Bueno, ¿Cómo ser de izquierda y ser anti-comunista? No considero que se trate de una pregunta trivial sobre una contradicción en sus propios términos.

Hay gente que se dice de izquierda, socialistas y hasta coquetean con el marxismo, pero apoyan explícitamente a factores de derecha, o suman opiniones a fuerzas y contextos institucionales donde lo que está en juego es que el proyecto de derecha sea hegemónico.

El anticomunismo ramplón es una sedimentación de una larga practica del cultivo de actitudes (sedimentación de prejuicios-teoría del cultivo), muchas de ellas racionalizadas con argumentos, construcción de evidencia, consistencia lógica, que aparentemente barnizan teóricamente afectos y hábitos de intensidad reaccionaria.

Lo interesante de esta nueva época es que el consenso hegemónico de la corriente principal o «mainstream imperial» ahora exige que la izquierda no sólo intente ser anti-comunista (que lance peroratas de todo calibre contra el «socialismo realmente inexistente»), sino que sea ahora firmemente «anti-populista».

¿Qué significa ser anti-populista hoy?

Si alguien se toma la molestia de revisar la amplia literatura sobre los populismos históricos (Cárdenas, Vargas, Perón), sobre sus sistemas de movilización o de acomodación-integración-institucional (J. C. Rey), y además se introduce en el debate posterior, con la controversia de autores clásicos (Germani, Di Tella, Ianni, Weffort, A. Cordova) o de autores más contemporáneos (Laclau, Vilas, Raby, Panizza, Roberts, Canovan, Barros, entre muchos otros, etc) notará que tanto el liberalismo como el marxismo ortodoxo despachaban, por razones distintas, a estos movimientos y regímenes políticos como una figura completamente negativa asociada o violentar el estado de derecho y sus instituciones, o a la demagogia, el clientelismo y la manipulación emocional de masas.

Un tópico recurrente en marxistas y liberales fue acusar a los populismos de demagogia. Por cierto, un término de amplias resonancias en la filosofía política pues se vincularía directamente a una de las más degeneradas formas impuras de gobierno en las tipologías de Platón, Aristóteles (Grecia) hasta llegar a Polibio (Roma).

Sin embargo, el debate contemporáneo traduce una recomposición teórico-ideológica desde los acontecimientos de 1989 que dieron paso a encumbrar la tesis del Fin de la Historia (Fukuyama) y el auge del pensamiento único de derecha. Desde entonces, algunos han declarado (acto de habla performativo) el fin de la derecha y de la izquierda, el surgimiento de la tercera vía, la sociedad del riesgo, la sociedad líquida y otros adjetivos, para señalar que las contradicciones inmanentes de la modernidad política occidental ya había sido superadas.

Incluso una otrora izquierda preocupada por la cuestión social, ahora lanza invectivas contra una estrategia política que conciba que la democracia tenga algo que ver con la resolución de la desigualdad, la pobreza y la exclusión, para no remitirnos al concepto marxista de explotación, sobre el cual, un bloque de pensadores ex comunistas se han dado a la tarea de decirnos que eso no existe, que es un deliro de Marx.

La lucha contra el populismo radical (de izquierda), sin embargo, es un dictum, una decisión fundamental de la soberanía imperial luego de los acontecimientos del 11-S. Como señala P. José Mullighan S.J.[i]:

«En estos años las Fuerzas Armadas de los EE.UU. están definiendo explícitamente el «populismo radical» como una nueva amenaza a sus intereses. De hecho, Washington ha luchado por muchas décadas contra las «amenazas» de movimientos socialistas y nacionalistas bajo el pretexto de la Guerra Fría y la Seguridad Nacional. Pero ahora los militares y la CIA hablan más francamente y claramente sobre sus propósitos.»

El 24 de marzo del 2004, en testimonio ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, el Gral. James T. Hill, Jefe del Comando Sur (el mando basado en Florida y ’responsable’ de América Latina), explicó:

«Nos enfrentamos a dos tipos principales de amenazas en la región: un conjunto establecido de amenazas descrito detalladamente en años anteriores, y un conjunto naciente que probablemente levanta cuestiones serias durante este año».

