Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino |
El 21 de septiembre de 2014, centenares de miles de personas se movilizaron exitosamente en el marco de la “Marcha del pueblo por el clima”, en ciento cincuenta y ocho países. Convocada para los dos días previos al comienzo de las reuniones de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas en Nueva York, esa marcha ha sido el mayor acontecimiento mundial organizado en pro de la justicia climática. Los partícipes de ese movimiento seguirán multiplicando sus acciones a lo largo de todo el año hasta la realización de la vigésimo primera Conferencia de las partes de la convención marco de las Naciones unidas sobre los cambios climáticos (Cop21) que tendrá lugar en París entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre de 2015.
De ahora en más el tema del cambio climático ha entrado –finalmente – a formar parte de la agenda mediática y política mundial. Tal vez lo haya hecho un poco tardíamente, pero, en fin. De este modo la opinión pública se hace cargo de este tema fundamental y comienza a propagarse en nuestras sociedades un amplio y saludable debate sobre este tan espinoso problema de nuestro modelo de desarrollo.
Pero existe otra amenaza, lamentablemente menos percibida hasta ahora, que planea peligrosamente sobre el planeta: el cambio oceánico. Recordemos que los océanos producen la mitad del oxígeno que consumimos gracias al fitoplancton. Absorben además más de una cuarta parte del dióxido de carbono que descargamos en la atmósfera. Durante el año 2013 estas emisiones de CO2 alcanzaron un nuevo y trágico record. Tres mil millones de personas deben su subsistencia a los grandes áreas hídricas en las que además se generan directamente e indirectamente 350 millones de empleos. Los litorales constituyen las principales cuencas de poblamiento y acogen a la mayor parte de las infraestructuras necesarias para la actividad humana. Más de una tercera parte del petróleo consumido por la humanidad y una cuarta parte del gas natural proceden de áreas submarinas.
Como se menciona en un reciente informe publicado por la Global Ocean Commission (Comisión oceánica mundial) titulado: “De la declinación a la restauración – Un plan de salvataje para los océanos del mundo” “no es exagerado afirmar que toda forma de vida terrestre incluida nuestra propia supervivencia, depende del buen estado y de las riquezas del océano. La diversidad biológica que contiene es prácticamente inestimable. Razón por la cual somos miles los que lo necesitamos como fuente alimentaria, de oxígeno, de estabilidad climática, de lluvia y de agua potable, de transporte y de energía, de entretenimientos y de medio de subsistencia” Nuestra deuda vital con los océanos es inmensa… pero nuestro ecosistema más vasto – los océanos conforman cerca de las tres cuartas partes de la superficie del planeta – se halla actualmente ante un peligro mayúsculo.
En un artículo elocuentemente titulado « Sea Change: The Ecological Disaster That Nobody Sees » ( “El cambio oceánico: un desastre ecológico que nadie ve” (2), el periodista estadounidense Richard Schiffman señala así como “estamos muy informados sobre el hecho de que nuestra civilización industrial desestabiliza el clima terrestre [ pero ] pocas personas saben que se está produciendo otro desastre ambiental: la crisis mundial de los océanos”. Apoyándose también él en las alarmantes conclusiones del informe de la Comisión Oceánica Mundial, hace sonar el alerta: “los expertos nos informan que estamos enfrentados a un proceso de extinción de especies en los océanos que podría rivalizar con causo la “Gran extinción” del Pérmico (hace 250 millones de años) cuando desapareció el 95% de las especies marinas a causa de la combinación de efectos tales como el aumento de las temperaturas, la acidificación, la pérdida de oxígeno y la destrucción de los habitats – similares condiciones a las que nos estamos enfrentado en la actualidad”.
En efecto, la situación es grave. Pero esta vez solo algunas décadas de actividad humana han sido suficientes para conducirnos directamente al abismo. Como lo destaca la Comisión “nuestros océanos están deteriorándose. La destrucción de los habitats, la pérdida de biodiversidad, la pesca excesiva(3) la contaminación, el cambio climático y la acidificación de los océanos están conduciendo a la perdición del sistema oceánico. Su control es totalmente ineficiente y la anarquía reina sobre las olas en alta mar”. Y agrega : “Los progresos tecnológicos y la inexistente reglamentación ahondan la brecha entre ricos y pobres: los países capaces explotan los recursos y estos disminuyen, mientras que los países que no disponen de medios para hacerlo sufren las consecuencias. La estabilidad regional, la seguridad alimentaria, la resiliencia climática y el porvenir de nuestros hijos se hallan todos amenazados”
El documento señala cinco factores principales que, actuando de manera combinada, prometen al ritmo en que van las cosas, un irreversible deterioro mundial de los océanos. Esto se debe a la explosión de la demanda de recursos, del desarrollo de nuevos medios tecnológicos de explotación y de exploración, utilizados a partir de una lógica exclusivamente dirigida a la obtención de beneficios sin límite, de la disminución de los stocks de peces, del cambio climático y de la falta de reglamentaciones en las áreas de alta mar que constituyen por sí solas el 64% de la superficie marítima mundial. Mantenido al margen de toda jurisdicción nacional, este espacio – que “cumple (…) una función esencial para el mantenimiento de la vida en zonas que se encuentran en los límites de las jurisdicciones nacionales de los Estados costeros” se halla sometido a toda clase de pillajes: sobre extracción de recursos, sobre pesca (4), contaminación – especialmente de plásticos (5), etc. De modo que según los autores del informe, “si el principio de la “libertad en alta mar” (…) que antiguamente evocaba imágenes de aventuras y de oportunidades, contiene hoy en día la imagen de la implacable tragedia de “los bienes comunes”, caracterizada por el empobrecimiento de los stocks de peces y de otras preciosos recursos marinos. La libertad solo es explotada por aquellos que cuentan con medios financieros y la posibilidad, testimoniando su falta de responsabilidad y de justicia social”.
