Patricia Simón
Periodismo Humano
Javier Sánchez es corpulento, viste camisa de manga corta en una más que fresca otoñal Bilbao, expresivo y cálido en sus formas y en la construcción de su discurso, y contundente en la crítica al sistema neoliberal que ha llevado a la encrucijada a la casi mitad de la población, más de 3.000 millones de personas que se dedican a la agricultura familiar. “Un modelo social campesino, familiar, sostenible. Personas que viven en el medio rural y que dedican gran parte de su tiempo a trabajar y/o gestinar la tierra”, como la define Sánchez. Hombres y mujeres que producen el 70% de los alimentos que consumimos, frente al 30% restante procedente de la agroindustria. Nos encontramos con él a principios de octubre durante la celebración delConferencia Mundial de Agricultura Familiar, en el que más de 100 agricultores de todo el mundo se reunieron para lanzar una advertencia cuando más alimentos se producen, un 30% terminan en los vertederos, volvemos a vivir una vergonzante hambruna en el Cuerno de África. La especulación con los alimentos por los mismos actores que han llevado al colapso de las economías dominantes, está provocando que millones de campesinos abandonen el campo, que incluso ellos mismos estén volviendo a la pobreza y en definitiva, que algo tan vital para la superviviencia de la humanidad como la agricultura esté en peligro. La demanda, políticas públicas que la protejan.
Javier Sánchez es integrante de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores Ganaderos (COAG) y representante de la Coordinadora en Europa de Vía Campesina, un movimiento internacional integrado por 150 organizaciones locales y nacionales de 70 países de África, Asia, Europa y América, y que en total representa a más de 200 millones de campesinas y campesinos. Y la conversación discurre principalmente por los circuitos políticos de la economía que han convertido a las semillas, las tierras y los alimentos en números bursátiles.
Javier Sánchez. En estas jornadas hemos visto que estamos en una crisis estructural, sistémica, alimentaria, energética… una crisis de modelo. En España, llevamos tres años viviéndolas mientras nos contaban mentiras. Ahora, el paso siguiente es reconocer que se trata de una gigantesca estafa, frente a la que los gobiernos, en lugar de ayudar a los ciudadanos, están ayudando a la banca con un agujero interminable que no sabemos donde acaba. Pero, si veníamos de una etapa de crecimiento tan enorme, ¿adónde han ido a parar las fabulosas cantidades de dinero que ha ganado? Porque durante estos años la banca europea ha ganado muchísimo más dinero que la estructura productiva de la industria, de la agricultura… Y en este contexto, la incapacidad de los gobiernos del G-8 y el G-20 para actuar. Decían que iban a cerrar los paraísos fiscales. ¡Mentira! No van a tocar esas grandes cantidades de papel moneda con las que ahora losfondos de inversión están comprando a precio de saldo los espacios productivos, haciendo patrimonio: más de 60 millones de hectáreas de tierras en los últimos 5 años, la mayoría de ellas en África. Algunas de extensión tan grande como Alemania, grandes empresas brasileñas terrenos inexplorados en Mozambique… Nunca en la historia se ha dado una crisis tan grande enfrentada con la agricultura familiar.Periodismohumano. ¿Para qué sirve un Foro como éste donde además de agricultores, hay portavoces de la Unión Europea, de la FAO, de la ONU, del gobierno brasileño, chino…?
Así que, primero, el Banco Mundial es el culpable de romper las estructuras productivas familiares de todo el mundo, porque la Economía de escala, dirigida a lo urbano, al centralismo construido mediante autopistas, era una de las condiciones para que el FMI diera préstamos. Y los donantes han ido donde tenían intereses como el oro, materias primas o, como ahora, donde había territorios inexplorados donde invertir ese papel moneda. Además, el mandamiento de estas instituciones financieras era que una sociedad moderna es la que tiene un 1% de sociedad activa agraria. Y segundo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y los que han amparado los tratados de libre comercio, no están reconociendo que este modelo neoliberal es el culpable. Hasta hace 20 años, los gobiernos tenían más capacidad de intervención, pero ahora el mercado establece sus leyes: si la libre competencia me beneficia bien y si no, hago leyes que me beneficien. La parte productiva no es ni el 5% de la economía. Y este modelo culpable de la crisis no tiene intención de parar.
