Autor:
* Investigador del CIM

la.pupila.insomne@gmail.com

20 años después del lanzamiento del concepto de desarrollo sustentable, los problemas ambientales se han agravado: hueco en la capa de ozono, calentamiento global, derretimiento de los glaciares, acidificación de mares, contaminación de aguas, degradación de la tierra, alteración de ciclos agrícolas, reducción de biodiversidad, catástrofes naturales, son fenómenos que se han empeorado en estas dos décadas de desarrollo sustentable.

Nota 1:

A 20 años de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre de la Tierra 92), del 20 al 22 de junio se realizará una nueva conferencia mundial en Río de Janeiro. La llamada Cumbre de Río+20 tendrá lugar en medio de una crisis general que va más allá del plano económico y se ha transformado en una crisis ambiental, climática, alimentaria, energética, económica y financiera.

Aunque Río+20 debería rendir cuentas sobre los objetivos acordados en la Cumbre de 1992, las prioridades en la agenda son la implantación de un nuevo sistema de gobernanza ambiental que cree las bases para un mercado mundial de servicios ambientales.

Las grandes potencias están decididas a imponer en Río+20 un mandato a las Naciones Unidas para empezar a desarrollar un marco legal y regulatorio supranacional, con su respectivo entorno institucional, que facilite la mercantilización y privatización de la naturaleza.

Mercantilizar la naturaleza

El interés de las corporaciones es desarrollar nuevos mercados para la venta de servicios ambientales, los cuales tienen su antecedente en los mercados de carbono que surgieron a raíz del Protocolo de Kioto. Para mitigar el impacto en los costos y su repercusión en las ganancias, se creó el crédito del carbono. Una tonelada de CO2 equivale a un crédito de carbono. Las potencias que sobrepasan el límite de contaminación permitida pueden comprar el crédito de los países pobres con una emisión por debajo del límite. Al adquirir ese margen pueden emitir o compensar una cantidad equivalente de gases de efecto invernadero.

La particularidad de los servicios ambientales es que no son prestados por una persona o empresa, sino ofrecidos sin costo alguno por la naturaleza, y las transnacionales quieren comenzar a cobrar por ellos apropiándose de las selvas tropicales, bosques plantados, ríos, lagos y ecosistemas.

Carácter especulativo de la economía verde

La “economía verde” no se basa en la producción de bienes reales sino en un mercado de bonos que se negociarán a través de las bolsas de valores. Se trata de ampliar la compra-venta de instrumentos financieros asociados a los servicios ambientales y reorientar las inversiones financieras hacia el “capital natural”, en función de ampliar los mercados especulativos de servicios ambientales que se inauguraron con los certificados de carbono.

Hoy como ayer, las nociones del “desarrollo sustentable” y “economía verde” son una cortina de humo que pretende esconder la responsabilidad de las grandes potencias industrializadas en la devastación ambiental y la destrucción del planeta. 20 años después del lanzamiento de la tesis del desarrollo sustentable, los principales problemas ambientales se han agravado: el creciente hueco en la capa de ozono, el calentamiento global, el derretimiento de los glaciares, la acidificación de los mares, la contaminación de las aguas de ríos y lagos, la degradación de la tierra, la alteración de los ciclos agrícolas, la reducción de la biodiversidad, las catástrofes naturales, son fenómenos que se han empeorado en estas dos décadas de “desarrollo sustentable”, poniendo en evidencia la irracionalidad y límites de un modelo económico basado en la depredación de la Madre Tierra.

Nota 2:

¿Qué es la “economía verde”?

Cualquiera puede pensar que la “economía verde” se refiere a la producción agrícola orgánica, energías renovables, tecnologías limpias, etc. Pero la noción que prevalece en las corporaciones transnacionales es muy distinta. La “economía verde” es un intento para superar la actual crisis de la economía a través de nuevos espacios de inversión basados en la mercantilización, explotación y privatización de la naturaleza.

Con la “economía verde” se busca cuantificar y valorizar económicamente las distintas funciones de la naturaleza e introducirlas al mercado a través de una serie de mecanismos financieros. Se trata de mercantilizar no solo la base material de la naturaleza sino también los procesos y funciones de la misma, a través del comercio de los servicios de los ecosistemas.

Así por ejemplo, en la “economía verde” se podrá no sólo mercantilizar la madera de los árboles sino también la capacidad de absorción de CO2 de los bosques. Todo esto bajo la figura de servicios ambientales que serían ofrecidos por corporaciones apoyadas por generosos incentivos fiscales, financieros y de compras gubernamentales que ofrecerán los gobiernos para cargar con los costos que deberían asumir las empresas contaminantes. En los hechos, estos costos terminan siendo trasladados a los ciudadanos que pagan los impuestos que sirven de fuente de financiamiento a tales incentivos.

Nota 3:

Desarrollo no es solo crecimiento del PIB

En la lógica imperante, el desarrollo se mide a través del comportamiento del PIB. Pobre de aquel país cuyo gobierno no muestra la eficacia de su política económica para incentivar el consumo privado como fuerza motriz del PIB. El estancamiento del ritmo de actividad económica se traduce en una caída del volumen de las ventas y, en consecuencia, en una merma de las ganancias que se materializan en cada operación de compra-venta. Cada vez que se estanca o cae el PIB, los gobiernos ofrecen incentivos, convencidos de que el desarrollo pasa por la recuperación de la demanda agregada, sustentada en la inversión pública y sobre todo en el consumo privado. Exacerbar el consumismo mercantil para recuperar las ventas y facilitar un ascendente nivel de ganancias que estimule la inversión resulta ser la panacea para reactivar la economía y, supuestamente, generar los empleos que se requieren para combatir la pobreza y la exclusión social. Una paradójica e insostenible noción de “desarrollo” que se logra al precio de depredar cada vez más la naturaleza.

Los recursos naturales son cada vez más limitados, la Tierra no tiene forma de ser ampliada y está cada vez más contaminada y degradada. Esta noción del desarrollo está cada vez más cuestionada. Según el índice Planeta vivo de la ONU (2010) en menos de 40 años la biodiversidad global sufrió una merma del 30% y desde 1998 las emisiones de gases de efecto invernadero se han incrementado en un 35 %. ¿Dónde quedó, entonces, el desarrollo sustentable que pretende ser sustituido en Río por la quimera de la economía verde?