Entrevista a Walden Bello, investigador, escritor y un reconocido activista antiglobalización y por la defensa de los derechos humanos
Gloria Martínez
Periodismo Humano

Walden Bello (Manila,1945) estudiaba sociología en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, a comienzos de los 70 cuando comenzó su activismo político convirtiéndose en una de las figuras destacadas del movimiento internacional tanto para restaurar la democracia en Filipinas como de la Coalición contra la Ley Marcial decretada por Ferdinand Marcos para seguir siendo presidente. Fue arrestado en varias ocasiones y en 1978 fue encarcelado por las autoridades estadounidenses por participar en la ocupación pacífica del consulado filipino en San Francisco; fue excarcelado tras una huelga de hambre con la que denunció las violaciones de los derechos humanos en su país natal.

En la conversación que mantenemos con él, vía Skype, se le ve cansado. Ha estado realizando trabajos de ayuda en Manila donde las inundaciones de los pasados días causaron la muerte de más de 60 personas y más 360.000 desplazados. Fueron consecuencia de las lluvias monzónicas que según expertos de las agencias internacionales, se han agravado por el chabolismo y la acumulación de basura en el alcantarillado.

PH: ¿Cómo está la situación?

WB: Está mejor porque el tiempo ha mejorado. Básicamente se ha producido por el cambio climático.

PH:Usted fue miembro de Greenpeace Internacional en la región Sudeste asiático y su libro sobre la destrucción ambiental en Tailandia fue ampliamente divulgado y premiado. ¿Cuál es la relación entre la crisis financiera y la medioambiental?

WB: Las dinámicas de la globalización , del capitalismo, han contribuido a la crisis medioambiental en gran medida. Cuando miramos al capitalismo y su relación con la naturaleza, vemos que la naturaleza viva se ha convertido en productos muertos a causa de intereses privados, creando un enorme desperdicio en el proceso. Las crisis financiera, alimentaria y medioambiental están muy relacionadas con las dinámicas del capitalismo y la globalización.

PH: A lo largo de su carrera ha escrito numerosos libros como “Las guerras de las comidas. Crisis alimentaria y políticas de ajuste estructural” (Virus Editorial), en el que detalla los orígenes de la llamada “crisis alimentaria” y los mecanismos que han contribuido a profundizarla como el ajuste estructural, el libre comercio y las políticas encaminadas a desviar los excedentes de la agricultura hacia la industria. Hablábamos de la vinculación de la crisis económica con la medioambiental pero, ¿cuál es su relación con la crisis alimentaria?

WB: Las dos crisis forman parte de una crisis mayor, la de la globalización. La crisis alimentaria fue creada por la globalización de la producción de los alimentos, por las corporaciones, por la introducción de nuevas políticas en la producción de alimentos especialmente en los países en desarrollo. Las dos crisis, económica y alimentaria, están ligadas a las políticas del nuevo liberalismo que van en detrimento de muchos sectores de la sociedad como los pequeños agricultores y consumidores (en el caso de la crisis alimentaria) y de la clase media (en el caso de la crisis financiera).

En 2008 fue el peor momento por el aumento en más de un 300 por cien de los precios en sólo tres meses.

PH: Ahora la FAO está advirtiendo sobre una nueva crisis alimentaria, ¿cómo ve la situación?

WB: Sí, hay una gran amenaza. Los precios están ascendiendo de nuevo y el cambio climático está afectando mucho más las dinámicas de producción: incendios, inundaciones… Se puede ver esa relación de la que hablábamos entre la crisis medioambiental y la alimentaria, la crisis de la agricultura. No puedo pronosticar cuánto van a subir los precios pero sí que vamos a ver otra subida desmedida.

PH: ¿Qué opinión tiene de la Política Agraria Común (PAC) de la UE y su reforma el próximo año?

WB: La PAC se tradujo en políticas muy determinantes, especialmente en los países en desarrollo y en África. Se dieron grandes subsidios favoreciendo el interés de los grandes productores, se creó el incentivo del dumping (establecer precios más bajos que los gastos de producción en el país al que se va a exportar)… La liberalización del comercio permitió que la carne de vacuno subvencionada y barata de la UE entrase en África arruinando a los ganaderos de muchos países del África occidental y meridional. Lo mismo pasó con el cereal. La PAC tampoco creo que vaya a ayudar a los pequeños agricultores europeos, aunque destruya las naturales dificultades que tienen los agricultores en los países en desarrollo para competir en los mercados debido a los subsidios y al dumping. Los subsidios están para ayudar a los grandes agricultores no a los pequeños.

