Si es difícil demostrar las ventajas del actual modelo agroindustrial importado en los ’90 basado en semillas transgénicas y agrotóxicos, de solo computar la totalidad de los costos, pocas actividades resultan tan ruinosas para la población argentina como la producción de combustibles a partir de materias primas de origen agropecuario.
En el plano local e internacional varias voces de advertencia se hicieron oir. “La idea siniestra de convertir los alimentos en combustible quedó definitivamente establecida como línea económica de la política exterior de Estados Unidos el pasado lunes 26 de marzo. (…) «Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo», Fidel Castro Ruz, 28 de marzo de 2007). Bajo la dirección de la ingeniera salteña Gloria Plaza, en su “Análisis de la ley 26093 de Biocombustibles con el propósito de una solicitud de modificación y/o derogación al Congreso de la Nación” puede leerse que “Las materias primas de origen agropecuario comprenden alimentos por lo que se considera que no se puede propiciar en forma legal una competencia por el uso de suelo por la producción de energía versus alimentos. Cabe mencionar que nuestro país tiene un porcentaje de la población alto en condiciones críticas de desnutrición y otro con situaciones criticas laborales lo que imposibilita el acceso a una dieta adecuada.”… “Según Unicef, la desnutrición crónica afecta al 8% de los niños y niñas menores de cinco años en toda Argentina”.
Recordamos que la Ley 26093 tuvo como objetivo declamado la reducción de la importación de combustibles fósiles y consiguiente beneficio medioambiental adicional por la reducción de emisiones contaminantes. Con independencia de esta afirmación cuanto menos opinable, el absurdo es mayúsculo si se lo produce para exportación, desvirtuando totalmente aquéllos propósitos, a la par que nuestro país asume los costos energéticos y medioambientales de su producción mientras Europa aprovecha las ventajas de su consumo.
La cámara que agrupa a las principales exportadoras (CARBIO) informó que en el año 2011 ingresarán «al país» U$S 2.000 millones. «El pais», no obstante, apenas obtiene el 13,5% ya que el resto lo embolsarán las corporaciones Bunge, Cargil, Dreyfus, Molinos, Vicentín, AGD, Explora, Viluco, Patagonia Bioenergía, Renova y Unitec Bio, entre otras, por la venta al exterior, principalmente a la Unión Europea, de unas 1800 toneladas, bastante más de lo que se consume internamente con precio fijado por la Secretaría de Energía. Los mercados financieros internacionales, en cambio, establecen el precio de exportación.
En Argentina la producción del llamado “biodiesel” demandó el 26% de la última cosecha de soja (biodiesel.com.ar, abril de 2011). Frente a lo obvio, el boletín de la Bolsa de Comercio de Rosario de abril de 2011ensaya una coartada: “De la misma manera que la producción de biocombustibles con materias primas agrícolas genera un aumento del precio de los alimentos, teóricamente, la producción de esos biocombustibles tendría que producir una baja, aunque pequeña, en el precio del petróleo”. Con un corte obligatorio del 7% en nuestro país, de los más altos del mundo, la realidad sigue empeñada en desmentir inverosímiles pronósticos economicistas, incluidas promesas de mano de obra “indirecta” que van desde 70 mil a 5 mil puestos (cualquier cosa podrá entrar allí) más destinados a aliviar conciencias que a revelar datos analíticos mucho menos optimistas, pero a costa de la salud de 12 millones de almas que habitan los pueblos fumigados de la pampa argentina.
En última instancia, el reemplazo de combustible fósil por agrocombustibles es insignificante (3,4% en el 2019), en los vaticinios más optimistas.
Por caso, la noticia del hallazgo de 927 millones de barriles de petróleo en nuestro territorio equivaldría 147.393 millones de litros frente a los minúsculos 1.363 millones proyectados como consumo de agrocombustible en todo el año 2011, al final del cual se habrán usado 14,5 millones de toneladas de soja para hacer combustible; es decir, más que toda la producción de la provincia de Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero sumadas.
Está a la vista que el hambre del mundo, los 7 mil millones de habitantes del planeta y otros latiguillos de los operadores de las multinacionales solo esconden un negocio para pocos, enmascarado por aceitadas campañas propagandísticas de grandes medios, beneficiarios directos del mismo.
Ningún plan que se diga alimentario avalaría «la competencia por el uso del suelo entre la producción de energía y alimentos», pero lejos de reclamos maximalistas, de los que solemos ser acusados, apenas atinamos a una petición bastante modesta: excluir del presupuesto este subsidio irrazonable.
Horacio Brignone. Vecinos Autoconvocados de María Juana, prov. de Santa Fe. Campaña “Paren de Fumigarnos”.
Fuente: http://www.cepronat-santafe.