Desde la década de los 80 del siglo pasado1, el modelo agroalimentario capitalista, ha llevado un derecho fundamental de la humanidad, la alimentación, a parámetros y estándares propios del mercado y el libre comercio transnacional, al punto que la alimentación se ha convertido en uno de los negocios estrella del capitalismo global, cuyo soporte fundamental son las políticas neoliberales, especialmente las impulsadas por la Organización Mundial del Comercio, OMC, después de la Conferencia de Doha (realizada en noviembre de 2001). Anteriormente, las iniciativas formuladas entre 1986 y 1994, vinculadas al Acuerdo General para las Tarifas y el Comercio GATT y a la Ronda Uruguay, orientadas a la reducción de aranceles, eliminación de subsidios y ayudas a la producción agraria, fueron determinantes para facilitar la dependencia e inseguridad alimentaria de países del Sur global, situación contraria a la vivida por EEUU y Europa, que lograron mantener la protección a su agricultura por medio de las subvenciones, mientras el resto del mundo renunció a este derecho. Así se construyó el nuevo orden global alimentario: subvenciones y protección en países del norte, acuerdos comerciales sofisticados desiguales entre éstos y el Sur, empresas transnacionales agroalimentarias y regulación internacional de la mano de los empréstitos, la banca y los organismos multilaterales (entre estos el BM y el FMI).
En el caso de la agricultura, el modelo se ha orientado a la concentración de tierras en manos de élites rurales, empresas agroalimentarias y fondos de inversión, con el fin de implementar monocultivos de exportación principalmente cereales, arroz, caña de azúcar y soja. Este tipo de agricultura se ha extendido en Norteamérica, Europa, el Cono Sur de América Latina y Australia (Amin, 2005) y ha llevado a que la alimentación se inserte, especialmente después del 2008, en los mercados financieros, lo que ha sido considerado un negocio más seguro que, por ejemplo, el inmobiliario o la industria tecnológica. En Colombia, el capitalismo encontró en la violencia paraestatal y estatal el arma perfecta para la adecuación de los campos al sistema agroalimentario, al punto que los primeros diez años del siglo XXI se ha podido observar la fácil implementación y consolidación del modelo, especialmente orientado a agrocombustibles y monocultivos de exportación tradicional. El proyecto de Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Santos profundiza y expande el modelo.
La agricultura del capital emplea a nivel mundial unas decenas de millones de obreros que dejaron de ser campesinos y han perdido derechos como: la tierra, el territorio, la vivienda, el trabajo, la salud y la alimentación, en un proceso de descampesinización del campo. Pero lo paradójico es que la implementación, expansión y profundización del modelo agroalimentario del capital no se ha traducido en la garantía del derecho a la alimentación de la población.
La alimentación capitalista no alimenta
Una de las incongruencias que se presenta en el sistema agroalimentario, es el crecimiento en el número de personas subnutridas a pesar del aumento de la agricultura: “La producción de cereales a nivel mundial se ha triplicado desde los años sesenta, mientras que la población a escala global tan sólo se ha duplicado” (Montagut y Vivas, 2009).
Es imperativo señalar que el hambre en el planeta iba en aumento mucho antes de la crisis alimentaria (evidenciada en el 2006 y presente al día de hoy), crisis relacionada directamente con el alto costo de los alimentos y la crisis capitalista, pero con un carácter estructural, resultante de la consolidación de los negocios agroalimentarios bajo el régimen alimentario corporativo (Delgado, 2010). La FAO ha indicado que desde el año 1995 ha crecido constantemente el número de personas subnutridas en el mundo, coincidiendo con el despliegue global del neoliberalismo, encontrando su pico más alto en el 2009, con 1.023 millones de personas (FAO, 2010). El hambre ha tenido como origen, no la disminución de las cosechas, mucho menos reducciones en la producción de alimentos, sino la imposibilidad de acceder a ellos como consecuencia de sus precios, del desempleo, la pobreza mundial, el modo de distribución y la destinación de la producción agrícola a usos diferentes al de la alimentación humana.
