Horacio Verbitsky / Página 12

Arturo Valenzuela repitió lo que los poderes fácticos, los grandes medios, los lobbystas y la oposición dicen a diario. Lo que hasta ahora no se sabía era que Obama también fuera de la partida. La revista The Economist vaticina que CFK no terminará su mandato. Un cowboy que tira primero para sustituir a Stornelli y mantener los negocios.

“La política Latinoamericana de Obama se parece a la de Bush”, tituló el 3 de diciembre no un volante de la Agrupación Evita sino el conservador semanario estadounidense Time. Se trata de una columna de Tim Padgett publicada cuando Arturo Valenzuela comenzaba a hacer las valijas para su primera gira por la región, con una estrepitosa escala porteña.
La derecha dura

Time dice que Valenzuela consiguió el acuerdo del Senado como Subsecretario de Asuntos del Hemisferio Occidental pero que ese cargo carece de influencia, porque ha quedado bajo el control de los republicanos en el Congreso y de los conservadores dentro del propio equipo diplomático de Barack Obama, al punto que “es difícil decir si George W. Bush no sigue siendo el presidente, como lo sugieren los acontecimientos en Honduras”. Agrega que Obama cedió la estrategia latinoamericana a la derecha dura anclada en la Guerra Fría, “cuyo pensamiento, incluida la idea de que los golpes de Estado todavía son un modo aceptable de reemplazar a un gobierno, no es más apropiado para ayudar a la región en su ingreso al siglo XXI que la ideología de la izquierda marxista”. Según Time, Obama negoció el levantamiento del veto conservador a la candidatura de Valenzuela por la “aprobación efectiva de otro golpe armado en la región” para lo cual “dio una media vuelta y reconoció la elección presidencial en Honduras, aunque casi ningún otro gobierno del mundo lo hizo”. Luego de esta sucesión “de codazos en el ojo de Obama y del orden constitucional”, las fuerzas que en otros países recibieron con simpatía el golpe hondureño, “sólo pueden sentirse envalentonadas”, sostiene. Valenzuela dijo en Washington y repitió en Buenos Aires que las elecciones hondureñas no blanqueaban el golpe. Pero “al haber reconocido sus resultados”, agrega Time, Obama hizo lo contrario. La revista también menciona el enojo que Obama provocó en “aliados como Brasil y Chile”, al decidir sin consultarlos que “planea usar las bases militares en Colombia no sólo para operaciones de interdicción de drogas sino también de contrainsurgencia, que teóricamente podrían desbordar de las fronteras colombianas”, lo cual reaviva en forma innecesaria los arraigados temores al “intervencionismo militar yanqui”. El artículo de Time no menciona ni una vez a la Argentina, pero es eficaz para esclarecer las causas del cortocircuito que la semana pasada produjo el paso de Valenzuela por Buenos Aires, sin necesidad de recurrir a las interpretaciones psicologistas que abundaron en la prensa aldeana sobre el vínculo entre los mandatarios de Estados Unidos y la Argentina. Confirma su contenido una carta firmada por el propio Valenzuela, distribuida el jueves por el senador republicano por Florida, George LeMieux. El senador de apellido pretencioso cuenta que negoció con Hillary Clinton su apoyo a la designación de Shannon como embajador en Brasil, a cambio de un endurecimiento en la política hacia Cuba y la normalización de las relaciones con Honduras. LeMieux distribuyó la carta en la que el académico especializado en transiciones democráticas deja constancia escrita del compromiso asumido. Valenzuela informa que levantó el alerta de viaje a Honduras en reconocimiento a la mejoría en la situación de seguridad, que se siente estimulado por el proceso de reconciliación lanzado por el presidente electo Porfirio Lobo, incluyendo su decisión de formar un gobierno de unidad, y que Washington ha vuelto a transferir a las Fuerzas Armadas golpistas información de inteligencia sobre operaciones contra las drogas. A la luz de estos avances, dice, “los Estados Unidos darán pasos hacia la normalización de las relaciones con Honduras”.
Ejes políticos

