A los Estados miembros del órgano rector del Tratado Internacional sobre los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura.(TIRFAA) reunidos en Roma del 5 al 9 de octubre de 2015:-
Con este mensaje queremos decirles que están matando el Tratado, que ahora se dedica a organizar el robo de nuestras semillas y conocimientos. En estas condiciones no podemos seguir entregando nuestras semillas a investigadores y otros prospectores que vienen a recogerlas en nuestros campos para llevarlas a los bancos de genes del Tratado. Rechazaremos colaborar con la investigación y bancos de genes que se pongan al servicio de y multinacionales semilleras hasta que no prohíban todas las patentes biopiratas y que los agricultores tengan derecho a conservar, utilizar, intercambiar y vender las semillas procedentes de sus cosechas.
Los granos conservados en los bancos de recursos genéticos del sistema multilateral del Tratado sobre los Recursos Fitogenéticos (TIRFAA) son nuestras semillas: la herencia de muchos siglos de selecciones campesinas, cosechadas en nuestros campos. Sin embargo, vemos como a menudo se nos niega el acceso a las semillas de estas variedades campesinas porque no somos investigadores.
A veces obtenemos algunos granos a condición de no utilizarlos en nuestra producción agrícola: estos tendrían que ser dedicados únicamente para la investigación. Constatamos entonces que su estado de conservación en las cámaras frías no es bueno y que requieren varios años de nueva selección antes de dar cosechas en las condiciones de cultivo actuales. A pesar de eso, los y las hacen este trabajo de salvaguarda de los recursos genéticos tienen prohibido intercambiarlos o venderlos a otros campesinos mediante las leyes de semillas de la mayoría de los Estados miembros del Tratado.
El Tratado nos ha prometido un reparto justo de los beneficios obtenidos por la industria que utiliza nuestras semillas para sus propias selecciones. Tras 10 años, no hemos visto beneficio alguno, sino un reparto de las ventajas en sentido inverso. Los campesinos han entregado sus semillas a la industria, que no ha pagado nada, y el poco dinero dado por algunos gobiernos no se ha entregado a organizaciones campesinas, sino que ha servido para consolidar los programas de los centros de investigación internacionales útiles para la industria.
Hemos entregado nuestras semillas de forma gratuita a los bancos de genes y hemos aceptado que la industria las utilice para seleccionar variedades útiles. Pero cuando utilizamos estas variedades, las leyes de la mayoría de los Estados miembros del Tratado nos obligan a pagar derechos de autor o prohíben que utilicemos las semillas procedentes de nuestras propias cosechas, asegurando que son propiedad de la industria.
Recibimos nuestras semillas de nuestros padres, las hemos cuidado con atención y las hemos seleccionado y conservado para transmitirlas en buen estado a las generaciones futuras. Las hemos entregado al Tratado con nuestros conocimientos sobre sus caracteres porque siempre hemos compartido el fruto de nuestro trabajo con orgullo. Pensábamos estar protegidos contra su apropiación mediante los derechos de propiedad industrial, como los derechos de obtención vegetal y las patentes. Pero hoy nos anuncian el lanzamiento del programa Divseek, con vistas a desmenuzar las secuencias genéticas de los recursos contenidos en los bancos de genes para publicarlas en bases de datos electrónicas. Este programa no está hecho para nosotros, no cultivamos secuencias genéticas ni “bits” electrónicos, y no necesitamos estas informaciones. No obstante, la industria ya ha programado motores de búsqueda y programas informáticos para localizar en estas bases de datos todas las “informaciones genéticas” que podrá patentar posteriormente mediante la asociación de un carácter cualquier interesante para la agricultura o la transformación industrial de las cosechas. Estas patentes sobre las “unidades funcionales de herencia” ya están autorizadas en varios países y permitirán que se nos prohíba seguir cultivando nuestras semillas, las semillas que hemos entregado de forma gratuita a los bancos de genes del Tratado.
Hemos tenido un periodo de diálogo con el Tratado. Sin embargo, a pesar de las decisiones del Órgano Rector en Bali en 2011 y en Omán en 2013, los espacios de diálogo se han reducido, lo que impide que podamos participar de forma eficaz y formalizada en los grupos de trabajo y en las consultas de expertos, respetando nuestra autonomía de organización. Las organizaciones campesinas que trabajan en sus campos para aplicar en concreto los artículos 5 y 6 del Tratado sobre la conservación in situ y la utilización sostenible de las semillas, y para hacer avanzar la lucha por la aplicación del artículo 9 sobre los derechos de los agricultores, son aún consideradas como “observadores”, de la misma forma que un universitario o un periodista. No obstante, ¡son los actores principales en la gestión de los recursos genéticos de las plantas cultivadas defendidos por el Tratado! En cambio, se ampliamente a la industria que impone poco a poco sus soluciones.
Hasta que el Tratado no quiera reformarse para aplicar de forma integral los artículos 5, 6 y 9, seguiremos construyendo nuestro propio sistema multilateral de intercambio entre campesinos. Hacemos un llamamiento a los gobiernos para que apoyen nuestro movimiento que sienta los cimientos para la soberanía alimentaria.