La “recuperación” de la crisis económica mundial ha implicado la reducción del número de personas subnutridas en el globo, aunque la cantidad sigue siendo, en palabras de la FAO (2010) “inaceptablemente alta”. Lo anterior corrobora la tesis aquí sostenida: en la actualidad, el derecho a la alimentación se rige por las leyes del mercado. Jacques Diouf, Director General de la FAO y Josette Sheeran, Directora Ejecutiva del PMA, indican: “Si persiste el reciente aumento de los precios, se podrían crear nuevos obstáculos a la lucha contra la reducción del hambre” (FAO, 2010)2.
Y lamentablemente así ha sido: el aumento de los precios de los alimentos ha continuado. En enero de 2011, el índice para los precios de los alimentos, tuvo un promedio de 231 puntos en el mes, un 3,4% de incremento frente a diciembre de 2010 (FAO, 2011).
Si bien es cierto que se ha presentado un aumento en la producción de cereales, la tendencia reciente ha sido la utilización de éstos con fines diferentes a la alimentación humana, lo que ha ido de la mano, como se señaló, con la adquisición de grandes extensiones de tierras3. Al respecto Segrelles (2007) indica: “Gran parte de las tierras arables del mundo se utilizan para cultivar plantas que después se emplean para fabricar piensos para ganadería (fundamentalmente cereales y oleaginosas) […] por influencia de algunos países, como Estados Unidos, y sus empresas transnacionales del sector agroalimentario, se crea una cadena alimenticia artificial donde el eslabón principal está representado por la carne, sobre todo la de vacuno”.
El caso paradigmático lo constituye el maíz. El mayor productor del mundo, Estados Unidos, responsable del 40% de la producción total global, con un área cultivada de 412 millones de hectáreas, en el año 2010, destinó el 35% de la cosecha para etanol y un 76% del consumo interno lo dedicó a la alimentación de ganado.
Pero el sistema agroalimentario actual no solo produce hambre, también produce sobrepeso: más del 10% de la población mundial sufre de sobrepeso, lo que ha sido considerado como una “pandemia de obesidad” (El Espectador, 2011 Feb. 03), que va de la mano con enfermedades cardiovasculares y la diabetes. La obesidad y el sobrepeso no son problemas de ricos que comen alimentos que engordan, como popularmente se cree:
“Estos trastornos de la salud asociados a la comida se relacionan con una alimentación que tiene cada vez más productos refinados, alimentos de origen animal, grasas y aditivos químicos añadidos, no para mejorar su calidad, sino para garantizar la manufactura, el almacenamiento y transporte. Para sostener la expansión de los imperios alimentarios” (Delgado, 2010).
Raj Patel en Obesos y famélicos (2008), presenta una serie de ejemplos sobre la forma de construir obesidad en diferentes partes del mundo:
- México, un país con un ingreso medio de 6.000 dólares por persona, presenta en la actualidad el mayor número de casos de adolescentes con sobrepeso de toda su historia, aunque la pobreza aumenta, la obesidad no se asocia con la riqueza, sino con la proximidad a los Estados Unidos, ya que las familias residentes en la zona de frontera, influenciadas por el hábito alimenticio estadounidenses rico en comidas procesadas, grasas y azucares, poseen mayor cantidad de niños con sobrepeso, que aquellas familias distantes de la frontera.
- En Inglaterra, los niños tienen la posibilidad de escoger en los supermercados entre veintiocho marcas de cereales infantiles para el desayuno. El contenido de azúcar de veintisiete de éstos, excede las recomendaciones del gobierno. Lo anterior es clave para entender que en el Reino Unido, 8,5% de los niños de seis años y más de uno de cada diez chicos de quince años sean obesos.
- En 1992, en la India, en las mismas aldeas y pueblos donde la malnutrición había comenzado a atacar a las familias más pobres, el gobierno permitió que se colara en su sistema económico, hasta entonces muy protegido, los fabricantes de refrescos extranjeros y multinacionales de la alimentación. En una década, la India logró la mayor cantidad de diabéticos del mundo, la mayoría niños, consumidores excesivos de alimentos inadecuados.
Estados Unidos es, entre los países desarrollados, el que mayor obesidad presenta, esto debido a la masificación de la comida rápida, reina de su alimentación: en un año consumen siete mil millones de hamburguesas con queso (lo que implica la preparación de 36 millones de papas fritas al día), 85 mil millones de tortillas (base de la preparación de comidas mexicanas como tacos, burritos y fajitas) y 22 millones de “hot dogs” (en los estadios durante los partidos de beisbol), así como 350 porciones de pizza cada segundo. (History Channel, 2011).