Mientras estas amenazas persisten, según el Gral. Hill:

«se les complementa ahora una amenaza emergente mejor descrita como el populismo radical, en que el proceso democrático es socavado para disminuir más que proteger los derechos individuales. Algunos líderes en la región están sacando provecho de las frustraciones profundas derivadas del fracaso de las reformas democráticas en hacer llegar los bienes y servicios anticipados. Utilizando estas frustraciones, que se dan concurrentemente con las frustraciones causadas por la inequidad social y económica, los líderes pueden al mismo tiempo reenforzar sus posiciones radicales inflamando el sentimiento anti-estadounidense. Además, otros actores buscan socavar los intereses de los EEUU en la región apoyando estos movimientos».

No se trata entonces de inocentes opiniones espontáneas de nuevos «liderazgos juveniles» programados desde diversas organizaciones de fachada de la derecha mundial. Se trata de una geo-política imperial contra el llamado «populismo radical»; en fin contra las tímidas y contradictorias reformas de los gobiernos de izquierda en Nuestra América.

Cabe aquí recordar dos acontecimientos que marcaron históricamente la división de tiempos políticos relacionados con líderes reformistas de izquierda (así los llamaron los marxistas ortodoxos) que colocaron el asunto del populismo ya no sobre el prisma de los populismos conservadores-anticomunistas (de algunos sectores que apoyaron tanto a Cárdenas, a Vargas o a Perón, e incluso posiciones de Haya de la Torre y Betancourt), como lo fue la relación entre populismo y socialismo.

Se trata del asesinato de Jorge Eliezer Gaitán en Colombia y el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala. Ya Octavio Ianni (uno de los autores clásicos más lucidos del análisis de las contradicciones de clase en el populismo) había hecho su propia tipología de movimientos y regímenes de acuerdo a la composición de clases, grupos y sectores de los liderazgos que expresaban estos movimientos.

Lo interesante de la actualidad es que el anti-comunismo se ha entremezclado con el anti-populismo, cuando en el pasado muchos sectores de izquierda, vieron en estos movimientos «reformistas en lo social, autoritarios en lo político y anticomunistas en lo ideológico», la concreción de una estrategia de lucha contra el avance de la izquierda revolucionaria.

Pero como dicen algunos filósofos del Asía menor: todo fluye. El tiempo ha cambiado las coordenadas. Ahora Chávez y su movimiento post-chavez, Kirchner y Cristina, Correa y sobre todo la «etno-política» de Evo Morales representan la amenaza del «populismo radical» contra el espantapájaros más manido de la derecha globalizadora: ¡Nuestra Democracia Liberal, las instituciones republicanas y los derechos humanos de primera generación!.

Hay una cierta izquierda que bajó los brazos del afecto por la revolución para abrazar la causa minimalista de la democracia procedimental y de una cultura cívica calcada de las exigencias funcionales de una economía capitalista de mercado. Esa izquierda ahora hace causa común con la vieja y la nueva derecha contra el «populismo radical».

Para conjurar ciertos fantasmas recurren al análisis de los totalitarismos, de los fundamentalismos, de todo aquello que lesione «la dignidad del individuo en el ejercicio de sus libertades inalienables». En fin, se trata de una izquierda liberal, política y económicamente liberal. O para ser más claros: el ala ideológica de izquierda del liberalismo, que en cualquier momento optará por apoyar incluso, si fuese necesario (como lo hicieron ante la amenaza comunista), una alternativa fascista.

Lo interesante de la coyuntura es que hasta en la CIA, se reconoce el fracaso de modelos económicos basados en los ajustes macro-económicos ortodoxos, los que generaron un clima de frustraciones y resentimientos, atizados incluso por seculares procesos de exclusión social y cultural. Quizás habría que analizar otras fuentes de información como el texto de Antonia Juhasz[ii] «The Bush Agenda — Invading the World, One Economy at a Time», donde se señaló con pelos y señales la identificación de amenazas más serias a la seguridad de los EEUU para 15 años en el futuro.

El informe del 2000 de la CIA[iii] planteó: «Regiones, países, y grupos que se sienten abandonados en el atraso van a enfrentar un estancamiento económico, inestabilidad política, y alienación cultural que se profundizan. Van a alentar el extremismo político, étnico, ideológico, y religioso!, junto con la violencia que frecuentemente lo acompaña.»

James Hill (El procónsul para América Latina) también ha señalado: «Estos éxitos (de la globalización), sin embargo, tal vez no sean suficientes para parar el crecimiento del populismo radical y de la insatisfacción popular en algunos países donde las reformas han fracasado en solucionar las miserias sociales y económicos subyacentes….»

