La_soja_genera_productividad_pero_de_pobreza

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“Con el cultivo de la soja sólo aumenta la pobreza en el Paraguay será cada día más alarmante y no sólo por una cuestión de cifras, sino por el dolor y menoscabo de tantas personas a las cuales se les niegan derechos fundamentales. Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay”.

La frase del sacerdote Bartomeu Meliá es un correlato de nuestro país, donde la arkas existen y dependen del yuyo.

El 4 de noviembre en el Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos (ISEHF) de Asunción, el periodista Paulo Lopez logra una entrevista exquisita por su contenido y manejo de interrogación que da gusto leer y releer en toda su extensión, con el broche de lucidez de cada respuesta de Meliá.

Con un doctorado en la Universidad de Estrasburgo en el año 1969 con una tesis : “La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay”.

Ex profesor de etnología y de cultura guaraní en la Universidad Católica de Asunción, donde también fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos, entre otras verdades dice en esa entrevista: “Desde ese año tengo conocimiento del Alto Paraná, y de partes de Canindeyú, es decir, más de cuarenta años. Por lo tanto, cuando hablo de deforestación, sé de qué hablo” dice el jesuita.

El Alto Paraná ha sido destruido y esa es también la destrucción de los pueblos indígenas que están ahí desde tiempos anteriores a cualquier colonización, dice con firme convicción.

Meliá realizó el informe sobre comunidades indígenas en el Alto Paraná en el año 1976, junto otros autores, un estudio encargado por la Itaipú Binacional, por pedido del Banco Mundial. “La deuda histórica y económica que esta tiene hasta ahora con el hábitat de los avá-guaraní no está saldada. Su territorio fue usurpado, robado, deforestado y destruido” es algo que denuncia siempre.

Por ellos son conocidos sus dichos sobre que “Alto Paraná ha sido destruido y no hay argumento válido para justificar esta destrucción” “Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay” y por ello aboga por la implementación de leyes tributarias como el Impuesto a la Renta Personal (IRP).

Del censo de 2008 surge la relación entre la expansión de los latifundios con el cultivo de soja, de 26 fincas que lo hacían en el 91 pasaron a 482 en el 2008. Sumado a ello 5 millones de hectáreas están en manos brasileñas, mientras que Brasil restringe la venta de tierras cultivables a extranjeros.

El origen de esa restricción de agosto de 2010, durante el gobierno de Lula Da Silva, cuyos máximos son entre 250 y 5000 hectáreas, dependiendo de la zona del país, la cantidad de tierras rurales que pueda adquirir una empresa extranjera o brasileña pero controlada por capitales extranjeros.

Pero en Paraguay el sojero brasileño Tranquilo Favero tendría la propiedad de más de 600 mil hectáreas de suelo paraguayo, obtenido por medio de la usurpación. Tierras que en 1888 fueron adquiridas por empresarios extranjeros que nunca pagaron por ellas, el Estado las recuperó en 1953 y una denuncia del 2009 habla de falsificación de títulos.

El 13 de julio pasado el nombre del productor resonó con la muerte un niño por malformaciones. La familia Escurra-Ramírez, vive en la comunidad de Itaipyte, una de las colonias paraguayas que se desprendieron de la propiedad de Favero y con la que hoy conviven rodeados de soja. Las fumigaciones fueron la causa, el niño vivió sólo 5 meses, sus padres hicieron lo imposible por salvarlo y hasta vinieron a nuestro país a la ciudad de Esperanza. Un dato que nuestro Ministro archicuestionado Miguel Capiello no informa a los medios como tampoco los miles de niños locales con esas patologías, como Julieta Sandoval nacida en Tostado y fallecida a los 7 meses por las múltiples malformaciones. En Santa Fe hay que resguardar la soja, y echarle la culpa al roedor.

Bartomeu Meliá recibió días pasado el premio “Bartolomé de las Casas” en cuya oportunidad se refirió a la “maldita soja”: «El cultivo de la soja es uno de los rubros más improductivos para el bien del país, como lo era y todavía lo es el negocio de la madera» sostiene el sacerdote.

Refiriéndose a la deforestación irracional y abusiva y la baja productividad que representa su cultivo y otros rubros de la agroindustria para el país. “Por eso hay que agregar que los aportes mínimos y bajísimos que representa a la economía son tan ridículos que, más que reír, hacen llorar”. “El avance de la frontera agropecuaria necesariamente se hace a costa del bosque nativo en el país. En el periodo entre 1976 y 2005 se desmontó el 80% del Bosque Atlántico de Alto Paraná”.

La soja, por ahora, se desarrolla en la Región Oriental y ocupa aproximadamente el 17,5%. El porcentaje es relevante porque es allí donde vive el 97% de la población. Este año serán 3.000.000 de hectáreas, lo que hace exactamente el 20% del territorio de la Región Oriental, al menos la cuarta parte está ocupada por sojeros.

Estas cifras indican la gravedad de lo que considera el sacerdote un “delito ecológico y contra la población paraguaya”, que no se beneficia casi en nada en este proceso.

“Con el cultivo de la soja sólo aumenta la pobreza en el Paraguay será cada día más alarmante y no sólo por una cuestión de cifras, sino por el dolor y menoscabo de tantas personas a las cuales se les niegan derechos fundamentales. Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay”.

La misma productividad de pobreza argentina, donde el consumo sólo significa bolsillos manchados con sangre. Pero es una propuesta impulsada por la presidenta en la reunión del G-20: «Es el momento de avanzar en el consumo». Ir de shopping, es el premio por vivir en Majdanek (campo de exterminio) a la vista de todos, con la venia de un nuevo Negacionismo, que omite, minimiza y niega la realidad.