Entrevista a Branislav Gosovic, exintegrante de la Comisión Brundtland sobre Ambiente
Thalif Deen
IPS

La Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro se vio en gran parte desbaratada por la división Norte-Sur: una batalla entre una coalición de naciones industriales ricas y el Grupo de los 77 (G-77), actualmente integrado por 134 países en desarrollo.

En cierta forma las actuales divisiones son más profundas que cuando la Conferencia sobre Ambiente Humano, realizada en Estocolmo en 1972, la primera cumbre ambiental, y que la Cumbre de la Tierra, dos décadas después, señaló Branislav Gosovic, quien integró la delegación del Centro Sur a la conferencia de 1992. «La división afectará el proceso y el resultado de Río+20«, sostuvo Gosovic, refiriéndose a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible que se realizará del 20 al 22 de junio también en Río de Janeiro.

IPS: Como participante de la Cumbre de la Tierra de 1992, ¿tiene confianza o es escéptico respecto del resultado de Río+20?

BRANISLAV GOSOVIC: No soy optimista sobre logros o grandes avances. La reunión se llevará a cabo en un momento difícil para la economía global y nacional y después de 20 años de predominio de una globalización neoliberal.

Lo primero significa que los jefes de Estado estarán preocupados por respuestas a la crisis actual que no saben cómo manejar ni superar. Lo último perjudicó a la agenda sobre desarrollo sostenible y estancó o hizo retroceder alguna de las políticas y avances conceptuales realizados en el periodo anterior con vistas a (y en) la cumbre de Río de Janeiro.

IPS: ¿Qué opinión le merece el documento de Río+20 que se está negociando?

BG: Mantiene muchas ideas y objetivos vivos. Pero semanas antes de la cumbre, párrafos entre paréntesis (lo que indica desacuerdos) y palabras ambiguas sobre cuestiones clave indican la falta de consenso y que la comunidad internacional va rumbo a seguir en un periodo de sequía.

Pero me atrevo a ser optimista de que a la larga y luego del interludio de la globalización neoliberal, dada la maduración de muchos temas y la preocupación y agravamiento de los problemas globales identificados en Estocolmo hace 40 años, Río+20 pueda marcar el comienzo de 20 años más prometedores para la cooperación internacional hacia «Estocolmo+60, es decir Río+40».

IPS: ¿Cuál es la mejor forma de lograrlo?

BG: Se necesitará mucho trabajo, compromiso y liderazgo de algunos países que están en posición de ofrecerlo y participación de las fuerzas sociales en un movimiento global genuino.

Y lo más importante, acarreará grandes cambios estructurales y paradigmáticos sobre cómo la sociedad se organiza, a escala nacional y global, una llave que abrirá la puerta para cumplir muchos de los actuales objetivos esquivos o inalcanzables. No hay que sorprenderse de que tales cambios sean resistidos y combatidos con uñas y dientes y todos los medios disponibles por quienes se oponen.

IPS: ¿Cree que se repite la división Norte-Sur de 1992 en las actuales negociaciones del plan de acción de Río+20 titulado «El futuro que queremos»?

BG: La división Norte-Sur existe desde hace más de seis décadas, desde los primeros días de la Organización de las Naciones Unidas. Afectó y determinó el resultado de la Conferencia de Estocolmo, y la forma en que se conceptualizó la agenda ambiental, como un plan de desarrollo sustentable.

Estuvo presente en el informe y en la reunión de la Comisión Brundtland, es decir la Comisión sobre Ambiente y Desarrollo, y luego en Río 1992 y en Johannesburgo 2002. Y tal como lo muestra el actual borrador del documento final, desempeñará un papel central en Río+20.

Se puede argüir que las cuestiones ambientales usufructuaron la agenda internacional para el desarrollo y viceversa. Los problemas ambientales globales no se pueden atender ni resolver sin la participación del Sur y de los países en desarrollo desarrollándose y siendo socios iguales en la empresa.

Las cumbre gemelas sobre ambiente y desarrollo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y la llamada Cumbre de la Tierra, no se pueden hacer desaparecer como hacen algunos en los países industrializados tratando de encontrar divisiones y diferencias en el Sur.

Seguirán haciéndolo hasta que el Norte cambie su política y asuma su posición de solidaridad y se adhiera genuinamente a los principios de Río de «responsabilidades comunes y diferenciadas».

En cambio, uno observa los esfuerzos para transformar la agenda ambiental en una gran oportunidad empresarial y de creación de empleo, para proyectar una imagen de ciertos países en desarrollo clave como principal amenaza para el ambiente global.

También para enfrentar en las negociaciones sobre cambio climático a pequeños grupos de estados en desarrollo vulnerables, en un esfuerzo de nunca acabar tendiente a dividir al Grupo de los 77.

En definitiva, el conflicto Norte-Sur está vivito y coleando, dirá presente en Río+20 y se mantendrá en el futuro inmediato.

IPS: ¿Cómo se compara la Agenda 21 y el documento de Río+20 con el histórico informe de la Comisión Brundtland de 1987? ¿Se lograron avances sustanciales desde entonces y desde la Conferencia de Estocolmo?

BG: El documento de Río+20 es el resultado de un proceso de negociaciones. En ese sentido no se puede comparar con el Informe Brundtland ni con el de la Cumbre de la Tierra, ambos elaborados por equipos dedicados a esa tarea durante un largo periodo de tiempo.

Por otro lado, la mayoría de los temas articulados en el Informe Brundtland y en la Agenda 21 pueden encontrarse en el documento de Río+20, aunque redactado de forma tal que revela la falta de consenso y de compromiso para actuar.

Hubo avances en numerosas áreas, pero en las cuestiones clave y en los conflictos subyacentes, casi no hubo movimiento. Eso seguirá siendo de interés y desempeñará un papel importante en Río+20.

Uno de esos conflictos tiene que ver con las divisiones Norte-Sur, la agenda internacional para el desarrollo y el tema relacionado del orden global y político existente, que está siendo cuestionado.

El otro conflicto, menos visible, tiene que ver con la naturaleza del orden socioeconómico dominante, o el paradigma, que está siendo cuestionado por no ser sostenible desde el punto de vista social ni ambiental. Este conflicto está presente en el Norte y en el Sur.

Hubo pocos avances en la práctica sobre cuestiones fundamentales de ese tipo.

Branislav Gosovic es autor de «The Quest for World Environmental Cooperation: The Case of the U.N. Global Environment Monitoring System» (La búsqueda de la cooperación mundial para el ambiente: El caso del Sistema Mundial de Monitoreo Ambiental de las Naciones Unidas).