Clarisa Ercolano

mdzol.com

 

En el municipio de Santa Rosa, la empresa Multicultivos, ya realiza pruebas para llevar adelante el cultivo de soja. Del mismo modo, y en una etapa más avanzada, tanto en el departamento de San Rafael como en Lavalle, hay empresarios que se han decidido a sembrar soja bajo riego.

 

Las pruebas han llegado sponsoreadas por la multinacional Nidera que ve con buenos ojos masificar el cultivo en el sur provincial, siguiendo una línea de producción que abarca Córdoba, San Luis y ahora Mendoza.

 

Claro que más allá de las promesas de rentabilidad y apertura de nuevos negocios, la soja, el cultivo que en los últimos 10 años ha expandido su frontera agrícola un 60% en Argentina, existe una realidad que pocas veces se revela.

 

Patricio Eleisegui es periodista de Iprofesional y autor del libro Envenenados y consultado por MDZ señaló que “la experiencia de la soja en San Rafael viene a confirmar que hay una decisión política concreta de profundizar la expansión de un cultivo que, como ningún otro, garantiza alta rentabilidad a un costo siempre en descenso. Todo esto, sin importar que la oleaginosa, como alguna vez lo reconoció el mismo INTA, erradique puestos de trabajo del campo o desplace cultivos clave para la supervivencia de numerosas economías regionales”.

 

Y detalla: “Hay que pensar que mientras actividades como la ganadería aseguran hasta 10 empleos cada 100 hectáreas, la soja apenas si puede garantizar 1. Es más, en provincias como Entre Ríos se han dado casos de pooles de siembra que, dotados con la última maquinaria, están haciendo hasta 1.000 hectáreas de soja con un único empleado. De modo que si la idea es plantear esto de San Rafael como una oportunidad productiva, de entrada se está sosteniendo una falacia”.

Vale recordar que el año pasado un equipo de abogados argentinos decidió tomar cartas en el asunto y presentó una demanda colectiva por daño ambiental contra la implantación de cultivos y la venta de organismos genéticamente modificados (OGM´s), conocidos como transgénicos, ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La nómina de demandados está encabezada por el estado nacional y seguida por las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santiago del Estero, el Concejo Federal de Medio Ambiente y las empresas que los comercializan como Monsanto, Syngenta, DuPont, Novartis, Nidera, Dow AgroSciences, Pioneer, Agrevo, Ciba Geigy y ArgenBio y Bayer.

La demanda tiene entre otros objetivos, que se prohíba la aplicación de los agroquímicos utilizados para su cultivo hasta tanto se determine científicamente su inocuidad para el ambiente y la salud de los seres vivos. Los abogados ambientalistas además reclaman que el Congreso legisle sobre bioseguridad y condene a las firmas demandas a reparar el medioambiente y pagar indemnizaciones en caso de que sea necesario.

En el mismo sentido también se expresó Eleisegui, quien señala que “después está la cuestión de los agroquímicos que demanda la oleaginosa. Desembarcará con fuerza el glifosato, herbicidas prohibidos en la Comunidad Europea por su toxicidad como la atrazina, o los productos derivados de la industria bélica como el 2,4-D. Se intensificará la aplicación de insecticidas como el clorpirifos, de uso restringido hasta en los Estados Unidos; país que normalmente permite la pulverización con cualquier químico. En definitiva, la anuencia para avanzar con soja en San Rafael explicita, además, cómo se sigue expandiendo la frontera agropecuaria de lo que, por cantidad de superficie ocupada, claramente puede definirse como monocultivo. Pero no debería sorprendernos”.

Por último, el autor de Envenenados remarca que a la par de Mendoza, en provincias como Neuquén también se discuten proyectos para desarrollar soja. “De concretarse esto último, motorizado por un proyecto denominado Patagonia Sustentable, asistiremos a la primera –e impensada– irrupción del poroto que reporta millones en uno de los tramos más fríos e inhóspitos del país.

 

Los cultivos transgénicos, encabezados por la soja y el maíz en Argentina se comercializan con los herbicidas y pesticidas que requieren para su desarrollo, en forma de paquete.

 

Justamente, el caso más común es el de la soja ‘Roundup Ready’ (RR) de Monsanto, una semilla resistente al herbicida Roundup, a base de glifosato. La soja transgénica ya colonizó el 59% de la tierra cultivable en Argentina, de acuerdo a un estudio elaborado por el Centro de Biodiversidad de Noruega.

 

Las empresas que comercializan las semillas de soja RR son justamente Nidera (58%) Monsanto (19%), Don Mario (16%) y Relmo (3%), todos ellos tienen una licencia de uso de la tecnología de Monsanto. Para Monsanto, la semilla de soja representa sólo el 10% de su negocio en el país, contra el 90% de la venta de agroquímicos y de híbridos de maíz y girasol.