Silvia Ribeiro (*)
Al comenzar las negociaciones de cambio climático en Bonn, Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención de Cambio Climático, declaró que vamos hacia un escenario donde tendremos que desarrollar tecnologías más poderosas para poder absorber el carbono de la atmósfera (The Guardian, F.Harvey, 5/6/11).
Se refería a la geoingeniería, la manipulación a gran escala de los ecosistemas del planeta para cambiar el clima. Impresiona que la propia secretaria de la Convención no crea en la negociaciones multilaterales y se sume al coro de empresas contaminantes y científicos del Norte que, desde diferentes ópticas, convergen en promover la manipulación climática. Sería más razonable que Figueres se dedicara a promover soluciones reales que vayan a eliminar las causas de la crisis, en lugar de promover tecnologías peligrosas, mercados de carbono y carta blanca a los países más contaminantes para que no firmen compromisos de reducciones. En lugar de proponer métodos altamente riesgosos para absorber el carbono, podría trabajar para que no se siguiera emitiendo.

Pero la geoingeniería es una propuesta excelente para gobiernos y empresas que no quieren cambiar nada: así pueden seguir calentando el planeta y además generar nuevas ganancias empresariales con el supuesto enfriamiento del planeta con geoingeniería.

También el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) se plantea analizar la geoingeniería: a propuesta de algunos científicos que la promueven, convocó en Lima, Perú, del 20 al 22 de junio 2011, un taller de expertos sobre geoingeniería.

Allí se presentarán propuestas como bombardear con aerosoles azufrados la estratosfera para imitar una nube volcánica que desvíe los rayos solares (para bajar la temperatura), fertilizar masivamente el oceáno con hierro para absorber carbono, cambiar la química de los mares, crear cultivos transgénicos que reflejen más la luz del sol, blanquear nubes y otras por el estilo.

Son propuestas riesgosas e impredecibles, con un espectro de impactos tan amplios, que es difícil entender que el IPCC dedique recursos a esta especulación. Existen además en Naciones Unidas dos moratorias contra estas tecnologías, basadas en el principio de precaución: una sobre fertilización oceánica, desde 2008, y otra más amplia sobre geoingeniería, decidida en 2010.

Quizá el IPCC se proponga contribuir con análisis científicos para consolidar las bases de esas moratorias –seguramente habrá participantes críticos que así lo consideran–, pero no es una buena señal que en el comité organizador del taller haya varios científicos a favor de la geoingeniería, y algunos que han solicitado patentes sobre las mismas y cuya investigación es financiada para esos fines.

También es grave que IPCC haya anunciado que además de analizar estas propuestas megalómanas, también discutirá la gobernanza de la geoingeniería y los factores sociales, legales y políticos que la rodean. Pese a ello, no permiten la entrada a organizaciones de la sociedad civil que hemos estado siguiendo seriamente el tema desde hace años, ni siquiera como observadores.

Ante estas actitudes, 125 organizaciones de la sociedad civil, indígenas, campesinos y ambientalistas, de más de 40 países, enviaron el 13 de junio una carta abierta al presidente del IPCC demandando que este organismo honre el principio de precaución y no se dedique, como afirma en el anuncio del taller, a definir el rol de la geoingeniería en el portafolio de opciones de mitigación al cambio climático (www.etcgroup.org), lo cual en sí mismo es una contradicción, en parte porque parece aceptar un rol para estas tecnologías y además porque la geoingeniería nunca fue ni será mitigación, es seguir con el status quo que provocó el cambio climático, aplicando tecnologías que podrían incluso empeorar la situación en muchas regiones del mundo.

Las organizaciones firmantes, que incluyen a Amigos de la Tierra Internacional, la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, la Vía Campesina y varias redes internacionales y nacionales, son mayoría del Sur global, al contrario de los científicos que promueven la geoingeniería. Es lógico, los que tienen la tecnología y los recursos para desplegar la geoingeniería son países, empresas y hasta individuos muy ricos del Norte global (como Bill Gates, que ha financiado experimentos de blanqueo de nubes y tiene patentes sobre otras tecnologías de geoingeniería) mientras que los impactos, seguramente se sentirán sobre todo en el Sur.

Por ejemplo, una de las tecnologías más promocionadas es crear artificialmente nubes volcánicas, lanzando a la estratósfera nanopartículas azufradas, lo cual podría disminuir la radiación solar, bajando la temperatura. Habría que continuar por tiempo indefinido reinyectando partículas periódicamente, mientras otras caen y contaminan oceános, tierra, plantas, animales y cientos de miles de personas (es tóxico, como cuando baja una nube volcánica). Si lograran que la nube tóxica permanezca, cambiaría los monzones y vientos en África y en Asia, poniendo en riesgo la fuente de agua y alimento de 2000 millones de personas, aproximadamente la tercera parte de la población mundial. ¿Hace falta comentar?

La manipulación climática tiene orígenes militares, y que ahora digan que es para la guerra al cambio climático, no cambia ni sus características ni su esencia, ni su uso potencial: solamente cambia el discurso. Podría ser usada contra países que no sabrán ni de donde salió el desastre.
La geoingeniería no altera, en ningún caso, las causas de la crisis climática, pero conlleva tantos riesgos, que más que seguir buscando formas de justificarla y dedicar recursos a su investigación, debería ser prohibida.
*Investigadora del Grupo ETC