Alberto Vargas
Sin arbitrariedades ni especulaciones ni reconstrucciones fantasiosas de la realidad y, alejado absolutamente de concepciones abstractas, una especie está en peligro de extinción: el género humano. Durante siglos este viejo sistema capitalista incongruente con toda forma de vida se niega a morir y por el contrario hoy día al parecer es el sepultero de la especie humana. Leamos porqué.
La lógica del capitalismo se impuso a sangre y fuego, no sólo sobre las clases sojuzgadas, oprimidas, expropiadas y explotadas, sino también sobre cada uno de los burgueses y oligarcas. La humanidad literalmente está amenazada.
Porque como pueblos unidos no nos ponemos en efusión ante esa terrible afirmación científica cuyo principal causante de esa amarga tragedia es el depredador sistema capitalista. Los hombres y mujeres de esta hermosa Tierra deben desentrañar esos hilos invisibles que encarnan el ideal socialista como único sistema capaz de hacer sustentable la vida en el planeta.
Desde que Arquímedes inventó su tornillo para trasladar el agua cuesta arriba y los romanos construyeron sus acueductos, la humanidad ha intentado manipular el recurso más preciado de la tierra mediante el uso de la tecnología. Muchos han soñado con hacer que los desiertos florezcan. Se proyecta que la demanda mundial de agua aumentará en un 55% entre 2000 y 2050. Más del 40% de la población mundial puede estar en condiciones de escasez. Ahora, con la población mundial superando los siete mil millones y la demanda de agua en niveles sin precedentes. Casi dos millones de personas se mueren al año por falta de agua potable. Y es probable que en 15 años la mitad de la población mundial viva en áreas en las que no habrá suficiente agua para todos.
Nuestro planeta contiene más de mil millones de billones de litros de H2O, pero poca se puede tomar. Más del 97% del agua en la Tierra es salada. Dos tercios del agua dulce están retenidos en glaciares y capas de hielo polar. De lo que queda, la mayor parte está atrapada en el suelo o en acuíferos subterráneos. Eso deja disponible para la mayoría de los seres vivos una fracción mínima. Y la humanidad no sólo la necesita para tomar: casi todo lo que hace involucra al agua de alguna manera.
Cerca de una de cada diez personas en el planeta –casi 800 millones– no tiene acceso a fuentes seguras. El Foro Económico Mundial y otras instituciones calculan que para 2030 habrá una demanda 40% más alta, que el mundo no podrá suministrar. Eso afectará la agricultura, lo que aumentará más aún los precios de los alimento.
En los últimos 15 años se ha producido una desaceleración del calentamiento global, tras décadas de rápido aumento de las temperaturas. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), la temperatura global promedio se ha incrementado en alrededor de 0,05 grados centígrados por década en el período de 1998 a 2012. Esto se compara con un promedio de 0,12 entre 1951 y 2012.
Según la FAO entre 2011 y 2013 se han registrado 842 millones almas padeciendo de «hambre crónica» en el mundo, y la tendencia es engrosar ese número. Respecto a la pobreza, el escenario sigue siendo alarmante con 1.200 millones de personas están en extrema pobreza en todo el mundo y siguen ensanchándose esta calamidad humana; 774 millones de personas son analfabetas; si la tendencia se mantiene, en el 2015 habrá en el mundo 743 millones de adultos y 98 millones de jóvenes analfabetos, certificó la UNESCO.
El capitalismo representa la lógica binaria de civilización-barbarie que ha inspirado su racionalidad, a lo que hoy se agrega la conclusión de toda forma de vida. A esto se suma el agotamiento terminal y global del modelo neoliberal o capitalismo salvaje. Si no reaccionamos ante el inoculado miedo que nos niega a ser libres, es muy probable que no haya «plan b» para la salvación del género humano.
A este depredador sistema viejo, cruel y senil, este asesino que lleva cinco siglos infatigables de perversa faena criminal sin misericordia alguna, debe confrontársele y derrotársele, con acciones políticas y uno de los factores básicos de esa confrontación está en manos de los trabajadores y trabajadoras.
Aquí no se trata de un solo individuo en especial, sino de todo un sistema criminal (el capitalismo) que envuelve un conjunto de relaciones hipócritas y frías, anónimas y burocráticas que tienen accidentada, secuestrada y amenazada nuestras vidas, donde subsiste el afán de lucro, la acumulación y las ganancias desmedidas e irracionales a expensa de las personas.
Frente al reino de la muerte, de las injusticias, la burocracia, el mercado, la explotación, la sumisión y dominación, ante un sistema salvaje que antes de concluir su agonía y morir de una buena vez, que busca por todos los medios arrastrar hacia su tumba a toda la humanidad, hay una única alternativa viable y sustentable, realista y objetiva, pero al mismo tiempo impostergable y decisorio para el resguardo de la vida —insistimos–: el Socialismo.
Para quienes asumen la «eternidad» de las desigualdades sociales que trae consigo la autodestrucción de la bella Tierra, a éstos les antecede un rechazo de historia de 5.000 años de innumerables revueltas, protestas, revoluciones, levantamientos, insurrecciones, rebeliones de los oprimidos a lo largo de una historia salvaje por inhumana.
Repetimos este ha sido el fénix de los pueblo consecuentes en las luchas por su liberación e independencia, en la incesante búsqueda de un devenir digno en el que los ideales se hagan realidad. Engels ya en la mitad del siglo XIX había advertido con carácter científico que el socialismo «es la expresión de la verdad absoluta, de la razón y la justicia», y bastaba con descubrirlo para que por su propia virtud conquistase al mundo; luego, junto a Marx en unos de los tramos iníciales del Manifiesto Comunista, escribieron: «Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha interrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta».
Luego, el sistema capitalista tras su modelo depredador es el artífice del recalentamiento de la Tierra y el principal propulsor de monóxido carbono y el devastador del medio ambiente; ahí está el cambio climático. Por lo que no debemos vacilar en afirmar que el socialismo, y esto hay que repetirlo hasta la saciedad, es la salvación de toda forma de vida.
Por eso, los obreros y obreras debemos ponernos de pie, mirar cara a cara a los explotadores, enfrentarlos y vencerlos. Estamos en la hora de los pueblos por la supervivencia de la humanidad y toda forma de vida. Marchemos hacia una genuina y auténtica revolución socialista. Hasta Obama (premio Nobel de la Paz) advirtió: «Las naciones desarrolladas han causado la mayor parte del daño y debe asumir su responsabilidad». Aunque lo que afirma está en contradicción. Finalmente y como dato de esta locura desmedida en apenas 200 años se están agotando los hidrocarburos que la naturaleza en 400 millones de años tardó en formar. ¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!