Por Jon Mikel Zabala

El pasado 11 de mayo entramos en una nueva etapa de la (mal) denominada “desescalada” para reducir el impacto económico de la pandemia de la Covid-19. Más allá del período de reflexión que nuestros lectores hayan podido tener durante sus días de confinamiento, la pandemia está evidenciando ciertas fallas de nuestros sistemas económicos que también requerirían de reflexión. Una de estas fallas es la que hace referencia a los sistemas de propiedad industrial. Todo parece indicar que el impacto de la pandemia continuará en diferentes “oleadas”, y que hasta que no se cuente con una vacuna y un tratamiento efectivos, nuestras sociedades no volverán a ser como las conocíamos, a pesar de que tal vez deberíamos reflexionar también si queremos volver a la situación de partida previa a la pandemia (sobre la resiliencia hablaré en otro post). En este sentido, como nuestros lectores ya habrán leído y oído en varios medios de comunicación, se ha iniciado una carrera para el descubrimiento de dicha vacuna. La generación de la vacuna genera muchos retos para la comunidad científica: ensayos clínicos, ensayos en animales, ensayos en humanos, criterios de evaluación y elección de la solución final, producción en masa de dicha solución, distribución a nivel global, etc. Sin embargo, en este conocido discurso hay una variable que se suele ignorar de forma sistemática, la propiedad industrial.

La comunidad científica se mueve por la generación de conocimiento, y por su difusión y divulgación, para que ésta tenga el mayor impacto o utilidad social. En este sentido, la comunidad científica opera de manera “abierta”, de forma que el conocimiento generado por un laboratorio es compartido con los “pares”, para que éstos puedan evaluar los descubrimientos realizados, proponer acciones de mejora, etc. Esta ciencia abierta no es carente de crítica (las fallas del sistema de revisión por pares que rige el sistema científico lo dejo para otro post). Sin embargo, la globalización de la información y el acceso masivo a las TICs están permitiendo que en esta pandemia se esté generando conocimiento científico de manera global, lo que está incidiendo de manera directa en la velocidad en la que se está generando dicho conocimiento. La difusión y publicación en tiempo real por parte de los científicos de todo el mundo está permitiendo que exista una coordinación global que está acelerando la difusión de los resultados y el avance del conocimiento.

Sin embargo, en este contexto general, hay un agente adicional, del que poco se habla, pero que desempeña un papel central en la disponibilidad de una potencial vacuna o de un tratamiento efectivo, las empresas farmacéuticas. A pesar de que el conocimiento científico al que hemos hecho referencia en el párrafo anterior es financiado, prácticamente en su totalidad, con fondos públicos, las empresas farmacéuticas llevan décadas privatizando dicho conocimiento a través de la propiedad industrial (principalmente patentes), con la consiguiente monopolización de dicho conocimiento, y sus consecuencias en términos de acceso a los medicamentos, vacunas, tratamientos, etc.

El impacto global de la Covid-19 está evidenciando que este monopolio tiene consecuencias, algunas de ellas en forma de vidas perdidas. Por ejemplo, la propiedad industrial que “protege” los kits de testeo está obstaculizando la realización de tests masivos. De igual manera, la empresa 3M (sí, la de los post-its) tiene en su propiedad más de 400 patentes en las que aparece la palabra “respirator” (mascarilla), lo que ha impedido que empresas que estaban dispuestas a fabricar mascarillas médicas a gran escala pudieran hacerlo. Por último, tres de los tratamientos (que parecen ser) más prometedores para la Covid‑19 (remdesivir, favipiravir, y lopinavir/ritonavir) tienen patentes vigentes en la mayor parte del mundo. El fallo sistémico resulta claro. Esto no es algo exclusivo del sistema de salud. En el año 2016 ya apuntábamos a este mismo fallo en el caso del software y de las empresas que dominan el denominado ecosistema de Internet.

En un reciente artículo de opinión, Joseph Stiglitz argumenta que para poder hacer frente a este fallo sistémico tenemos dos opciones. 1) Seguir como hasta ahora, esperando que algún tratamiento potencial pase los ensayos clínicos, y que aparezcan otras tecnologías de detección, testeo y protección, y dejando que las empresas farmacéuticas se apropien de dicho conocimiento. En esta primera opción, las patentes otorgarán el control de dichas innovaciones a empresas que tendrán derechos monopolísticos, y que conllevarán que los sistemas sanitarios de todo el mundo tengan que “plegarse” a las condiciones establecidas por dichas empresas, con el consiguiente impacto sobre la salud y las finanzas públicas. 2) Abrir un debate formado sobre el actual sistema de protección de la propiedad industrial, para que los monopolios no tengan un impacto negativo sobre la salud pública. Una idea en este sentido podría ser la de crear un “fondo de patentes”, que permita a múltiples proveedores producir fármacos, diagnósticos y productos sanitarios a precios más accesibles y de manera masiva. Esta idea no es nueva. Desde el año 2010, las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud cuentan con un fondo de patentes de medicamentos, que ha facilitado el acceso global a tratamientos para el VIH, la hepatitis C o la tuberculosis, de manera que poblaciones sin acceso a dichos recursos sanitarios puedan estar protegidas de dichas enfermedades. Otro ejemplo de esta segunda vía podría ser el de la generalización de marcos generales de intervención pública como el del Sistema Mundial de Vigilancia y Respuesta a la Gripe de la Organización Mundial de la Salud, que desde 1952 ha facilitado la producción y acceso masivos de vacunas (anuales) para las múltiples cepas del virus de la gripe.

En este sentido, una tercera vía que no explora Stiglitz es la de las licencias obligatorias. Mis colegas de Galbaian me han informado que recientemente, la Oficina Española de Patentes y Marcas ha sugerido que se podría optar por otorgar licencias obligatorias, ya que se trataría de invenciones de interés público.

A este problema sistémico hay que sumarle también la falta de incentivos que tienen las empresas farmacéuticas para incrementar su capacidad de producción. Debido a la situación de pandemia global, la demanda de tratamientos y vacunas será masiva, pero en un período muy breve de tiempo. Hay que tener en cuenta que la construcción de fábricas en las que poder producir estas vacunas y tratamientos son terriblemente costosas, por lo que también debemos plantear quién querrá asumir semejante inversión, si después del primer “subidón” de la demanda, esta va a caer de manera significativa, una vez que una parte importante de la población ya está vacunada.

Estamos por lo tanto en una encrucijada en la que el sistema de propiedad industrial, y el monopolio al que éste da acceso, no impida el acceso a los medicamentos tanto a países en vías de desarrollo, como a países desarrollados en situaciones excepcionales de pandemia, a un coste razonable. Este dilema me hace recordar a Matrix, al momento en el que Morfeo habla por primera vez con Neo, y le dice: “Te explicaré por qué estás aquí. Estás porque sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo percibes… Algo no funciona en el mundo, no sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente, y te está enloqueciendo…¿Sabes de lo que te estoy hablando? ¿Te gustaría realmente saber lo que es? Matrix nos rodea, está por todas partes, incluso ahora en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad… Esta es tu última oportunidad, después ya no podrás echarte atrás. Si tomas la píldora azul, fin de la historia: despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja te quedarás en el país de las maravillas, y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más”.

Es el momento de decidir y de ser consecuentes.

@jonmizabala