corrobora al realizar ese análisis integro que delinea todo el aparataje de los instituciones que lo conforman. No es posible y no cabe en la mente racional y sensata que ante los grandes avances en todos los campos del conocimiento en tecnología y comunicación no se detecte a tiempo el advenimiento de una catástrofe sanitaria. El huésped venía anunciándose.

Razón tiene el filósofo Achille Mbembe al afirmar de manera drástica que el Coronavirus está cambiando la forma en que pensamos sobre el cuerpo humano; además el mismo autor hace referencia al término de la necropolitica pues el virus del Covid-19 no afecta a todos por igual, creando y profundizando las brechas ya existentes de la exclusión social y los sectores más vulnerables de sociedad de todo el globo terráqueo.

En consecuencia, ante la imposición de la cultura necrófila, la protección social no fue globalizada se desmontaron los sistemas de salud de los países y la salud de los ciudadanos quedaron al garete, quien tenga su seguro privado puede acceder a los organismos dispensadores de la misma.

De esta manera según lo manifiesta García Linera (2020), «la globalización resulto más bien ser una coartada de unos cuantos países, de unas cuantas personas para imponer su domino, su poder y su cultura, que una verdadera integración universal de los logros humano en beneficio de todos».

La situación de ahora nos rebela que la «mano invisible» de la globalización de los mercados -incluido el de la salud- ha resultado inservible para los cuidados de la humanidad y más peligrosa que la propia pandemia.

Ese poder de matar que ha sido democratizado según Mbembe (2020) viene asociado y direccionado con situaciones creadas y engendradas por las contradicciones del sistema mundo que lo hace cada vez más vulnerable debido a la irracionalidad del mundo capitalista- nacida de la búsqueda incesante del lucro lo cual provee otras aberraciones que dejan a la humanidad a la deriva promoviendo pandemias desde los grande laboratorios.

Eses poder de la necropolitica se expresa a través de personajes como el actual presidente de la República Federativa de Brasil quien refiere que en la pandemia se deben salvar la economía la cual debe estar por encima de la salud de los pueblos; los pobre y los vulnerables deben desaparecer; es decir la pandemia actúa como una herramienta natural para el reciclaje y para la economía como el gran «reseteo», es decir el Orden Mundial injustamente impuesto por los factores factico realiza una vez más el carácter selectivo de quienes deben morir y quienes la sobrevivirán.

La pandemia ha dejado al descubierto como los sistemas de salud de todo el mundo no han funcionado a favor de los excluidos; la vacuna creada para controlarla no ha sido distribuida equitativamente, pues se impone la lógica del capital le cual niega la protección a los más humildes.

Razón tiene la profesora Bel Adell (2002) cuando nos dice que la exclusión es hoy, en definitiva «resultado necesario y obligado de la globalización»; la globalización como dominación ha legado a todo el planeta, pero no todos sus habitantes y lugares se benefician de sus logros.

La exclusión social cuyo origen se centra en la estructura social y económica es propia del sistema capitalista, de su modo de producción excluyente; de modo que hablar de exclusión social es establecer «en que medida se tiene o no un lugar en la sociedad, marca entre quienes logran participar en su dinámica y se benefician de ella, y los que son excluidos e ignorados fruto de la misma dinámica social».

En fin, estamos ante la presencia de un Sistema – Mundo gendarme que vigila los hogares pero es el gran ausente a la hora de la prevención y los cuidados que amerita la población mundial; claro es la lógica del sistema mundo que en consecuencia ni puede ser garante de la salud de las grandes mayorías.

Las medidas de emergencia que eventualmente puede llegar a tomar tiene límites predefinidos: el umbral de la propiedad privada capitalista.

Ante estas situaciones creadas como resultado del antropocentrismo salvaje y criminal surgen preguntas tal vez sin respuestas comprometedoras: Si la especie humana es lo fundamental para la permanencia y multiplicación de la misma ¿por qué no se practican ejercicios de sanidad y salubridad a tiempo en caso de una pandemia figurada tal y como se realizan a gran escala ejercicios militares para salvaguardar y prever alguna invasión de las fronteras territoriales para prevalecer el poder factico? .¿Por qué no se planifican y organizan planes sociales de emergencia en momentos de «normalidad», como en un incendio, un evento sísmico o pandemia?.

En consecuencia los habitantes del planeta tierra, estamos viviendo y sufriendo la más burda irracionalidad de quienes dispone del sistema mundo para engrosar los recursos del capital, situación está que hace vulnerable tal sistema y cuya corriente se devuelve incluso contra sus impulsores.

La vulnerabilidad del sistema mundo que lleva a la humanidad a una riesgosa «situación límite», obedece a su relación de explotación desbordada de la madre naturaleza, que coloca al mundo en el abismo de la desaparición.

Hoy, la madre naturaleza se ha rebelado; ha jaqueado a su hija, la humanidad, es la naturaleza la que hoy nos interpela: «¡O ME RESPETAS O TE ANIQUILO!»; es el grito de tierra en el tiempo, un mensaje turbulento que así como lleva muerte también entraña un futuro que no espera, se asemeja al parto maternal en cual hay vida y esperanza, pero también se corre el riesgo de sucumbir.