La denuncia del golpe en Honduras y las bases militares estadounidenses en Colombia fueron el eje de la política exterior argentina y de la diplomacia personal de la presidente durante el año que termina. Entre los antecedentes de Valenzuela revisitados en estos días figura el rol central que tuvo en la puesta a punto del Plan Colombia, como Director para Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional del presidente William Clinton. CFK asumió los riesgos de acompañar el primer frustrado intento de regreso del presidente depuesto Mel Zelaya e invitó a todos los presidentes de Unasur a reunirse en Bariloche para tratar acerca del uso de las bases estadounidenses en suelo colombiano. Aunque no se llegó a un acuerdo satisfactorio su intervención impidió una escalada de retórica agresiva entre Colombia y Venezuela. La posición de su gobierno es la más delicada. No ha incurrido en encendidas proclamas antiimperialistas, como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, pero tampoco avanzó lo suficiente en la organización de fuerzas populares que le ayuden a resistir el asedio de demasiados enemigos demasiado poderosos y enojados por sus políticas. Esos matices, que fueron apreciados en Washington durante los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, no alcanzan ahora para moderar los ánimos intemperantes de la administración demócrata, cuyos actos no siguen las palabras promisorias con que Obama se presentó en el vecindario.
La unción de los candidatos

Por eso, después de visitar al jefe de gabinete Aníbal Fernández, Valenzuela se reunió con las tres figuras más afines a esa derecha dura que lo condiciona en su país: el vicepresidente-líder de la oposición Julio Cobos (animal mitológico que en otros países no se consigue), el empresario-diputado-candidato Francisco De Narváez y el jefe de gobierno porteño y hombre de negocios Maurizio Macri. Lo novedoso no es el encuentro de un enviado extranjero con los jefes de una oposición beligerante, sino la publicidad que se le dio. Su sentido se completa con la conferencia de prensa en la que Valenzuela dijo que los miembros de la Cámara de Comercio Argentino-Norteamericana le plantearon la ausencia de seguridad jurídica y su negativa influencia sobre las inversiones estadounidenses en la Argentina. Para que nada faltara, Valenzuela comparó este clima con el que encontró en 1996, de entusiasmo por invertir. Licenciado en Ciencias Políticas y Religión, Valenzuela consumó así la unción de los candidatos y del programa que defenderán. Es indisimulable su aire de familia con los célebres Cinco Puntos del pliego de condiciones que Claudio Escribano presentó a Néstor Kirchner en 2003 al regreso de un encuentro del Council of Americas, porque de otro modo su gobierno no duraría más de un año. Aquél fue el más sintético y expresivo programa que las derechas aborígenes hayan elaborado en dos siglos de historia.

Ni Honduras ni las bases en Colombia formaron parte del diálogo de Valenzuela con el jefe de gabinete, por decisión de la presidente, pese a que la situación en el país centroamericano era uno de los cinco puntos que el enviado presentó al gobierno argentino antes de viajar, y entre los cuales no figuraba ningún tema de seguridad jurídica planteado por empresas. El propósito de la exclusión de Honduras del temario fue realzar que no es una cuestión bilateral, ya que el desconocimiento del gobierno ilegítimo surgido de comicios convocados por una dictadura que suprimió todas las libertades es una decisión colectiva de Unasur, con la expresa salvedad de Perú. Valenzuela había pedido reunirse con la presidente y con los ministros Julio De Vido, Amado Boudou y Aníbal Fernández. CFK dispuso que sólo lo recibiera el jefe de gabinete y los funcionarios de la Cancillería que quedaron en Buenos Aires mientras Jorge Taiana estaba en la cumbre climática.
¿Prejuicios?

Fuentes próximas a Valenzuela y a la embajada en Buenos Aires atribuyen a prejuicios contra los funcionarios estadounidenses de origen latino que la presidente no haya querido ver a Valenzuela, cuando sí lo hacía con su predecesor, Tom Shannon, y que haya recibido las cartas credenciales de la embajadora Vilma Socorro Martínez en una audiencia colectiva con los representantes de países de menor interés para la Argentina, como Panamá y Pakistán. Explican que esto impide que el gobierno argentino advierta que el peso político de Valenzuela y Vilma Martínez es muy superior al de Shannon y el ex embajador Earl Anthony Wayne, porque Valenzuela tiene acceso a la ministra de Relaciones Exteriores Hillary Rodham Clinton y Martínez al presidente Obama. A ello suman lo que perciben como una cierta desconfianza de los Estados Unidos, que no atribuyen solo al gobierno. Este es un dato objetivo: de los 18 países relevados en 2004 por la encuestadora internacional Latinobarómetro, Argentina es el que menos afinidad muestra con Estados Unidos. Ante la pregunta “¿Cuál es nuestro mejor amigo en mundo?”, de cada cien consultados contestaron que los Estados Unidos 60 salvadoreños y dominicanos, 49 panameños, 45 costarricenses, 42 hondureños, 41 colombianos, 38 guatemaltecos, 31 nicaragüenses, 26 ecuatorianos, 25 peruanos, 20 mexicanos, 15 chilenos, 13 paraguayos, brasileños y bolivianos, 12 venezolanos, 10 uruguayos y apenas 3 de cada cien argentinos.

