Koldo Campos Sagaseta

 

Estimados extraterrestres. Ignoro si esta quinta carta que les envío llegará finalmente a su platillo volador pero, si así fuera, les ruego tengan a bien ponderar mi meditada propuesta y actuar en consecuencia.

De más está confesarles que nada me importa su repugnante viscosidad o sus repulsivas escamas verdes, sus deformes antenas o cualquier otro asqueroso rasgo de su alienígena personalidad. Conozco demasiados humanos en este sufrido planeta que disfrutando de mejor apariencia son, sin embargo, mucho más nauseabundos que ustedes.
Y tampoco tienen que preocuparse de convencerme, caso de que por fin se decidan a invadirnos, de que sus deplorables propósitos sean dignos de encomio y de respeto, porque también conozco cómo ciertos humanoides tenidos por civilizados, disimulan con virtuosos discursos y proclamas las más viles y rastreras conductas. Hasta ustedes se sonrojarían, no importa su vegetal naturaleza, de las infamias que muchos que se tienen por devotos cristianos y progresistas demócratas son capaces de cometer y reiterar.

Por ello les insisto en que si se deciden a atacar la Tierra, y siendo quien suscribe un ciudadano consciente y responsable de sus actos, me pongo a su disposición para lo que consideren, sin necesidad de gratificación alguna, dietas, beneficios e, incluso, promesas que me consta no van a cumplir.

Hasta he creado una plataforma de sesudos intelectuales que, a cambio de ciertos reconocimientos, estatuillas y micrófonos abiertos, se han prestado de buen grado a secundar esta carta y darles la bienvenida.
Si para invadir la Tierra necesitan pretextos que lo justifiquen o mandatos de algún organismo intergaláctico, yo mismo les puedo ofrecer las excusas que gusten, junto a la confirmación de que ninguna es necesaria.

En cualquier caso, siempre podrán alegar que los Estados Unidos se han negado a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Constelación Mongo-22, o que el régimen de Washington dispone y oculta terribles arsenales de armas de destrucción masiva, o que el Carnicero de Tel Aviv se ha aliado al maléfico califa del Cuadrante Ganga, o simplemente, que obstaculiza la presencia de inspectores mongos de la Estrella Watatao.

También podrían pretextar que nos invaden en defensa propia, por sentirse amenazados, que sus bombardeos son humanitarios y que sus comandos alienígenas actúan en misión de paz.

Como quiera, les ruego mis estimados alienígenas que, a la mayor brevedad, dejen caer sus democráticos racimos de bombas inteligentes sobre nosotros, sin preocuparse en absoluto por los daños colaterales que puedan provocar, dado que el fin justifica cualquier criminal medio, y que apliquen con justiciera precisión su profiláctica limpieza porque, por más civiles inocentes que mueran achicharrados por sus rayos Ganma de última generación, no estarán haciendo nada que Estados Unidos, Europa e Israel no estén haciendo ya con sobrada insistencia y total impunidad.

Si los supuestos abanderados de la democracia y la libertad pueden matar en nombre de la vida y hacer la guerra en nombre de la paz, también ustedes, anhelados extraterrestres, pueden enmascarar sus genocidios con los mismos pretextos que este servidor no se lo va a censurar.

Muy al contrario, les reitero que siempre podrán encontrar en mi persona a un seguro colaborador para lo que dispongan.

Sí les suplico, para cuando se decidan a dejar caer sus naves sobre este planeta, que hagan bien el trabajo, que no dejen nada para el día siguiente y que, si es posible, comiencen su operación “Ratas de la Tierra” por la Casa Blanca o por Israel, aunque también Europa sería un buen comienzo. No vayan a olvidarse, por favor, las sedes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y, ya de paso, si no les causa demasiados problemas en su operativo inicial, no releguen para más tarde las Naciones Unidas y la sede de la OTAN.

Atentamente, agradeciéndoles la atención prestada, besa sus escamas o lo que sea que tengan,

 

Koldo Campos Sagaseta