Hoy recordaremos los mayores problemas ambientales del año 2016. Una serie de ecocidios que destruyeron los recursos naturales latinoamericanos, tras el paso devastador de doce meses llenos de sangre, dolor y lágrimas.
Cuando el dinero impone sus propias reglas de juego en el planeta Tierra, se establece un desequilibrio ecológico en nuestros territorios latinoamericanos, que se acrecienta con la inacción judicial de los organismos públicos, que son incapaces de aplicar las leyes ambientales vigentes, para castigar con celeridad los hechos delictivos presentados.
La gran delincuencia en contra de la Pachamama, es un problema multifacético dentro de las regiones latinoamericanas, ya que cada empresario, latifundista, guerrillero o político, tiene sus propias ambiciones económicas que deben ser rápidamente alcanzadas, violentando la santidad del Medio Ambiente y fructificando la ignorancia de sus decisiones.
Desde el municipio de Utuado en Puerto Rico, pasando por el estado de Mato Grosso en Brasil, y llegando hasta la ciudad de Salta en Argentina, existen terribles inconvenientes ambientales que se vienen ocultando en paquetes turísticos, en hoteles cinco estrellas y en enormes centros comerciales, que NO reflejan la realidad socio-ambiental de la geografía latinoamericana.
Por eso, explicaremos los 10 principales ecocidios visualizados en América Latina durante el año 2016, para NO quedarnos calladitos en el abismo de la impunidad, y para alzar la voz de protesta social junto a la ciudadanía.
En el puesto número diez, encontramos el derrame de fuel oil en las aguas del río Paraná en Argentina, específicamente en el kilómetro 1078 a la altura de la localidad de Bella Vista de la provincia de Corrientes, donde un buque remolcador paraguayo en pleno proceso de hundimiento tras chocar con un objeto en el fondo marino, ocasionó la gran mancha de hidrocarburos que pudo ser registrada y difundida gracias a un vehículo aéreo no tripulado. Si bien los integrantes de la embarcación marítima salieron ilesos del incidente, nuestra querida Madre Naturaleza no tuvo la misma suerte en las profundidades del colosal río.
En el puesto número nueve, tenemos la tala ilegal de 129 árboles nativos en el Humedal de Mantagua en Chile, que afectó casi 4000 metros cuadrados de la vegetación autóctona presente en el ecosistema chileno, y que generó la tala indiscriminada de 109 maitenes, 16 huinganes, 3 molles y un litre. La construcción de un cerco privado para dividir terrenos, fue la excusa perfecta para deteriorar el hábitat de las aves acuáticas, ribereñas y migratorias, que ayudan a preservar los tesoros de la región de Valparaíso.
En el puesto número ocho, resaltan los 45 galones de combustible búnker derramados en el río Daule de Ecuador, por culpa de la impericia de un calderista de la empresa Balsera Sudamericana (Balsasud), que se tradujo en el racionamiento preventivo del agua potable para todos los habitantes de Guayaquil, quienes por miedo al desabastecimiento del vital líquido realizaron compras nerviosas en los supermercados, pues la gran mancha aceitosa puso en riesgo la calidad del agua en la planta potabilizadora La Toma.
En el puesto número siete, se hallan los 250 árboles talados en la ciudad de Medellín en Colombia, para dar paso a otro espectacular centro comercial que se come los recursos naturales neogranadinos. El sector Belén La Mota ubicado en el occidente de Medellín, fue la zona geográfica del atropello ambiental que acelera la peligrosa desertificación de la capa vegetal, y que pese a los esfuerzos de los activistas colombianos para detener el proyecto del ecocidio, no se pudo evitar que la codicia de la empresa Cimento y la inacción del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, lograran dejar sin techo y sin alimento a la fauna silvestre del extinto micro-hábitat urbano.
