Más de 200 delegaciones gubernamentales reunidas en la Cumbre de Río de Janeiro mantienen sus principios de hacer negocios con la naturaleza.
M. A. Fernández y J. Marcos / Río de Janeiro (Brasil)
Órdago a la mercantilización de la naturaleza. Ésa es la apuesta de Naciones Unidas, los gobiernos internacionales y las transnacionales como solución a la actual crisis ambiental. Es la baza de la ‘economía verde’, que nació en la década de los ‘80 con el medioambiente como el eje articulador del desarrollo, haciendo así caso omiso a quienes alertaban de la explotación excesiva del planeta.
Río+20, la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible celebrada recientemente en Brasil, pretendía encontrar una fórmula con la que ir un paso más allá en la mercantilización de la naturaleza, y convencer de su validez. Pero después de meses de negociaciones, de sumar y restar páginas, la declaración final de la cumbre, que tuvo como lema “El futuro que queremos” y convocó a cerca de 200 delegaciones gubernamentales, deja una idea vaga sobre el futuro del planeta: “Consideramos que la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza es uno de los instrumentos disponibles más importantes para lograr el desarrollo sostenible, y que podría ofrecer alternativas en cuanto a formulación de políticas, pero no debería consistir en un conjunto de normas rígidas”, dice la ONU.
Influencia de las transnacionales
El binomio crecimiento económico y recursos naturales se sustenta en un tercer pilar, el que proporcionan las empresas y la industria, a las que explícitamente se pide colaboración. “Se está asumiendo que los bienes comunes de la vida son recursos para ser explotados a su antojo por los humanos”, denuncia el sociólogo venezolano Edgardo Lander, involucrado desde hace años en los Foros Sociales Mundiales.
La Cúpula dos Povos, la versión alternativa celebrada de forma paralela también en Río, recuerda que la “economía verde” es un término financiero que hace uso de mecanismos como la profundización de la deuda público-privada, el estímulo para el consumismo, la concentración de las nuevas tecnologías, los mercados de carbono y la biodiversidad, el acaparamiento de tierras, etc. “No se puede tener un documento titulado El futuro que queremos sin mención alguna a los límites planetarios, a los puntos de inflexión, o a la capacidad de carga de la Tierra. El texto actual está completamente fuera de contacto con la realidad”, denunciaron las ONG en plena cumbre oficial.
Desembarco ‘verde’
Las empresas toman posiciones en el nuevo negocio. Incluso “algunas ONG se lamentan de que el texto no haya logrado introducir un concepto fuerte de economía verde como el motor principal para el desarrollo sostenible”, denuncian desde la alianza estatal ¿Economía Verde? ¡Futuro Imposible!
La letanía de quienes hacen negocio con la economía verde es extensa. El grupo de acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC) da nombres concretos, partiendo de la biomasa. “Las industrias más grandes del mundo convergen en torno a la biomasa, anticipando un futuro después de la petroquímica. Se están creando nuevas constelaciones de convergencia corporativa que atraviesan diversos sectores industriales”, recogen en el documento ¿Quién controlará la economía verde?
DuPont, Solazyme, Evolva SA y Amyris son los cuatro grandes conglomerados que menciona este informe, que desglosa las empresas que los integran. Son nombres más reconocibles como BP, Unilever, Chevron, Roche, Protecter & Gamble y Mercedes- Benz do Brasil, entre otras, además del Departamento de Defensa y la Marina de Estados Unidos. Y es que, algunos gobiernos del Norte también están interesados en el sector. Todos ellos ven la biomasa como el nuevo El Dorado, el camino más rentable hacia un futuro postpetróleo. Una biomasa que tiene su campo de cultivo en el Sur, como tantas otras materias primas. Por eso el Grupo ETC advierte de que la biomasa “propiciará una mayor convergencia del poder corporativo y desatará el mayor acaparamiento de recursos visto en más de 500 años. Los ‘amos de la biomasa’ corporativos están en condiciones de mercantilizar la naturaleza en una escala sin precedentes, destruyendo la biodiversidad y desplazando a los pueblos marginados”, declaran los integrantes de este grupo financiado por fundaciones y ONG de países como EE UU, Suecia, Alemania o México.
“Todos los grandes actores de las finanzas globales, así como un número creciente de fondos de inversión en cambio climático, con el apoyo del Banco Mundial, el FMI y los bancos regionales de desarrollo han elaborado documentos donde resaltan una y otra vez las grandes oportunidades de negocios que se han creado con las alteraciones del clima y los ecosistemas. A ellos se les suma la labor de animadores que crecientemente hacen los gobiernos”, suscribe el informe El trasfondo de la economía verde, firmado por Grain, Alianza Biodiversidad, Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe, y el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales.
La querencia empresarial por lo verde también se sintió en Río de Janeiro. Incluso en el interior del recinto que acogió la Cumbre de los Pueblos, donde la empresa brasileña Sebrae montó una feria para el emprendimiento sostenible. “Es posible cuidar la naturaleza y ganar dinero al mismo tiempo. La economía verde es una oportunidad para generar nuevos negocios”, explica desde la Unidad de Apoyo Andrea Faria da Silva. Edgardo Lander traduce la explicación de la representante del Sebrae: “La economía verde es el intento de construir un nuevo patrón de acumulación global que implica muchas cosas, empezando por la relegitimación del capitalismo. Ahora resulta que todas las empresas son verdes y buenas, que todas tienen conciencia corporativa”.