Autora: Patricia Manrique
Diagonal
Aunque se ha prohibido ya en Francia, Irlanda del Norte o Bulgaria, la apuesta decidida y la propaganda de EE UU siguen sumando países a la “fiebre” del fracking.

El afán de EEUU por promocionar una peligrosa técnica de la que sus empresas cuentan con la práctica totalidad de las patentes no se ve mermado ni porque la Agencia medioambiental norteamericana haya confirmado que fue el fracking, una técnica también llamada de fractura hidráulica de extracción de hidrocarburos, lo que contaminó las aguas de Wyoming, ni porque el propio Departamento de Energía estadounidense haya reducido en un 66% su estimación de reservas en su principal yacimiento de gas no convencional, el denominado Marcellus Shale, merman.

En enero, el Parlamento búlgaro prohibía indefinidamente el fracking o fractura hidráulica, tras seis meses de trabajo ciudadano en contra. Rápidamente esta decisión era cuestionada por James Warlick, embajador norteamericano en Sofía, mediante la difusión de una nota según la cual Bulgaria habría tomado una decisión “que puede tener un efecto profundamente negativo sobre el futuro de su suministro de energía y de su economía en general”.

Siguen prosperando las concesiones pese a que diversos estudios y testimonios alarmantes dan cuenta de acuíferos contaminados, necesidades de agua que entran en competencia con las necesidades de las poblaciones, problemas para gestionar los fluidos de retorno, contaminaciones de metano en viviendas cercanas a pozos, graves problemas de salud en poblaciones afectadas, etc. La revista Climate Change cuestionaba recientemente uno de los principales argumentos en defensa del fracking, al publicar un estudio que indica que “el gas de esquisto provoca unas emisiones de efecto invernadero, a corto plazo, mayores que las del carbón”. Por otro lado, Technology Review, revista del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha documentado los seísmos que se han producido por la fractura hidráulica, que en Ohio han llegado a ser de cuatro puntos en la escala Richter.

Aval de la Comisión Europea

Pese a que el Parlamento Europeo, un órgano sin apenas capacidad para impulsar iniciativas legislativas, señalaba en su informe del pasado julio que “los riesgos y cargas medioambientales no son compensadas por su correspondiente beneficio potencial”, la Comisión Europea, que sí podría impulsar una directiva al respecto, ha considerado innecesario crear una regulación ambiental específica para el fracking.

A diversas moratorias europeas, se suma la de los Países Bajos. Tras varias movilizaciones en La Haya, la Comisión para Minería y Energía de los Países Bajos aprobó una moratoria nacional hasta el verano de 2012, a la espera de investigar los efectos perniciosos de la técnica. Francia, por su parte, mantiene la prohibición, aunque hay voces que denuncian la existencia de una “puerta de atrás”, pues la ley no define la fractura hidráulica en sí, lo cual ha creado un vacío legal que la industria podría estar aprovechando mediante el uso de vocabulario diferente. Además, sí se permite la investigación.

Mientras, en Polonia, país que apuesta por la aplicación de esta técnica, con la esperanza de reducir su dependencia energética de Rusia, se descubren más métodos para asegurar que la técnica prospere: siete personas, entre funcionarios del gobierno y empresarios vinculados a Petrol Invest, han sido acusadas de ofrecer o aceptar sobornos en la concesión de licencias para buscar gas no convencional en 2011.

Nueva geopolítica energética

La apuesta se extiende por todo el mundo en lo que el analista del periódico The Guardian, Michael T. Klare, denomina una “nueva guerra de los 30 años”, en la que se juega el futuro energético del planeta. El ya innegable pico del petróleo y la negativa de los Gobiernos a aceptar nuevos ritmos de producción y consumo, contribuyen a que el fracking sea la nueva modalidad de la apuesta por los hidrocarburos. Ya sean reales las estimaciones o se trate de una ‘burbuja’ como temen algunos analistas, las petroleras se esfuerzan en hacerse con el suculento negocio.

En 2009, China firmó un acuerdo con EEUU, y ya ha comenzado a hacer perforaciones con la promesa de que sus reservas son el doble que las estadounidenses, y la ventaja de que apenas trascenderá la oposición. Las concesiones se han hecho a empresas nacionales, pero Chevron o BP ya han iniciado conversaciones para formar empresas conjuntas. En Sudáfrica, la fractura hidráulica iba a afectar a la cuenca de Karoo, una zona agrícola caracterizada por las sequías. El discurso opositor se centró en denunciar las fuertes cantidades de agua que exige el fracking. Las movilizaciones han logrado una moratoria.

En Nueva Zelanda, según muestran las investigaciones del medio digital New Matilda, las empresas petroleras –Metgasco, Santos y AGL– invierten cifras millonarias en grupos de presión conservadores que tratan de asegurar que los diputados liberales y nacionales apuesten por el fracking, contrarrestando una opinión pública reacia, y la moratoria aprobada en el Estado de Nueva Gales. La alianza Lock the Gate trabaja en una campaña de información y desobediencia civil para contrarrestar estos movimientos.