Esas fuentes consideran de especial significación que Valenzuela haya dedicado su primer viaje al Mercosur, lo cual significaría un cambio de prioridades. El presidente Lula acababa de recibir a su colega Mahmud Ahmadinejad, lo cual implica un disenso serio con Obama en un tema central de la agenda de Estados Unidos. Sin embargo, el asesor presidencial Marco Aurelio García destacó las coincidencias que alcanzaron respecto de que el dictador Roberto Micheletti debe dejar Honduras y que la situación de ese país no debe constituirse “en un precedente que desestabilice democráticamente la región”. Si hubiera seguido el mismo criterio, añaden, la Argentina podría haber destacado los puntos en común respecto de Irán, las drogas, el terrorismo y la seguridad nuclear. Esta descripción algo ingenua omite que ésta fue la reacción inicial luego del encuentro con Fernández. Todo cambió en cuestión de horas, debido a las cuestiones que Valenzuela no planteó en privado y reservó para su conferencia de prensa. El tiempo dirá si habló con el candor de un académico o expresa una decisión política reflexiva de su gobierno.
Opción por el conflicto

En cualquier caso, la aparente opción de la diplomacia estadounidense por el conflicto no es un relámpago en cielo claro. El contexto agrava y explica el episodio. Es útil una somera recapitulación de los hechos más recientes:

– Interferencias en las comunicaciones del helicóptero presidencial con insultos, amenazas y marchas militares, al tiempo que comenzaba el juicio contra el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada.

– La revista de negocios The Economist pronostica en su anuario 2010 que CFK no terminará su mandato presidencial (ver “En peligro2”).

– El presidente de la Sociedad Rural insta al descabezamiento del gobernador bonaerense Daniel Scioli por su ineficiencia en materia de seguridad.

– La Unión Industrial participa en el acto político antigubernativo de la Sociedad Rural. Esa presencia es el germen de una reprise en cierne del Grupo de los Siete, que martirizó en su ocaso al gobierno de Raúl Alfonsín.

– La Asociación Empresaria AEA, formada por los presidentes de los mayores grupos económicos con negocios en el país, coloca en la presidencia a su gerente rentado Jaime Campos y contrata los servicios de comunicación de Jorge Lawson, ex vocero del grupo Arcor, para desarrollar una estrategia mediática más agresiva. AEA ejerce la conducción política de las principales cámaras patronales. El trío que toma las decisiones está formado por Luis Pagani, de Arcor, Paolo Rocca, de la multinacional italiana Techint, y Héctor Magnetto, del Grupo Clarín. La designación de Campos busca preservarlos cuando AEA se lanza a un período de confrontación abierta e intensa. Fue el primer grupo de lobby que denunció una presunta “injerencia estatal indebida en el ámbito de las empresas”, que obraría como desestímulo para “las inversiones nacionales y extranjeras”. Si se lee con cuidado, es lo mismo que Valenzuela dijo en su conferencia de prensa.

– Diez días antes, una de las empresas estadounidenses que ganó un juicio contra la Argentina en el Ciadi amenazó con sanciones si no le pagaban de inmediato. La Argentina reconoce el fallo pero sostiene que la empresa debe presentarse a cobrar ante la justicia contencioso administrativo federal de Buenos Aires, mientras la empresa reclama que le envíen el cheque por 165 millones de dólares más intereses. El lobbysta de la firma Azurix, Stephen Kho solicitó al gobierno estadounidense que retirara preferencias comerciales a la Argentina por el monto de la sentencia. La audiencia duró dos minutos y medio, porque el embajador Héctor Timerman le pidió que se retirara. El único caso similar es el de CMS, que obtuvo un fallo del Ciadi por 133 millones de dólares más intereses, pero una comisión especial lo anuló en forma parcial por graves errores de hecho y de derecho. El pleito fue adquirido por Blue Ridge, un fondo buitre del Bank of America, socio de Techint en Transportadora del Gas del Norte, que volvió a declararse en default este año. Pagó por el juicio una suma que el gobierno argentino no conoce pero que estima en 40 millones de dólares. Sin embargo, Blue Ridge reclama el total del fallo.

En definitiva, Valenzuela no dijo nada distinto de lo que plantean a diario los poderes fácticos, los grandes medios de comunicación, los lobbystas que golpean todas las puertas en Washington, como Emilio J. Cárdenas y los principales partidos de la oposición. La meta es acabar con un proceso político que cada día se les hace más intolerable. Parecería que Obama también es de la partida.
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