Como buen terapeuta, Hill recomienda: «continuar trabajando diligentemente» para mejorar «la seguridad, y resultante salud económica y social, de todas las Américas…»

No se puede ignorar el impacto que tuvo a nivel mundial, la política económico-militar de los EE.UU definida en el documento oficial, «Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América» (septiembre de 2002), que afirma:

«Vamos a trabajar activamente para hacer llegar la esperanza de la democracia, desarrollo, mercados libres, y comercio libre a cada rincón del mundo.»

Juhasz y otros analistas describen esta nueva «cruzada moderna» a imponer mercados libres, comercio libre, privatización, etc., como la «militarización de la Globalización», algo que ha sido especialmente evidente en el gobierno de Bush y con Obama. Los liberales de izquierda creen sensata esta agenda económica.

El Gral. Hill ha dejado estampada su visión en la historia:

«Estas amenazas tradicionales y emergentes se dan en estados en la región marcados generalmente por instituciones débiles y economías en lucha. Esta resultante fragilidad del control estatal puede desembocar en lugares y pueblos mal gobernados o sin gobierno, corrupción, y clientelismo…»

En un testimonio ante el Comité del Congreso estadounidense, el Gral. Hill observó que: «Venezuela sigue siendo una nación rica en petróleo que provee un 13% del petróleo importado a los EEUU. La situación política doméstica sigue siendo extremadamente compleja, y las perspectivas del referendo presidencial (recall) están todavía en considerable duda. La sociedad venezolana está profundamente polarizada, y va a seguir así mientras el gobierno de Venezuela continúa en un camino autoritario. Protestas bien organizadas en las calles, con cientos de miles de participantes, se dieron frecuentemente durante el año pasado.»

Como señala P. José Mullighan S.J. el General Hill casi dijo ’gracias a Dios’ por la alegada polarización y las protestas «bien organizadas». De manera que no olvidemos ni desestimemos los contextos más amplios donde se inscriben los discursos actuales contra el «populismo radical».

Lo acontecido con el apasionado discurso en favor de «La República» contra el «populismo» y el «totalitarismo», contra el mal ejemplo de Cuba y Venezuela es parte de un mismo macro-relato consistente con la geopolítica contra el «populismo radical»[iv].

Por eso, es mejor no caer en provocaciones sobre detalles menores, sino ir a la raíz del asunto.

Hay que estar muy atentos y claros sobre lo que está en juego, sobre las fuerzas sociales, políticas y militares que están operando en el trasfondo de estos debates. USAID, NED, NDI, Parlamento iberoamericano juvenil, la política del PP en la secretaria de estado para Ibero-américa, todo esto no es la ocurrencia genial de jóvenes invocando a Aristóteles, a la cultura cívica, a los derechos humanos acotados al ámbito cívico, el derecho natural a la propiedad y a la acumulación de riqueza como emprendimiento.

Cada quién tiene el perfecto derecho a posicionarse y responsabilizarse de su ubicación imaginaria o real en el espectro ideológico-político. Lo que no se puede evadir es que cada quien se está posicionando en una situación estratégica de conjunto de relaciones de fuerzas y sentidos. Cada quien analizará las consecuencias de sus convicciones.

Reitero, como en muchos otros espacios, que el reformismo de los populismos es mucho mejor que la Agend Setting[v] que nos pretenden imponer fuerzas articuladas al capital financiero corporativo trans-nacional frente a Estados que intentan defender su autodeterminación y soberanía popular. Obviamente no es suficiente y merece severas rectificaciones. Pero no hay que posicionarse en un bloque que se inclina por despachar los pocos logros por una miopía histórica que casi llega a la ceguera.

Es allí donde cobra su intenso significado la noción de Lacayo[vi]. Hay que meditar muy bien sobre su significado y sobre cómo opera tras bastidores su funcionamiento.


[i] http://www.voltairenet.org/article143425.html

[ii] La Agenda Bush — Invadiendo al Mundo, Economía por Economía (HarperCollins, 2006)

[iii] «Global Trends 2015: A Dialogue about the Future with Nongovernmental Experts, approved for publication by the National Foreign Intelligence Board under the authority of the director of Central Intelligence, NIC 2000-02, December 2000.

[iv] http://www.maduradas.com/magistral-el-impactante-discurso-de-gloria-alvarez-que-la-da-con-el-tobo-al-regimen-de-maduro/

[v]http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_establecimiento_period%C3%ADstico_de_temas

[vi] http://definicion.de/lacayo/