PH: La agricultura ecológica, ¿es una de las soluciones para salir de esta crisis?

WB: Creo que sí, es mucho mejor a nivel medioambiental, es menos intensiva. Es social y medioambientalmente positiva, sobre todo en interés de los pequeños agricultores. Al mismo tiempo creo que aunque el precio de los productos ecológicos puede ser superior, son más rentables en términos de salud. Muchas corporaciones están incorporando productos ecológicos a sus marcas: en la medida que se convierte en rentable, se empieza a integrar en el sistema de agronegocios dominante. Las grandes corporaciones de agricultura son muy inteligentes captando tecnología para aumentar la productividad pero no se puede hacer solo solo cambios en tecnología, también has de hacerlos en dirección, en la estructura de producción… para que sea más igualitaria.

PH: En el libro relata las consecuencias de la Revolución Verde en Latinoamérica, África y Asia, ¿quedan secuelas?

W. B.: La Revolución Verde creo desilusión por toda la dependencia química en la agricultura. Aumentó la producción pero también los conflictos sociales sobre todo en Asia e India donde la tierra fue acaparada por los grandes agricultores que eran los que se la podían permitir en mayor medida la dependencia química y tecnológica. Lo que la Revolución Verde creo, entre otras cosas, fue la disminución de los pequeños campesinos.

PH: Comenta en el libro que la agricultura africana “es un caso ilustrativo de cómo la economía doctrinaria puede destruir la base productiva de todo un continente”. ¿El acaparamiento de tierras y la especulación están relacionados?

WB: Sí. África no es que fuera autosuficiente en alimentos sino que exportaba una media de 1,3 millones de toneladas de alimentos entre 1966 y 1970. Hoy, importa el 25 por ciento de los alimentos que consume y casi todos los países del continente son importadores netos de alimentos. En el libro explico que en África, el BM y el FMI realizaron una gestión a nivel micro, llegando a tomar decisiones sobre a qué velocidad debían eliminarse las subvenciones, a cuántos funcionarios había que despedir e incluso, como en el caso de Malawi, cuántas reservas de grano debían venderse y a quién.

Ahora empezamos a ver que países con escasez de tierras que están comprando o alquilando tierras en otros países para exportar, como Qatar en África. Esto es muy desestabilizador porque los agricultores de estos países, especialmente los pequeños, se convierten en productores para los países ricos; la especulación en la tierra se traduce en especulación financiera.

PH: Eric Hobsbawn, (“La Era de los extremos”, 1994) escribió que “la muerte del campesinado era el cambio más dramático y de mayor alcance social de la segunda mitad de este siglo” que “nos distancia para siempre del mundo del pasado”. Pero como usted comenta en el libro, “los campesinos se han resistido a desaparecer sin más”, muestra de ello es la creación en 1993 de Vía Campesina.

WB: Sí, tanto en el Sur como en el Norte, los agricultores y muchas otras personas intentan huir de los caprichos del capital reproduciendo la condición campesina, regresando al campo y poniéndose a explotar un recurso básico limitado independiente de las fuerzas del mercado. La emergencia de una agricultura urbana, la creación de redes que conectan a consumidores y agricultores dentro de una región determinada…es lo que Jan Douwe Van der Ploeg califica de movimento de “recampesinización”.

PH: Trabajó en el Instituto para Políticas de la Comida y el Desarrollo (Institute for Food and Development Policy), fue presidente en Filipinas de la coalición Coalición para la Libertad de la Deuda (Freedom from Debt Coalition) y ha participado en numerosas movilizaciones contra la Organización Mundial del Comercio (OMC), eventos antiglobalización, foros sociales y cumbres alternativas. ¿Qué opinión le merece el actual movimiento ciudadano español 15M?

