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Silvia Ribeiro
La Jornada

 

El 25 de enero de 2018, un grupo internacional de reconocidos expertos y científicos del Boletín de Científicos Atómicos (BCA) –cuyos colaboradores incluyen a 15 Premios Nobel– adelantó el reloj del apocalipsis global para quedar a sólo dos minutos de la medianoche, hora que representa simbólicamente el fin de la humanidad.Según el comunicado de este grupo, la hora dramática en que nos encontramos se debe al recrudecimiento de la amenaza de guerra nuclear, a la falta de acción frente al cambio climático y a los riesgos que implica el uso y abuso de nuevas tecnologías, incluyendo informática y biología sintética.

El Boletín de Científicos Atómicos se fundó en 1945, a iniciativa de científicos de la Universidad de Chicago que habían participado en el Proyecto Manhattan del gobierno de Estados Unidos para desarrollar armas atómicas. El boletín comenzó con su Reloj del Juicio Final dos años después, para trasmitir gráficamente el peligro nuclear y alertar sobre la vulnerabilidad de la humanidad frente al riesgo que significan las armas nucleares.

El reloj del apocalipsis no había estado tan cerca de la catástrofe global desde 1953, en el auge de la guerra fría. Ahora es gracias a las bravatas de Donald Trump, su decisión de invertir en más armas nucleares y la respuesta de los países con cada vez más potencia nuclear a los que desafía, como Corea del Norte, China y Rusia. Sin duda, tener a un personaje tan absurdo como Trump con posibilidad de apretar el botón nuclear –que nos afectará a todos– es una amenaza de alto calibre.

El grupo también menciona como un factor decisivo hacia la catástrofe el avance del cambio climático. Critica las políticas de la administración Trump para incrementar la explotación de petróleo, carbón y gas, al tiempo que se retira del Acuerdo de París sobre cambio climático. Pese a los negadores del cambio climático que votaron a Trump y están en su gobierno, los datos científicos muestran que todos los años más calientes desde que se empezaron a medir las temperaturas en 1800 –menos uno en la década de 1990– han ocurrido en el siglo XXI.

Como resultado, el Caribe y parte de Norteamérica han sufrido catástrofes sin precedentes debido a la violencia de los huracanes. El hielo del Ártico ha estado en su mínimo histórico por tres años seguidos, rompiendo récord cada año. Estados Unidos ha sufrido incendios forestales devastadores a partir de sequías extremas. Pero no sólo ese gobierno contribuye a la situación. La meta del Acuerdo de París de no exceder 2 grados de aumento de la temperatura global no se podrá cumplir con los compromisos voluntarios de los países más contaminantes, que nos encaminan a un aumento de entre 3 y 4 grados.

El BCA asegura que es eminentemente alcanzable y económicamente viable no sobrepasar los 2 grados centígrados, con decisiones políticas de reducción y apoyo económico a los países empobrecidos, para apoyar desarrollos con bajas emisiones de carbono.

Entre los tres mayores factores de riesgo global, el BAC alerta también sobre la falta de control y uso malintencionado de nuevas tecnologías informáticas y biológicas. Incluye el uso de tecnologías de información para minar la confianza pública en los procesos democráticos y en la ciencia. Alerta además sobre los riesgos de nuevas biotecnologías, como el uso de la tecnología CRISPR-Cas 9 para crear organismos que representan un riesgo potencial de seguridad global.

Esto alude a los organismos transgénicos con impulsores genéticos (gene drives, en inglés), que están diseñados para diseminarse agresivamente en la naturaleza con el objetivo de extinguir especies enteras. Naciones Unidas ya identificó esta tecnología como potencial arma biológica con posibles repercusiones globales, aunque la Fundación Gates, su financiador, asegura que es para eliminar plagas. Pero el principal financiador de investigación sobre esta tecnología es el Ejército de Estados Unidos. También empresas como Monsanto y DuPont están interesadas en esa tecnología. Paradójicamente, al mismo tiempo que el grupo de científicos alertaba al mundo sobre los riesgos de estas tecnologías, la Comisión de Bioseguridad de Brasil, publicó una nueva normativa, que lo convierte en el primer país del mundo que considera liberar esta tecnología de alto peligro.

El grupo de expertos del BCA afirma que como el avance de las manecillas del reloj no es automático, sino producto de hechos y voluntades políticas, la humanidad también puede ejercer otras voluntades para regresarlas. Por ejemplo: a contrapelo de los que escalan la amenaza nuclear, la Asamblea de Naciones Unidas acordó en julio de 2017 establecer un Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares, legalmente vinculante y con vistas a su eliminación total. Como en tantos otros temas, fue un mensaje claro de lo que quieren la vasta mayoría de países y habitantes del planeta.

En el caso de la biología sintética y los impulsores genéticos, 160 organizaciones campesinas, ambientalistas, sindicales e indígenas llamaron a finales de 2016 al Convenio de Diversidad Biológica (CBD) a instaurar una moratoria a esa tecnología, con vistas a su prohibición total. La Fundación Gates usó ingentes cantidades de dinero para impedir que esa moratoria se adoptara. Pero en diciembre 2017, un grupo de expertos bajo el Convenio de Diversidad Biológica emitió un reporte crítico que recupera la necesidad de extrema precaución, el cual será próximamente considerado.