En este contexto, el cambio climático produce muchos fenómenos peligrosos e incontrolados. Estimula el proceso de acidificación de las aguas. En efecto el aumento de CO2, en el aire refuerza mecánicamente su presencia en el océano, en el que modifica inmediata y progresivamente, los equilibrios carbónicos. Esa acidificación, cuya tasa no ha sido tan alta desde hace 300 millones de años, afecta ya los equilibrios vitales de una gran cantidad de especies vivas (corales, moluscos y plancton que producen nuestro oxigeno) destruyendo sus esqueletos y sus valvas conformadas por carbonato de calcio. Finalmente un aumento tan importantes de la temperatura terrestre devastará la vida marina. De modo que, según la Comisión “es la misma vida del océano mundial, desde el más pequeño fitoplancton hasta la más grande de las ballenas, lo que será afectado” por estos “cambios sin precedentes de las condiciones físicas y químicas que están afectando ya la distribución y la abundancia de los organismos y de los ecosistemas marinos”. Como juiciosamente sintetiza Richard Schiffman: “Menos plancton significará menos oxígeno y más dióxido de carbono en la atmósfera, algo que reforzará el vicioso círculo del cambio climático”.
El cambio climático acelera igualmente el recalentamiento de los océanos. Debido a que han almacenado alrededor del 90% de la energía debida al calentamiento de la temperatura terrestre en el curso de los últimos decenios, su temperatura media ha aumentado 0,7°C, luego de mantener durante un siglo su temperatura promedio en la superficie. Se estima que, en algunas regiones, ese aumento llegará más de 3° antes de fines del siglo XXI. Este fenómeno perturba directamente los equilibrios alimentarios en las profundidades y afectará gravemente la seguridad alimentaria procedente de la pesca. Para la Comisión “esto plantea (…) consecuencias alarmantes sobre la vida de los océanos y constituye probablemente el mayor e invisible desastre ambiental de nuestro tiempo”.
Un segundo informe, publicado esta vez por la Organización Meteorológica mundial (OMM) (6) confirma las sombrías previsiones de la Comisión Oceánica mundial. Se afirma también allí que “es probable que el calentamiento de los océanos tenga efecto directo sobre la fisiología de los organismos marinos” y señala una tercera consecuencia negativa del calentamiento climático: la desoxigenación de los océanos. El efecto combinado de la temperatura y de la acidificación altera la presencia de oxígeno en el agua. Su cantidad debería según los sitios bajar en el 1% y el 7% durante el transcurso del siglo.
La reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero no es por lo tanto, solo, un imperativo climático. Se trata igualmente de salvaguardar nuestro principal ecosistema indisolublemente vinculado al de las condiciones de nuestra propia supervivencia. Para preservar los océanos mundiales es necesario luchar al mismo tiempo contra el calentamiento climático, la contaminación, la salvaje sobreexplotación de sus inmensos recursos, reglamentar la pesca mundial, las áreas de alta mar, etc. Pero sobre todo y vale tanto para los océanos como para el clima: para salvarlo y rehacer “una nueva frontera para la humanidad” necesaria para su desarrollo futuro en el contexto de su programada expansión y he aquí “un volante de orientación para el relanzamiento de (su) actividad”, solo hay una solución: cambiar el sistema.
Notas:
1) Este informe fue publicado en junio de 2014. Se puede bajar en siete idiomas: http://www.globaloceancommission.org/fr/news-fr/le-rapport-final-de-la-commission-ocean-mondial-est-enfin-disponible/
2) Leer en el sitio Truthout: http://www.truth-out.org/news/item/26202-sea-change-the-ecological-disaster-that-nobody-sees
3) En 1950, el 1% de las especies eran víctimas de la sobrepesca. Ese porcentaje llega actualmente al 87%.
4)Se practica en una limitada cantidad de países tales como Japón, Corea del Sur, Taiwan, España, los EEUU. Un segundo grupo de países se halla conformado por Chile, China, Indonesia, Filipinas y Francia.
5) Según el informe, el 80% de la contaminación marina procede de fuentes terrestres. Empujado por los vientos y las corrientes marinas, el 15% de los deshechos producidos por nuestras sociedades flotan en la superficie, 15% se hallan en suspensión, 70% se depositan en el fondo. Por otra parte la producción mundial de plásticos ha pasado de 63 millones de toneladas en 1980 a 270 millones en 2010 (y se estiman unos 540 millones de toneladas para el 2020). Estos desperdicios plásticos – cuyas micropartículas entran en la cadena alimentaria humana – constituyen una parte sustancial de la contaminación global.
6) Leer “Temps et climat : mobilisons les jeunes”, Boletin de la Organización Meteorológica Mundial, volumen 63 (1) 2014 , http://library.wmo.int/opac/index.php?lvl=bulletin_display&id=3099#.VCPnRoVjkiZ ).
7) Según las fórmulas del diputado europeo Jean-Luc Mélenchon, en su artículo titulado “ La France, puissance maritime qui s’ignore” (RIS – La revue internationale et stratégique, n° 95, automne 2014). Dicho dirigente político expresa “incorporar la política al mar” y construir una “economía del mar” respetuosa de este “amenazado bien común” para transformarlo en un « laboratorio del ecosocialismo”, http://www.iris-france.org/Archives/revue/numero_95.php3)