En segundo lugar, si Obama no está directamente implicado, en ese caso, podemos reprocharle por no tener un control firme de los agentes americanos que, ellos, están absolutamente implicados en el asunto. El ejército americano estaba informado del asunto, y los servicios de información militares americanos también, por tanto tendrían que haber informado de los hechos a Washington. ¿Por qué la gente de Obama que había comunicado con los autores del golpe de Estado no habló? ¿Por qué no revelaron y denunciaron el asunto, lo que habría permitido hacer fracasar completamente sus planes? En vez de eso, los Estados Unidos se callaron a este respecto y su silencio tuvo como efecto omisión por complicidad, aunque la intención no fuera esa al principio.
Tercero, inmediatamente después del golpe de Estado, Obama declaró que se oponía al uso de la violencia para operar un cambio y que a las partes implicadas en Honduras les correspondía solucionar sus desacuerdos. Sus observaciones constituían una respuesta más tibia y más obstruida a un golpe organizado por gángsteres.
En cuarto lugar, Obama nunca se espero que hubiera tal escándalo con respecto al golpe de Estado en Honduras. No se aceleró congregar las protestas contra los autores del golpe hasta que resultó evidente que la oposición a los golpistas era casi universal en América Latina y en otros lugares en el mundo.
Quinto, Obama no ha dicho nada sobre los numerosos otros actos de represión que acompañaron el golpe y que han sido perpetrados por el ejército y la policía hondureños: raptos, palizas, desapariciones, agresiones contra manifestantes, cierre de Internet y supresión de algunos de los pequeños medios de comunicación críticos que existen en Honduras.
Sexto, como me lo recordaba James Petras, Obama se negó a entrevistarse con el Presidente Zelaya. Detesta a Zelaya sobre todo debido a sus estrechos lazos políticos e inesperados con Hugo Chávez, el Presidente venezolano. Y, debido a sus esfuerzos reformistas igualitarios, Zelaya es odiado por los oligarcas hondureños, los mismos que, desde hace muchos años, fueron próximos a los constructores del imperio americano a quienes sirvieron espléndidamente.
Séptimo, según una ley aprobada por el Congreso nortemericano, a todo país cuyo Gobierno democrático ha sido víctima de una intervención militar debe negársele la ayuda militar y económica de los Estados Unidos. Obama todavía no ha suprimido la ayuda militar y económica a Honduras como es supuesto hacerlo de acuerdo con esta ley. Quizá, este es –efectivamente- el dato más importante relativo al campo del cual él es favorable.
Como Presidente, Obama tiene una influencia considerable y cuenta con recursos inmensos que habrían podido hacer fracasar a los autores del golpe y que podrían -por otra parte- todavía aplicarse contra ellos, con un efecto evidente. En la actualidad, su posición a propósito de Honduras es demasiado suave y demasiado tardía. Como es en realidad, el mismo caso con un excesivo número de cosas que emprende.
Entre las recientes obras de Parenti figuran: Contrary Notions (City Lights); y God and His Demons (Prometheus, a punto de aparecer). Para más amplia información, visitan su sitio Internet: www.michaelparenti.org.
Traducido por Patricia Parga Vega para Investig’Action.