P. ¿Cuáles son los pasos a seguir que propone Vía Campesina?
J. S. Las luchas van desde lo local hasta lo internacional y además del análisis crítico, planteamos alternativas porque no se puede decir sólo ‘no’ a todo. La sociedad quiere comida de buena calidad, no muy cara, que no dañe el planeta y que haya un bienestar general. Por eso Vía Campesina propone la soberanía alimentaria, un planteamiento que introdujimos en el 96 en la Cumbre de la FAO y que, poco a poco, ha ido sustituyendo a la seguridad alimentaria. Y que ha roto con el enfrentamiento interesado que han inventando entre los agricultores del Norte y del Sur.
Defendemos que haya gente produciendo en todos los territorios para asegurar el abastecimiento y porque hay una biodiversidad cultural alimenticia que es patrimonio nuestro. El modelo agroindustrial que parecía que lo producía todo sólo representa el 30%, a la vez que tiramos también un 30% de los alimentos a la basura. Los alimentos no pueden considerarse una mercancía. Necesitamos con urgencia políticas públicas en todo el mundo dirigidas a cohesionar este sector estratégico. Igual que la capacidad de negociación del trabajador se está yendo a pique, los alimentos no se pueden negociar en la Organización Mundial del Comercio (OMC) sino en la Organización de los Alimentos y la Agricultura (FAO). Tenemos muchas críticas hacia esta organización y hacia la ONU, porque son gobernadas por los grandes países e intereses, pero es donde tenemos que dar la batalla.
Y en lo local estamos potenciando el mercado local, circuitos cortos de comercialización, responsabilidad compartida–por la que un grupo de consumidores pacta con los agricultores los productos y el precio, incluso a veces adelantan el dinero–. Pero aunque todos los agricultores familiares estuviéramos unidos, no conseguiríamos nada sin alianzas con los movimientos sociales, con los consumidores, con las ONG… Sabemos que es un proyecto a largo plazo, a quince años vista.
P. La Revolución verde, basada en el aumento de la productividad mediante el monocultivo, el uso de pesticidas, insecticidas y grandes cantidades de agua, ha demostrado su invalidez puesto que no ha acabado con el hambre ni ha mejorado las condiciones de vida de los agricultores en el mundo. ¿Qué modelo agrícola propone Vía Campesina?
J. S. El dinero de los cooperación tiene que destinarse a implementar políticas públicas con organizaciones campesinas, programas financiados directamente y con seguimientos que aseguren que no hay corrupción. El consumo: las galletas que vienen de Canadá y las que van para allá, la carne que viene de Francia y la que enviamos allí… Este modelo que nos planteamos como normal es insostenible y el responsable del 40% del calentamiento global. Por ello, defendemos los mercados locales, de proximidad y de temporada. Se trata de salud también.
En Brasil está desapareciendo el cultivo de frijol porque es más lucrativo producir soja y caña de azúcar para el bioetanol y para alimentar a la ganadería de Europa. Tenemos que volver a poner las personas en el centro, y no las empresas. En particular a los trabajadores agrícolas y los inmigrantes. En este momento, salvo en un punto en Andalucía donde se ha acabado el turismo, no podríamos recoger la fruta si no fuera por los inmigrantes. Porque los españoles, a pesar del paro, no quieren venir a un trabajo que les parece indigno o yo qué sé. Claro, a 7 euros la hora… Y de ahí, la deriva de normas xenófobas y la derecha agitando ese cultivo peligrosísimo: inmigrantes igual a los malos de la película, como las brujas antaño.
P. Uno de los negocios más lucrativos, que os encarece más los cultivos y más desconocido a nivel general, es el de las semillas.
