Ricardo Natalichio
Ecoportal.net
Nos acercamos a la fecha pautada para la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático COP-16, que se realizará en la ciudad mexicana de Cancún entre el 29 de noviembre y el 10 de diciembre.
Una vez mas, como sucediera hace un año en Copenhague, el panorama no es para nada alentador. Incluso parece ser aun peor, ya que pasado un año de semejante fiasco, las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido aumentando.
El PNUMA divulgó un informe concluyendo que las reducciones acordadas en Copenhague, aun si se cumplieran plenamente, representarían sólo un 60 por ciento de las necesarias para evitar que las temperaturas mundiales crecieran más de dos grados por encima de los niveles pre-industriales, lo que científicos alertan sería una catástrofe.
Prácticamente todas las previsiones nos indican que en la COP 16, nuevamente las negociaciones están encaminadas a un rotundo fracaso en el objetivo de salvar al planeta de una catástrofe climática sin precedentes.
Todos saben donde se encuentran las verdaderas soluciones, todos saben cuales son las medidas que hay que tomar para detener el cambio climático. No se trata de falta de información, ni de desconocimiento, ni de necesidad de una mayor investigación científica. Las respuestas y las soluciones se conocen perfectamente. Lo que no se encuentra por el momento es la forma de lograr un compromiso por parte de las naciones mas contaminantes, que subyugue a sus intereses económicos.
Mientras las posibles soluciones tomadas en cuenta en cada COP sigan proviniendo de los propios países que son los principales causantes del problema, difícilmente lleguemos al acuerdo global necesario para detener el ecocidio y la consiguiente autodestrucción hacia la que estamos encaminados.
Las COP, así como la ONU y todos estos organismos supranacionales están y seguirán estando en manos de los mismos países dueños de los mercados y de sus multinacionales titiriteras por varios años mas, por lo que parece descabellado pretender que sea en esos espacios donde nazca un proceso de cambio profundo.
Sin embargo, está claro también que el norte no podría vivir sin el sur. No podrían mantenerse los actuales niveles de «consumo» y «despilfarro» de las sociedades primermundistas si el sur dejara de prestar su colaboración. Y es allí donde se abre una ventana en medio del paredón.
Los pueblos del sur somos y seremos los más afectados por el cambio climático y si bien no tenemos el poder de decidir sobre las acciones de los países del norte, tenemos la capacidad para generar presión sobre sus decisiones y deberemos utilizarla. El norte no podría mantener su estilo de vida ni un solo día sin el sur y es eso lo que tenemos que utilizar para frenar esta locura ecocida.
Un acuerdo climático global no será posible hasta que el sur no se encuentre unido y decidido a tomar una posición firme e inquebrantable para defender nuestros propios intereses que, en definitiva, son los intereses del conjunto de la humanidad y de todo ser vivo que habite el planeta.

Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.