Lo que está ocurriendo en Italia era, lamentablemente, predecible. Es de libro de texto. Veamos. Hace sólo un año, el Estado italiano tenía que pagar unos intereses del 4% en sus bonos públicos (a 10 años). Hoy estos intereses casi se han doblado, situándose en el 7,7%. Si se calcula, como lo hace Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research en su artículo publicado en The Guardian, (09.11.11), el coste para el Estado de la refinanciación de la deuda pública que se ofrecerá el próximo año será una cantidad enorme, equivalente a un 1% del PIB. El Estado italiano tendrá que gastar una cantidad elevadísima para pagar los intereses de su deuda.
A ello se añade que el Estado italiano ha sido forzado a reducir su déficit público a fin de alcanzar un máximo del 3% del PIB en 2013. El coste de estas políticas (pagar los intereses más la reducción del déficit) pone al Estado italiano en una situación dificilísima. Ello explica que los mercados financieros teman (con razón) que el Estado italiano no va a poder pagar la deuda.
Y para complicarlo más, el gobierno italiano está sometido a una gran presión para que implemente medidas de gran austeridad de gasto público. El Banco Central Europeo (BCE) está exigiendo un gobierno fuerte que imponga recortes en el Estado del bienestar italiano. Y por si no fuera poco, el Banco Central Europeo y los otros componentes de lo que se llama la Troika (la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) están condicionando la ayuda a Italia (que se traduce en la compra por parte del BCE de la deuda pública en los mercados secundarios) a que siga unas políticas encaminadas a reducir los salarios. Se asume que los salarios han subido demasiado en los últimos años, dificultando con ello la competitividad de la economía italiana. El BCE y su apéndice, el Banco de España, han estado diciendo lo mismo para justificar la reducción de salarios en España.
Los datos, sin embargo, no confirman tal supuesto. Según los datos de la Agencia de Estadísticas de la UE, el Eurostat, los costes laborales en Italia no han subido en comparación con los costes laborales alemanes (Alemania es siempre presentada por el BCE como el modelo a seguir). Los costes laborales italianos eran un 80% de los alemanes en 1997 y continuaron siéndolo en 2007, cuando la crisis empezó. Como bien afirma John Weeks en su artículo “Breaking news: the Working Class caused the Italian Crisis” (Social Europe Journal, 10.11.2011), el estereotipo de que los trabajadores del sur de Europa son unos vagos y cobran demasiado (esto se ha afirmado para Grecia, Portugal, España e Italia), está siendo ampliamente promovido en los círculos financieros y empresariales de la Eurozona. En realidad, los trabajadores italianos trabajan más horas (38 horas a la semana) que los alemanes (35,7 horas). Pero los datos nunca han frenado la reproducción de la ideología neoliberal, que continúa promoviendo la necesidad de que los gobiernos deban tomar decisiones duras e impopulares, a fin de salvar la economía. A más dureza y a más impopularidad, mayor será su eficacia en la resolución de la deuda pública y de la recesión.
LAS CAUSAS REALES DE LA CRISIS DE LA DEUDA
Cualquier persona con capacidad analítica puede ver que las causas del lento crecimiento económico, no están en la (falsa) exuberancia de los salarios sino en las políticas del establishment financiero y político de la UE, aliadas al establishment italiano. Veamos los datos de nuevo.
Una causa es la carencia, por parte del Estado italiano, de los instrumentos que le permitirían defenderse frente a la especulación de los mercados financieros. El Estado italiano no puede imprimir dinero y comprar su propia deuda pública, forzando una reducción de los intereses de su deuda. El único que ahora lo puede hacer es el BCE, que lo hace a regañadientes y a última hora, con muchas quejas por parte de la banca alemana. El BCE debería explícitamente señalar que no permitirá que los intereses de la deuda pública pasen por encima de una cantidad fijada. Esto no lo hace y de hecho sus reglas internas no se lo permiten. Debido a la presión de los Estados, el BCE ha comprado 252.000 millones de euros de bonos de los Estados de la zona euro en el último año y medio, una cifra muy menor en comparación con una cantidad equivalente a 2.000.000 millones de dólares desde 2008 que ha comprado en EEUU el Federal Reserve Board (el Banco Central estadounidense).
Otra causa son las propias políticas de austeridad impuestas por el BCE que reducen la demanda doméstica, creando la ralentización económica, la Gran Recesión y, de continuar, la Gran Depresión. Esto es lo que pasó en Grecia y está pasando en otros países. Querer salir de la recesión a base de políticas de austeridad es profundamente erróneo, y expresa, además de la intensidad del dogma neoliberal, un desconocimiento de cómo las recesiones y depresiones se han resuelto históricamente. El argumento de que la austeridad dará confianza a los mercados es falsa y fácilmente demostrable cuando se analizan los datos. El desastre de Grecia es el último de una larga lista de desastres causados por el dogma liberal.
Otra causa es que la burguesía italiana y muy en especial la financiera (bien representada por el nuevo director del BCE) han reducido enormemente los recursos disponibles al Estado italiano a través de políticas fiscales regresivas, incluyendo el fraude y la corrupción. Como en España, en Italia “los ricos no pagan impuestos”, y ello ocurre con la participación activa de la banca con sus paraísos fiscales y con la complicidad del Estado. Esta situación ha forzado el elevado endeudamiento del Estado, endeudamiento que ha beneficiado principalmente a los bancos italianos, alemanes y franceses, que se beneficiaban de los elevados intereses de la deuda pública italiana. El Estado italiano rebajaba los impuestos de las rentas superiores, creando, con ello, un agujero en sus cuentas que tenía que rellenarse pidiendo dinero prestado (a unos intereses elevadísimos) a los mismos ricos a los que había regalado el dinero (a través de la bajada de impuestos). Era y es un círculo beneficioso para la burguesía italiana.
Y no hay que olvidar que la gran debilidad de las izquierdas italianas, cuyas formaciones hegemónicas se han debilitado enormemente con la incorporación en su ideario de las recetas neoliberales creando una enorme distancia entre sus bases electorales y las direcciones de los partidos, responsables de su limitada capacidad de movilización frente a un gobierno de derechas claramente corrupto. Éstas son las causas del desastre de la deuda pública italiana y no las explicaciones que aparecen con mayor frecuencia en los mayores medios de información y persuasión. Verá el lector que hay muchas semejanzas entre lo que ocurre en Italia y lo que estamos experimentando en España.