J. S. Las normativas europea y mundial han permitido que las empresas de semillas cobren royalties cada vez que utilizas sus semillas patentadas. Si sobrepasas un nivel de producción, tienes que volver a pagar. Y no se pueden intercambiar con otros campesinos. Y cuando se les acaban los catálogos, hacen una pequeña modificación y tienes que volver a pagar por prácticamente las mismas semillas.
En Vía Campesina estamos recuperando la capacidad de guardar semillas e intercambiarlas, pero nos han obligado a rozar la ilegalidad. De hecho, estamos pensando en ir a las plazas públicas e intercambiar semillas en forma de protesta, a ver si viene la Guardia Civil y nos detiene.
La Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sostenible que se celebrará en Río de Janeiro en 2012 irrumpe varias veces en las conferencias y conversaciones del Foro. Vía Campesina tiene claro que “los grandes intereses económicos tienen planeado lanzar su estrategia propagandística de “capitalismo verde” allí, para hacernos creer que están preocupados por la ecología, y así mercantilizar la agricultura familiar a través de “propinas” por, por ejemplo, eliminar CO2. Y tenemos que plantear una estrategia para esta fase.
P. Pero sí es cierto que la agroecología necesita políticas públicas que compensen el encarecimiento que supone prescindir de la dependencia del petróleo, de los pesticidas, insecticidas…
J. S. Por supuesto. Y si el gobierno local no tiene fondos, el FMI, en lugar de prestárselos a una multinacional, deberá dárselo a las cooperativas y organizaciones agrarias para que desarrollen proyectos agroecológicos.
P. Sin embargo, en un contexto internacional de cada vez más gobiernos conservadores, tradicionales implantadores y defensores de la agroindustria, ¿qué confiais en que vayan a desarrollar estas políticas?
J. S. Van en la dirección contraria, efectivamente, y las organizaciones sociales tenemos que reconocer que no tenemos capacidad de modificar la situación. Sólo podemos plantear la situación, la denuncia y la alternativa. La lucha es larga y si no es en la calle, no habrá ningún cambio real.
J. S. Con el 15M estamos colaborando en lo que nos piden. Lo que no nos parece dignos es decir que vamos a estar en su lucha día a día porque físicamente no vamos a estar como organización. Pero en sus debates sobre agricultura y alimentación, Vía Campesina somos el referente de este movimiento de indignados en el mundo rico. Las revueltas del mundo árabe son de jodidos, apaleados y sin futuro.P. Y en la calle están dándose las revueltas en el mundo árabe, el 15M y el 15O en varios países, en México el movimiento por la Paz, y antes, en el 2010 decenas de protestas en todo el planeta por el aumento del precio de los alimentos. ¿Tenéis pensadas alianzas con estos movimientos como el 15M?
P. En periodismohumano sacamos un reportaje sobre las condiciones en las que trabajan los inmigrantes en los invernaderos de Almería. ¿Además de esta situación, cómo valora Vía Campesina el modelo de agricultura intensiva almeriense?
J. S. Respetamos totalmente lo que dicen nuestras organizaciones asociadas sobre el tema. En este caso, COAG es la voz autorizada que lleva 20 años trabajando por los derechos de los inmigrantes. Y yo pongo la mano en el fuego por el trabajo de COAG para que los trabajadores tengan contrato, alojamiento -a veces sin apoyo de los ayuntamientos-… En el Levante español siempre se pone el foco en este sector y habría que mirar también la construcción, la hostelería…. Pero no estoy justificando nada.
Yo he vivido con mi padre un modelo que no utilizaba herbicidas, insectidas ni abonos artificiales y cómo, a poco a poco, fueron entrando. Ahora tenemos que hacer el camino de vuelta y seguir manteniendo un margen de rentabilidad mientras lo hacemos. Ese camino debe hacerse y en Almería lo saben, no sólo por la propia salud -algunos de ellos han sufrido problemas respiratorios, cáncer…- sino también porque el capital se ha ido a Marruecos donde producir sale más barato, y luego se irá a Senegal… Ahora, la pregunta es ¿cuánto tiempo nos das? Porque es un camino de 12, 15 años.