WB: Tiene mucha importancia. Lo que hay en Europa es una crisis del capitalismo, de la globalización, es la peor crisis desde la Gran Depresión. Por culpa de la irresponsabilidad de los bancos ahora tenéis las imposiciones de los programas de austeridad en toda Europa pero principalmente en el Sur, en países como Grecia o España donde se han cortado las posibilidades de crecimiento.La respuesta de la gente, los movimientos de los indignados y de Occupy Wall Street, son muy positivos. Es solo el primer paso.

PH: ¿Cuáles son los siguientes?

WB: La gente se está empezando a dar cuenta de que tienen que organizarse más, no solo localmente, también nacional e internacionalmente. Tienen que conectarse con otras fuerzas, incluyendo las que estuvieron en el seno de los movimientos antiglobalización en los 90. Para ser efectivo hay que trabajar mucho más en red pero desde la flexibilidad. Tanto Occupy como los Indignados crearon una gran energía que dará lugar a trabajo más organizado, a un pensamiento más profundo sobre la crisis. En los últimos cinco años parecía que la crisis era solo en Europa y EE.UU. y no afectaba a Asia pero ahora estamos empezando a ver que aumenta la población en China e India, y Brasil está empezando a caer porque continúa aumentando su dependencia del mercado europeo y estadounidense. Lo primera cara de la crisis fue el colapso en Wall Street, la segunda se vio en Europa y la tercera será que las economías asiáticas incluyendo China van a empezar a pararse, en los próximos años. La crisis va a ser global.

PH: ¿Cree que la crisis puede acabar con el capitalismo?

WB: No estoy seguro de si usaría esos términos pero lo que está claro es que no podemos continuar con el mismo dominio de las corporaciones y el mercado, que es lo mismo porque el mercado está controlado por las corporaciones. Es cierto que se puede hablar de una economía postcapitalista. El mercado no tiene que desaparecer porque puede desempeñar un papel distinto, apoyando a los grandes valores de la sociedad.

PH: Hay quien piensa que la crisis es una oportunidad para el cambio, ¿lo comparte?

WB: Hay que ir más allá del neocapitalismo liberal para ser capaces de satisfacer las necesidades de la gente. Se le llama democracia social, democracia popular, socialismo….el nombre da igual. Todas comparten la visión de que el mercado debe controlarse, el Estado tiene que jugar un rol diferente… y los movimientos y la sociedad civil tiene que tomar el liderazgo para ser capaz de transformar una economía basada en los beneficios y la competición a una economía que se base en la cooperación y persiga el bienestar general; que la economía se transforme y pase de servir a unos pocos a servir a la mayoría. La gente ve la importancia de los valores de justicia, solidaridad, comunidad…

PH: En España, hacen unos días,miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), se llevaron sin pagar comida de varios supermercados para alimentar a gente necesitada. ¿Cómo lo interpreta?

WB: Creo que pasará más veces. Es una señal que te indica que las cosas no pueden seguir por el viejo camino. Estas acciones son muy importantes en términos de movilización de la gente pero no creo que sean la solución. La solución tiene que ser transformadora en términos de estructuras económicas, de cambiar las relaciones de producción. Esto son acciones simbólicas pero que no cambian mucho la situación. Hay que pensar mucho sobre la naturaleza de la crisis, pensar en realizar cambios, ser capaz de organizarse y tener un programa de acción, acciones globales, no solo locales.

PH: En 2001 recibió el premio Suh Sang Don, concedido por las ONG asiáticos, y en 2003 fue galardonado con el Right Livelihood Award (también conocido como premio Nobel alternativo) por “sus destacados esfuerzos para formar a la sociedad civil sobre las repercusiones de la globalización y sobre cómo poner en prácticas alternativas”. ¿El mundo necesita más luchadores?, ¿es optimista?

WB: Sí soy optimista porque no tengo opción. No tenemos otra opción que luchar, no tenemos garantizada la victoria pero tenemos que seguir intentándolo con todas las opciones a nuestro alcance. No hace falta que siempre tengamos claro dónde vamos o si nuestra estrategias son las correctas o no, lo importante es estar comprometido. No pasa nada por cometer errores. Mi experiencia es que se aprende cometiendo errores, lo importante es no cometer los mismos dos veces.