En el puesto número seis, señalamos el voraz incendio perpetrado en el basurero de Kara-Kara en Bolivia, donde se encuentra el llamado “Cementerio de llantas” ubicado a 10 kilómetros de Cochabamba. Miles de litros de agua necesitaron los valientes bomberos bolivianos, para controlar las llamas del fuego ocasionado por la irracionalidad de personas inescrupulosas, que planificaron el incendio con gasolina para forzar el cierre del mencionado basurero. La toxicidad del humo desprendido en tres hectáreas de llantas quemadas, aceleró la grave contaminación del aire en las comunidades de Pampa San Miguel y Arrumani, porque las partículas sólidas de cenizas, hollín y polvo, acrecentaron las enfermedades respiratorias para los lugareños que inhalaron el letal monóxido de carbono, azufre y metano.
En el puesto número cinco, visualizamos el derrame de 25.000 barriles de petróleo en el sur del estado Anzoátegui en Venezuela, tras la ruptura de un oleoducto de 36 pulgadas a cargo de Petro-Anzoátegui. La descomunal mancha de hidrocarburos llegó hasta el río Aribí en el pueblo de Santa Clara, y aunque la tragedia ambiental intentó ser ocultada por la empresa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), se supo que el derrame alcanzó las aguas del río Pao que tiene desembocadura en el ancestral río Orinoco, y también afectó lagunas, quebradas y morichales, que yacen en los predios aledaños al accidente petrolero.
En el puesto número cuatro, recordamos las 57 hectáreas de manglar devastadas en el malecón Tajamar de la ciudad de Cancún en México, para facilitar la construcción de más infraestructura comercial en la capitalista nación azteca. El ecocidio en Tajamar fue cometido en horas de la madrugada, permitiendo que la vileza de los ladrones pudiera violar y boicotear el oxígeno del manglar. Reptiles y aves que custodiaban gratuitamente las bondades naturales del hermoso paisaje mexicano, fueron arrasadas y sepultadas vivas para que el flujo hidrológico del bosque pantanoso, jamás defendiera sus derechos patrimoniales con la olvidada Ley General de Vida Silvestre.
En el puesto número tres, subrayamos los más de 900.000 galones de melaza derramados por el ingenio azucarero La Magdalena en El Salvador, ubicado en el distrito de Chalchuapa del departamento de Santa Ana. Una significativa porción de esa melaza llegó con rapidez hasta las aguas del río San Lorenzo y La Magdalena. La magnitud del derrame ocasionado por la elevada temperatura que sobrepasó al contenedor de melaza, hizo que los litros de su dulce travesía viajaran hasta el fronterizo río Paz, el cual desemboca en el Océano Pacífico y opera como línea divisoria entre El Salvador y Guatemala. La emergencia sanitaria para ambos países centroamericanos, se intensificó por el mal olor de los peces muertos, por el riesgo de intoxicación que sufrieron decenas de familias humildes, y por la dificultad para aplacar la viscosidad de la sustancia expandida en la superficie.
En el puesto número dos, destacan las más de 600.000 hectáreas de madera de pino taladas en Honduras, para combatir la agresiva plaga del gorgojo de pino (Dendroctonus frontalis), que ha provocado una altísima tasa de deforestación en suelo hondureño durante el año 2016. No hay duda que el majestuoso Parque Nacional La Tigra, que simboliza el gran pulmón vegetal de la biodiversidad hondureña, fue brutalmente deforestado por culpa de la malapraxis gubernamental para frenar el ataque del insecto. Paradójicamente, el salvaje motor de todas las motosierras utilizadas para cortar los pinos, no pudo erradicar totalmente el contagio del gorgojo en los bosques de coníferas, y ahora existe temor en la ciudadanía por el posible aumento de la sensación térmica, de las inundaciones, de la sequía extrema, y de la disminución en la obtención de fuentes confiables de agua.