P. Da la sensación de que mientras crece la concienciación en el consumo responsable y justo, de productos ecológicos, y que las grandes superficies se han subido rápidamente al carro, los agricultores no llegáis al consumidor, que no existís en el imaginario colectivo. ¿Estáis intentando comunicaros más directamente con la ciudadanía consumidora?
J. S. Ha sido uno de los temas que hemos tratado en el Encuentro de Krems donde han participado movimiento urbanos. Tenemos que aliarnos con ellos, con las asociaciones de barrio, de vecinos, utilizar las redes sociales y nuestros propios medios de comunicación. En 1999, cuando yo daba ruedas de prensa en Zaragoza como secretario general de COAG, venían muchos periodistas y sabían de lo que estábamos hablando. Cada vez vienen menos y dominan menos el tema. Pero reconociendo cuál es el escenario, ahora no tenemos capacidad de conseguir nada. Sólo resistir y seguir luchando.
P. Y la unión mediante la Economía Social, cooperativas, sociedades laborales…
J. S. Llevamos 40 años trabajando con modelos cooperativos, pero no hay ninguna fórmula infalible. Vimos que, a veces, cuando la cooperativa crece demasiado termina entrando en las mismas dinámicas que las empresas… El modelo asociativo es interesante: tú me siembras el maiz y yo te ayudo con el remolque, los tres hermanos compartimos tractor…
P. Otra de las críticas de Vía Campesina es hacia la reforma de la PAC, que proclama que apoyará a los pequeños agricultores y a los cultivos “verdes” y que calificais de “maquillaje”. ¿Por qué?
J. S. Sigue la deriva de abrir más los mercados, desproteger a la agricultura, plantear recortes a las ayudas indiscriminados. Anuncian “pequeños recortes a las grandes explotaciones” y es pura comedia. Van a reducir los ingresos de los que cobraban más de 300.000 euros, pero ¿quiénes de nosotros ingresa eso? No prioriza el modelo social y familiar de la agricultura y no aporta legitimidad de la entrega de fondos públicos. 50.000 millones de euros al año. Ahora dicen que acabarán con los derechos históricos por los cuales un agricultor sin sembrar podía cobrar en función de lo que habría cobrado en un periodo anterior aunque ya no siembre. Esa dinámica de seguir deslegitiminado nuestra función para seguir acabando con las explotaciones familiares. Ahora se ha frenado un poco porque muchos agricultores que se marcharon a la construcción ha vuelto.
Esta reforma termina de eliminar la regulación de los mercados públicos, el control de producción tienen fecha de caducidad: menos cuota láctea, menos extensión de viñedos… Esta batalla se está dando en los espacios autonómicos y estatales que no tienen proyecto para la PAC, sino que están obsesionados con la entrada de un cheque de la UE y les da igual cómo afecte a los productores. Y como además, quienes tienen mayor capacidad de presión son los grandes grupos de agroindustria, pues son los más beneficiados. Si seguimos subvencionando con una tasa directa a los que tienen más hectaréas de tierra, no hay forma de incentivar la regeneración familiar que por ahora es ridícula.
Tampoco tiene legitimidad medioambiental, porque apoya igual al transgénico que al ecológico. Pero nada de un debate real para asegurar unos precios justos para los agricultores y los consumidores, para que en las cadenas de comercialización no haya abusos de encarecimientos hasta de un 500%… Pero eso entienden que sería distorsión de la libre competencia, mientras los mercados zarandean nuestras deudas públicas.
Pero cada vez somos menos votos, por lo que nuestro peso político se reduce cada vez más. Los políticos no nombran el campo en sus discursos… Eso va minando la autoestima de los agricultores. Y, ahora, por fin la FAO descubre que lo más eficiente es el modelo agroecológico y el capitalismo diseña su versión ‘verde’. Igual no podemos pararlo, pero es el planeta lo que está en juego, nuestra supervivencia.
Nunca en la historia el sector agrario y la sociedad en general se han enfrentado a una capacidad de manipulación y poder tan poderosa como la alianza a la que asistimos de la banca – la que más dinero ha ganado-, las multinacionales y el control de los medios de comunciación.