Gonzalo Acosta
Hebe dijo ayer que «Una cosa son los Schoklender y otra cosa las Madres, que pusimos el cuerpo durante 34 años para reivindicar a nuestros hijos como revolucionarios y nadie nos va a manchar», enfatizó.
Bonafini precisó además que «estos temas le vienen muy bien a Clarín y a Magnetto para decir `mirá quiénes están con el Gobierno`, porque con el tema de los hijos de Noble y de Papel Prensa están muy desprestigiados», al aludir a los extensos espacios dedicados por algunos medios desde hace dos semanas al «caso Schoklender».
Y continuó: «Me pegan a mí, le pegan a Cristina. Si me pegan a mí, no pasa nada… ¿qué más me puede pasar a mí?, pero no quiero que la toquen a la Presidenta porque no tiene nada que ver con esto», advirtió.
Sin lugar a dudas los políticos y medios cómplices de la última dictadura cívico-militar-imperial no tienen autoridad moral alguna para juzgar a las Madres de la Plaza de Mayo, ni por los hechos que están saliendo a la luz relacionados con la administración de la Fundación Madres y la construcción de viviendas a través de proyecto “Sueños Compartidos”. Lamentablemente Hebe ha sido víctima de unos infiltrados que han intentado dañar los ideales y sueños de 30.000 compañeros detenidos desaparecidos; aunque nunca lo lograrán.
Pablo Guillermo Schoklender y Sergio Mauricio Schoklender, más conocidos como «los hermanos Schoklender», cobraron notoriedad tras haber sido condenados por el asesinato de sus padres en Buenos Aires el día 30 de mayo de 1981. Este caso parricidio es uno de los más conocidos en la Argentina. Los hermanos, de 23 y 20 años, fueron acusados de torturar, degollar y matar a sus padres Mauricio y Cristina cuyos cuerpos fueron encontrados en el baúl de un automóvil en el barrio de la ciudad de Buenos Aires llamado Belgrano, habitado por sectores de la sociedad medio-altos y altos.
El caso conmovió al país, en plena dictadura militar, remataron a sus padres ahorcándolos con una camisa y con una soga. Después escaparon, los encontraron, los juzgaron y apelaron, hasta que en 1988 la Corte Suprema de Justicia de la Nación terminó confirmando la misma condena para los dos: prisión perpetua.
Una vez en la cárcel Sergio Schoklender declaró: «Mi padre se dedicaba al tráfico de armas y lo mató un comando».
El padre de ambos, Mauricio Schoklender, por medio de la firma Pittsburgh & Cardiff, representaba en el país a los principales grupos empresarios europeos de la industria bélica, incluyendo al holding alemán Thyssen que durante la última dictadura desarrolló algunos de sus más grandes negocios de la historia, como la transferencia de tecnología para la instalación de fábricas de tanques (la fábrica TAMSE) y submarinos (Astilleros Domecq García), el licenciamiento para la construcción del Tanque Argentino Mediano, seis corbetas Meko 140 y cuatro submarinos TR 1700, y la compra de dos submarinos y cuatro fragatas-destructores producidos en Alemania. El abogado defensor de los acusados, Jorge Goodbar, sostuvo en el juicio que en el asesinato estaban involucrados sectores militares pero la sentencia rechazó ese argumento.
Pablo Schoklender escribió un libro con su versión de la historia, que fue base de la película “Pasajeros de una Pesadilla” protagonizada por los actores argentinos Federico Luppi y Alicia Bruzzo, estrenada en 1984. En la película se plantea un cuadro familiar en el que los padres sometían a los hermanos a distintos tipos de abuso. El asesinato de la madre habría ocurrido como resultado de una pelea con sus hijos, y ante lo sucedido éstos habrían decidido asesinar al padre mientras dormía.
A pesar de que en un principio se los había condenado acadena perpetua, durante muchos lapsos estuvieron en libertad. Actualmente Pablo Guillermo Schoklender está en libertad con permiso para trabajar fuera de la cárcel, mientras que Sergio Mauricio Schoklender está en libertad desde 1995 y ejerciendo como abogado, gracias a una ley que computa como dobles los años que pasó detenido sin condena. Hasta hace pocos meses fue abogado y apoderado plenipotenciario de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Sergio, como se lo conoce desde hace años, utilizó a las Madres para blanquear su estigma carcelario primero y más tarde para enriquecerse personalmente robando fondos públicos que se deberían utilizar para la construcción de viviendas dirigidas a sectores pobres de la Argentina.
Hoy, los hermanos contrarrevolucionarios podrían volver a la cárcel.