Ricardo Martínez Martínez

 

3 de octubre de 2013.- De forma progresiva el Comando Sur de los Estados Unidos ha estado controlando las rutas marinas en los márgenes de las costas centroamericanas, tanto en el Océano Pacífico como en el Atlántico.

Bajo la estándar y maleable “lucha contra el narcotráfico”, Washington se ha apoderado de las aguas territoriales de los países centroamericanos y Panamá con sistemáticos patrullajes, control de rutas pesqueras y navíos comerciales, monitoreo de puertos de embarque y desembarque, aguas profundas y control de informaciones de inteligencia sobre el estado de la región entre el norte y el sur de América.

La “Operación Martillo” es el compás de la seguridad regional basada en la Doctrina de Seguridad Hemisférica de fronteras seguras, antiterrorismo y lucha antinarcóticos que lidera Estados Unidos y que incluye a países centroamericanos, europeos, Chile y Colombia.

Comenzó a ejecutarse en enero de 2012 con cabeza de playa en Florida, sede del Comando Sur, y dirigida por el General Douglas Fraser, quien identificó un año antes, en 2011, a los países Guatemala, Honduras y El Salvador como la zona más letal del mundo, fuera de los conflictos bélicos abiertos.

Las acciones militares cuentan con tres niveles que se articulan escalonadamente. La inteligencia-cerebro de operaciones, destacada en la base de Key West donde se mantiene la fuerza de Tarea Interagencial Conjunta Sur (JIATF-S, por sus siglas en inglés) bajo la jerarquía del Almirante Charles Michel, quien sostiene que el 90 por ciento de cocaína que llega a los Estados Unidos pasa por el corredor México-Centroamérica.

El segundo nivel es la ejecución del plan que incluye patrullajes en las supuestas rutas de los narcotraficantes, con el uso de fragatas, cruceros móviles de la IV Flota y aviones de guerra, localización y ataque.

Y tercero, la acción de martilleo que consiste en golpear al crimen organizado en su pasos estratégicos, como en un juego de ajedrez que con enfoque regional permite la movilización por mar, tierra y aire de las fuerzas militares estadunidenses, sin ningún control legal.

Con todo y la parafernalia militar del Comando Sur y la millonaria inversión estadunidense que asciende hasta 2.1 mil millones de dólares, el narcotráfico en la zona centroamericana sigue su curso ilegal, violento y corrosivo.

Según cifras de la Agencia Antidrogas de las Naciones Unidas el número de muertes violentas, relacionadas con este problema de la producción, comercialización y consumo de drogas, sigue presente y en aumento con mayor énfasis en el llamado triángulo del norte, Guatemala, Honduras, El Salvador.

Sin embargo, los militares estadunidenses abrieron ya un teatro de operaciones conjuntas con ejércitos de la región, animando una zona bélica de “bajo perfil”, pero con resultados en pérdidas humanas, violación de soberanía y control de informaciones.

Por ejemplo, en Guatemala, las fuerzas militares estadunidenses han participado en maniobras de interdicción de tráfico de ilícitos por la vía marítima, aérea y terrestre durante dos meses con el apoyo de las fuerzas de seguridad civil y el ejército local, los cuales se subordinaron al mando extranjero.

Fueron 171 infantes de marina (marines) cuatro helicópteros Bell UH-1Y con base de operaciones en el Comando Aéreo del Sur, Retalhuleu y en la Brigada de Paracaidistas, “General Felipe Cruz”, Puerto de San José, Escuintla. Los resultados fueron la intercepción de droga mercante, la cual no representó un golpe estratégico al negocio ilegal de estupefacientes que acapara grandes dividendos millonarios.

Honduras fue el primer centro de operaciones de Martillo. En las localidades de Guanaja, Puerto Castilla y Caratasta, Estados Unidos suministra capacitación y entrenamiento militar de fuerzas especiales, proporciona equipo y logística para operaciones y canaliza recursos vía “cooperación” USAID para infraestructura en la construcción de puentes y muelles que permitan la movilidad ágil, de mar a tierra.

Según el Comando Sur se ha decomisado más de 20 toneladas de cocaína, pero hasta el momento no se han detenido ningún capo que represente significativamente a los cárteles de la droga. Los recursos logísticos, humanos y financieros no se corresponden con los alcances hasta ahora mostrados.

Las autoridades militares aseguran que además en Honduras montarán también un radar desplegable de última generación que permita la localización en mar y aire de “naves sospechosas”.

Esta presencia de los Estados Unidos en este país centroamericano se suma a los más de 600 efectivos navales asentados en la base de Palmerola, que se mueven en operaciones encubiertas antinarcóticos y seguridad, abrazadas de asistencialismo y “misiones humanitarias”.

El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Panamá son otros objetivos inmediatos para las operaciones del Comando Sur.

Mientras tanto, la Operación Martillo se anuda a otra similar que opera en las costas de México y Texas. El almirante William Lee, subdirector de Operaciones de la Guardia Costera estadunidense, informó que la operación “Serpiente de Mar” seguirá su actividad de manera indefinida y que se anuda a otras de su mismo tipo que ya operar sistemáticamente.

De tal manera que las fuerzas militares Made in USA abrazan a todo el subcontinente centroamericano, dictando maniobras y acciones a los ejércitos de Repúblicas independientes y soberanas, al menos en lo formal.

Lo que es verificable es que en la región centroamericana la militarización estadunidense es progresiva, se corresponde ahora a la región de Norteamérica, donde el Pentágono ya define la seguridad regional subordinando a Canadá y México.