Otramérica

Hay muchas voces alertando de la actitud colonial del subimperio de Brasil. La estrategia de lucha contra las drogas impuesta a la región por Brasilia confirmaría esos temores. Los agentes brasileños se convierten en los sheriffs de la Amazonia, uno de los territorios donde Brasil quiere imponer su renovado poder militar continental.

Los habitantes del barrio San Miguel de Ciudad del Este (Paraguay) no se podian creer estar recibiendo fuego ‘amigo’ desde la ribera del río que pertenece a Brasil. Era octubre de 2010 y durante tres horas, los agentes del país vecino se enfrentaron con un grupo de contrabandistas sin que una sóla autoridad paraguaya se atreviera a sacar la nariz. Si en este hecho -que relata el periodista Andrés Colmán-, las fuerzas de seguridad brasileñas dispararon desde la orilla, ahora parece que prefieren cruzar la frontera.

A principio de este mes de agosto de 2012, unos 100 agentes civiles y militares brasileños entraron en territorio peruano y destruyeron, según la información oficial, unas 100 hectáreas donde se cultivaba coca para uso ilícito. La operación, denominada Trapecio, se lanzó desde Tabatinga, en la triple frontera amazónica de Brasil con Colombia y Perú, y contó con la inestimable ayuda de agentes colombianos y estadounidenses.

Esta violación de la soberanía territorial de Perú era consentida, ya que el presidente Ollanta Humala firmó un acuerdo bilateral que permite a Brasil perseguir el narcotráfico ilegal más allá de sus fronteras. Varios policías peruanos mostraron su incomodidad a la Folha de Sao Paulo, el diario que hizo públicos estos hechos, pero no se atrevieron a criticar abiertamente el operativo. La Operación Trapecio no es un hecho aislado.

Explica Folha que entre los agentes brasileños la nueva estrategia policial y militar es conocida como “nuestro Plan Colombia”, en referencia a la multimillonaria intervención militar de Estados Unidos en Colombia con la disculpa del narcotráfico y que, como publicamos esta misma semana en Otramérica, esconde otras intenciones más allá de la persecución del tráfico de estupefacientes.

El poder de Brasil en la región es ya incuestionable. Al control político y económico de instancias regionales de integración como Unasur o Mercosur, hay que sumar la presión directa sobre los vecinos. Bolivia está enzarzada en un grave conflicto interno por la construcción de una carretera a través del parque TIPNIS para satisfacer los intereses de Brasil; Paraguay ve como sus territorios fronterizos son espacio de colonización para la agroindustria brasileña y estados más pequeños como Surinam o Guyana buscan la bendición de Brasilia para incorporarse a Mercosur y al macroproyecto de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) que ha asumido como propio Unasur.

Más allá de las fronteras

Es público el Plan Estratégico de Fronteras anunciado por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en junio de 2011. Este plan es parte de la Estrategia Nacional de Defensa (END) aprobada en 2008 durante el gobierno de Lula da Silva y que está suponiendo un fuerte rearme de Brasil así como una modernización de las Fuerzas Armadas, que ya cuentan con unos 320.000 efectivos y con un plan de inversiones que roza los 30.000 millones de dólares. El presupuesto de las Fuerzas Armadas sólo para 2012 es de 34.965 millones de dólares (1.7% del PIB, frente al 0.9% de gasto militar de Venezuela o Argentina, y el 3.7% de Colombia o el 3.2% Chile).

«El Amazonas y la Amazonia Azul [la ‘zona especial económica’ en las aguas brasileiras] son áreas de vital importancia estratégica por sus recursos naturales, y nos preocupa qué pueda suceder con ellas en el futuro, por eso estamos transfiriendo unidades para esas zonas, creando pelotones de frontera, patrullas fluviales y estableciendo nuevas bases», explicaba hace unos meses al diario La Nación José Carlos De Nardi, jefe del Estado Mayor Conjunto.

Pero el despliegue amazónico incluye las incursiones en terceros países. Brasil ya tiene firmados acuerdos que permiten este avance con Perú, Paraguay y Bolivia. Con este último país se da la paradoja de que mientras La Paz expulsó a la DEA (la cuestionada agencia estadounidense antidrogas) del país, está permitiendo el monitoreo brasileño de los cultivos de coca para uso ilícito pero con tecnología aportada por Washington.

Según las autoridades del subimperio brasileño, estas incursiones son especialmente importantes en esos tres países ya que el 54% de la cocaína que se consume en Brasil procede de Bolivia, el 38% llega desde Perú y la mayoría de la marihuana viene de Paraguay.

Militarización

Además de los operativos transfronterizos, las fuerzas de seguridad brasileñas mantiene la Operación Permanente Centinela, de monitoreo, y las Operaciones Ágata (puntuales y fronterizas, pero sin abandonar su territorio). La última operación Ágata (5) comenzó el 7 de agosto en la frontera sur (con Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay) y en ella se desplegaron 10.000 efectivos. Al respecto, el periódico paraguayo La Nación titulaba hace unos días: «Despliegue militar brasileño acogota comercio en frontera». En mayo se había desarrollado Agata 4 que supuso el despliegue de 8.600 efectivos entre civiles y militares, 11 botes, nueve helicópteros y 27 aviones en las fronteras con Venezuela, Surinam, Guyana y Guyana Francesa, en un área superior a los 5.000 Km2.

mercial está entre la estadounidense Boeing -F-18 Super Hornet-, la sueca Saab -Gripen NG- o a la francesa Dessault -Rafale F3-) destinHay previstos más medios. Por ejemplo, Brasil ya ha comprado a Israel 9 de los 14 vehículos aéreos no tripulados (VANT) que pretende operar en su frontera Sur, según informa La Nación de Argentina. También se espera que Dilma Rousseff decida a quién compra los 36 aviones caza (la disputa comercial está entre la estadounidense Boeing -F-18 Super Hornet-, la sueca Saab -Gripen NG- o a la francesa Dessault -Rafale F3-) destinados al control fronterizo.

Para completar el panorama, la modernización de las fuerzas armadas incluye la creación del Centro de Defensa Cibernética, el Sistema Integrado de Monitoreo de Fronteras (Sisfron), el Sistema de Gerenciamiento de la Amazonia Azul (Sisgaaz) y el Sistema de Control del Espacio Aéreo Brasileño (Sisceab).

La posibilidad de defender su soberanía de muchos de los vecinos de Brasil (que tiene 16.800 kilómetros de fronteras con otros 9 estados independientes) es limitada y las aspiraciones globales del gigante del Sur se concretan cada día más apoyándose en su poder económico y militar.