WASHINGTON, EEUU.- La prisa de Estados Unidos por aumentar las plantaciones de granos destinados a la producción de biocombustibles es considerada por muchos una de las causas del aumento del precio de los alimentos.
Dos estudios publicados en la prestigiosa revista «Science» afirman ahora que el etanol y otros biocombustibles no sólo no representan una alternativa para disminuir las emisiones de gases contaminantes, sino que su producción las aumentan.
Los trabajos de la Universidad de Minnesota y de la asociación Nature Conservancy calculan a partir de un patrón agrícola universal que el etanol duplica la emisión de gases de efecto invernadero en un plazo de 30 años, además de producirse a costa de alimento y de labrado de tierras vírgenes.
Los autores aseguran que su investigación es las más completa hasta ahora dedicada a los efectos de la producción de ese tipo de combustibles.
Según los informes, la utilización de selvas tropicales, turbas y savanas para plantar maíz, caña de azúcar y otros granos utilizados para los biocombustibles produce entre 17 y 240 veces más dióxido de carbono que lo que se ahorra reemplazando combustibles fósiles.
La razón es que las plantas y los suelos son grandes almacenadores de carbono. Durante el cultivo, ese gas escapa en forma de dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global, sostienen los investigadores.
Así, los autores calculan que en Indonesia harán falta 423 años para saldar el déficit producido por la dedicación de tierras al cultivo de palmeras, mientras que Amazonas llevará 319 años recuperar las emisiones de carbono por la plantación de soja para biodiesel.
En suma, los biocombustibles tardarían 167 años en dejar de contribuir al cambio climático, concluye el estudio. «No contamos con los incentivos adecuados, porque los propietarios de tierras son recompensados por plantar palmeras para producir aceite y otros productos, pero no por la gestión del carbono», dijo uno de los autores, Stephen Polasky, de la Universidad de Minnesota.
El gran impulso para el desarrollo de biocombustibles se produjo a principios de 2007, cuando el presidente estadounidense, George W. Bush, propuso reemplazar en 2017 un 15 por ciento del consumo anual de petróleo por energías alternativas, un importante aumento con respecto al tres por ciento actual. El Congreso apoyó su plan.
El Earth Policy Institute de Washington estimó que las destilerías de etanol necesitarían 139 millones de toneladas de maíz este año – casi la mitad de la cosecha de todo el país- para cubrir la demanda de Estados Unidos. Y esto es sólo el comienzo.
Según el estudio, eso implica no sólo un alza de precios, sino también el desplazamiento del cultivo de maíz y otros granos a terceros países y regiones, incluyendo Amazonas. No tiene sentido consagrar más tierra a la producción de biocombustibles, afirman los científicos, porque «todos los biocombustibles que estamos utilizando causan destrucción del hábitat».
En último término, ese tipo de energía contribuye a la escasez de alimentos. «La agrícultura global está produciendo actualmente comida para 6.000 millones de personas.
Producir biocombustibles basados en alimento también hará necesario que se siga dedicando más tierra a la agricultura», advirtió en un comunicado Joe Fargione, de Nature Conservancy.
Estados Unidos es el segundo mayor productor mundial de etanol, después de Brasil, que obtiene más del 40 por ciento del combustible utilizado para transporte de fuentes renovables, sobre todo de caña de azúcar. En todo caso, esta nueva hipótesis viene a contradecir buena parte
de los beneficios que diversos informes habían atribuido hasta ahora a la producción y consumo de biocombustibles.