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El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobreexplotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones, pero no habra una verdadera solución para el conflicto si no se supera el modelo de desarrollo capitalista.

Los últimos diez años han sido pródigos en noticias sobre terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, olas de calor y de frío, exterminio de especies animales, bosques totalmente devastados. A la par, sabemos que aumenta el agujero de la capa de ozono, se acaban las reservas de hidrocarburos, sube la temperatura de océanos y mares, se derriten los glaciares y la polución produce todo tipo de afecciones a la salud humana.

El sistema de consumo de las sociedades contemporáneas se ha convertido en depredador de todos los recursos ambientales y nos regresa hoy a la génesis de la lucha por la supervivencia. De mantenerse los ritmos de crecimiento económico basados en el saqueo de la naturaleza, puede que nuestros descendientes no encuentren las vías para mantenerse con vida. Sin embargo, los principales causantes de esta situación serán los últimos en verse afectados por sus consecuencias. La desigualdad del mundo contemporáneo hace que sean las naciones y personas más pobres quienes primero sufran los embates de esta acción perjudicial sobre la naturaleza.

El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobreexplotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones.

No se trata de una preocupación reciente. En el informe presentado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1987 por la Comisión Brundtland, denominado Nuestro Futuro Común, se presentó el concepto de “Desarrollo sostenible”, apoyado luego en la Cumbre de Río de 1992. Con esto se acentuaba el principio elemental de un desarrollo donde se logren satisfacer las necesidades de la generación presente sin afectar por ello las de la generación del futuro. Ahora bien, llevar a término este paradigma en un mundo donde prima un modelo de desarrollo basado en la acumulación desmedida ha sido prácticamente imposible. Sus consecuencias no han podido siquiera aplazarse, aún cuando existen llamamientos internacionales como la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la Agenda 21, la Declaración del Milenio y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el Plan de Implementación de Johannesburgo, el Programa de Acción de Barbados para el Desarrollo Sostenible de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo y la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otros.

En su intervención en aquella Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1992, Fidel aseguraba que la especie humana se encontraba en riesgo de desaparecer y responsabilizaba de manera directa a las sociedades de consumo por la atroz destrucción del medio ambiente. La solución avistada por el líder histórico de la Revolución Cubana transitaba por una mejor distribución de los recursos. “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana”, sentenció.

Efectivamente, se trata de aplicar un enfoque cultural a la sostenibilidad en pos de alcanzar un sistema de pensamiento y de acciones donde prevalezca la armonía con la naturaleza. El modelo cultural de producción, hasta el momento devastador, debe ser sustituido por valores que apunten a una relación más sabia con el planeta. No basta con promover el cuidado del medio ambiente si no se transforma de manera radical la visión del mundo y los principios sobre los que se concibe el desarrollo económico.

Por sólo citar algunas cifras de la acción demoledora de la especie humana, se estima que en el mundo se pierden alrededor de 15 millones de hectáreas de bosques al año, que el 52 por ciento de las pesquerías están explotadas al límite, otro 24 agotadas y solamente el tres por ciento se consideran no explotadas.

Mientras América Latina consume alrededor del 4 por ciento de la energía mundial y África el 2.5 por ciento, entre EE.UU y la Unión Europea consumen alrededor del 58 por ciento de la energía del planeta. El desplazamiento climático ambiental es la primera causa de las migraciones humanas y en 2010 llegaba a 38 millones de personas.

Además, se desperdician a diario millones de toneladas de alimentos, al tiempo que en el África Subsahariana el hambre es una causa de muerte. EE.UU. es el país que lidera las cifras de este despilfarro. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Arizona, entre el 45 y el 50 por ciento de todos los alimentos cosechados se pierden anualmente antes de ser consumidos. En el mismo informe se consigna que esta comida podría servir para cubrir todas las necesidades de los desnutridos de ese país, en el cual 4.6 millones de hogares padecen de grave inseguridad alimentaria.

Cercanos a la celebración de la Cumbre Río+20, donde las naciones del mundo se reunirán a evaluar los desafíos de este cambio ambiental global y las vías para enfrentar sus consecuencias hasta el momento irreversibles, los movimientos sociales se reunieron en Brasil en el Foro Social temático Crisis capitalista, Justicia social y ambiental. La crisis ambiental y la soberanía alimentaria estuvieron entre los puntos debatidos, partiendo siempre de que “el calentamiento global es el resultado del sistema capitalista de producción, distribución y consumo”.

En la Declaración Final de esta Asamblea de Porto Alegre se responsabiliza a las transnacionales, las instituciones financieras, los gobiernos y organismos internacionales por no querer reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. La opción de una “economía verde”, propuesta como solución para la crisis ambiental y alimentaria por algunas potencias internacionales es puesta en entredicho, pues “resulta en la mercantilización, privatización y financiarización de la vida”. Los agrocombustibles transgénicos, la geoingeniería y los mercados de carbono no resultan, como bien se apunta en el documento, una verdadera solución para el conflicto si no se supera el modelo de desarrollo capitalista.

Para el planeta no existen recursos infinitos. La responsabilidad de preservarlos pasa hoy por los gobiernos, pero también por cada uno de los seres humanos que lo habitamos. Cada acción que realicemos como comunidad de naciones en pos de una cultura ecológica resulta garantía de perpetuidad. La crisis ambiental nos pone ante el reto intelectual de concebir un ethos de armonía con el espacio que nos brindó la vida. El presente dossier de La Jiribilla, responde por tanto, al imperativo ideológico y cultural de mantener a salvo la Tierra. www.ecoportal.net

Cristina Hernández • La Habana – Ilustraciones: Zardoyas

El dossier 562 de La Jiribilla sobre Cambio Climatico se puede ver completo en los siguientes links
http://www.lajiribilla.cu/2012/n562_02.html
http://www.lajiribilla.cubaweb.cu/2012/n562_02/dossier.html