Y en el puesto número uno, se encuentran los diez derrames de petróleo que socavaron la región amazónica de Perú en el año 2016, siendo una seguidilla de destrucción ambiental que perjudicó directamente a los pobladores de los departamentos de Loreto y Amazonas. Las oxidadas tuberías de PetroPerú destruyeron el modo de vida de los pueblos originarios y de los campesinos, quienes vislumbraron en primera fila como el grandioso Oleoducto Norperuano, se robó la dignidad humana y el respeto al Medio Ambiente.
Falta de estudios de impacto ambiental, contratos carentes de seguridad laboral, fugas de crudo en el canal de flotación, fallas en los planos que demarcan los cruces de agua, alertas de contingencia a destiempo, instalación de grapas en ductos obsoletos, fisuras y filtraciones en los tanques de distribución, y declaraciones públicas llenas de cinismo y desinformación.
Los diez derrames de petróleo en la amazonía peruana a lo largo y ancho del 2016, se cansaron de envenenar el alma de los ríos Marañón, Chiriaco, Utcubamba, Nieva, Ucayali y Morona. Se cansaron de asesinar el espíritu de los lagartos, del sachavaca, del puma, del sajino, del bagre, de la trucha, del zungaro y del ronsoco. Y se cansaron de asfixiar el corazón de la orquídea, del copaibo, de la bromelia, del cedro y de las palmeras.
El libertinaje corporativo de la empresa estatal PetroPerú, hizo que los más justos pagaran el precio del barril por los más pecadores. Como un reflejo perfecto de la sociedad moderna, los indígenas peruanos que NO necesitan billetes en los bolsillos para disfrutar de la vida, terminaron ahogando su riqueza cultural en un mar de impotencia, frustración y resignación.
La desesperación convierte la riqueza cultural en una lucha de supervivencia. Es consabido que obreros e ingenieros de PetroPerú, reclutaron ilegalmente a niños indígenas de la selva peruana, y les pagaban menos de cinco soles por llenar un balde con el petróleo derramado, sin importarles que los jóvenes exponían su propia salud, para rescatar el valor bursátil del maldito dinero.
Gracias a la empresa PetroPerú, las comunidades indígenas peruanas se quedaron sin agua, sin pesca, sin agricultura, sin yuca, sin plátano, sin cacao, sin maíz, sin tierra y sin sueños. Y gracias a la empresa PetroPerú, las comunidades indígenas peruanas se quedaron con bronquitis, con diarrea, con verrugas, con dolores de cabeza, con vómitos, con llanto, con hambre y con muchísima desesperanza.
Recorrimos la hermosa geografía de América Latina, y sufrimos el dolor de una cicatriz en la Amazonía, que arde con la sal enrojecida del planeta Tierra.
Es imposible soñar con la sustentabilidad de un Mundo claramente insostenible. Vimos que el capitalismo salvaje compra las mejores licencias ambientales, compra el silencio de los corruptos entes gubernamentales, y compra la desenfrenada barbarie genocida que impera en el siglo XXI.
Usted y yo conocemos muchísimos más ecocidios perpetrados en el año 2016, pero si nos quedamos callados y no denunciamos los problemas ambientales de nuestras comunidades, pues estaremos siendo cómplices de las corporaciones nacionales y extranjeras, que se dedican a polucionar los territorios latinoamericanos que habitamos a diario.
Con el poder de las redes sociales en nuestras manos, ya NO hay excusas para evadir el compromiso ecológico a favor del planeta. Denunciemos los delitos en Facebook, en Twitter, en Instagram y en WhatsApp. Utilicemos las herramientas tecnológicas para el bienestar del Medio Ambiente, olvidando la eterna indiferencia y despertando una nueva conciencia.
De enero a diciembre y de lunes a domingo, la Madre Tierra exige respeto, amor y voluntad de cambio en los Seres Humanos, para convertir la amarga pesadilla ambiental del año 2016, en una luz de esperanza positiva que ilumine los caminos del 2017.