En Latinoamérica recientemente se ha evidenciado que los índices de obesidad en menores de 20 años son alarmantes: un 30% de esta población sufre de sobrepeso, de este porcentaje, la mitad tiene un índice de obesidad de más de 95%, es decir son niños y adolescentes clínicamente obesos (El Espectador, 2011 Feb. 11).
Para el caso colombiano, la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional, reveló que, a 2010, el 51,1% de todos los adultos tienen sobrepeso u obesidad, lo que implica un 5,3% más que las cifras de hace cinco años. En niños y adolescentes, uno de cada seis, tiene sobrepeso. El problema del sobrepeso en el país está asociado, con cambios en la alimentación, la cual se ha orientado hacia las comidas chatarras y rápidas, los embutidos, las bebidas gasificadas y azucaradas (El Tiempo, 2011 Abr. 17).
De esta forma el modelo agroalimentario del capital no sólo ha producido 1.000 millones de personas subnutridas, sino también 1.000 millones de seres humanos que hoy en día sufren de sobrepeso. Estas dos catástrofes de la humanidad han significado el enriquecimiento de quienes se encuentran detrás del modelo.
Mientras el sistema continúa generando obesos y subnutridos, el alza en los precios de los alimentos no para. El informe más reciente del Banco Mundial revela que el precio internacional de los alimentos no ha bajado y por el contrario sigue en ascenso, ubicándose el índice de precios de los alimentos cerca del nivel máximo registrado en 2008. Los cereales presentan precios muy superiores a los del año pasado: el maíz (74%), el trigo (69%), la soya (36%) y el azúcar (21%). Dentro de las razones que presenta el Banco para que se dé el alza se encuentran, el aumento generalizado de los costos de los productos agrícolas (lo que promovió la competencia por la tierra y otros insumos) y el alza en el valor de los combustibles (Banco Mundial, 2011), dos elementos claramente relacionados con el modelo agroalimentario capitalista.
Levantar la bandera de la soberanía alimentaria y la agricultura campesina
Ante las diversas amenazas y afectaciones que se presentan con la expansión y profundización del sistema agroalimentario capitalista, particularmente la vulneración de derechos a las campesinas y campesinos, la subnutrición y la obesidad, es imperativo, si se quiere ejercer el derecho humano a la alimentación adecuada, levantar la bandera de la soberanía alimentaria, y volver a la agricultura campesina con perspectiva agroecológica y a la comercialización local de alimentos, como bases de las alternativas necesarias a un sistema agroalimentario que no alimenta.
Fuentes:
Amin, S. (2005). Las luchas campesinas y obreras frente a los desafíos del Siglo XXI. España: El Viejo Topo.
Banco Mundial (2011 Abr.). Alerta sobre precios de los alimentos. En: http://www.bancomundial.org/
Delgado, M. (2010). El sistema agroalimentario globalizado: imperios alimentarios y degradación social y ecológica. En: Revista de Economía Crítica, No. 10. pp. 32 – 61.
El Espectador (2011 Feb. 11). “Tres de cada diez niños en Latinoamérica tiene problemas de sobrepeso. En: http://www.elespectador.com/
EL Espectador (2011 Feb. 03). Más del 10% de la población mundial es obesa. En: http://www.elespectador.com/
El Tiempo (2011 Abr. 17) Editorial: Un problema gordo de verdad. En: http://www.eltiempo.com/
FAO (2011). Los precios mundiales de los alimentos alcanzan un nuevo récord histórico En: http://www.fao.org/news/story/
FAO (2010). El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo. La inseguridad alimentaria en crisis prolongadas. Roma (Italia).
History Channel (2011). Food Tech. En: http://www.history.com/shows/
Montagut X. y Vivas E. (2009). Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos. Barcelona: Icaria.
Naciones Unidas, Asamblea General, Sexagésimo quinto periodo de sesiones (2010. Ago. 11). El derecho a la alimentación. Informe provisional del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter. A/65/281
Patel, R. (2008). Obesos y famélicos. Buenos Aires: Marea.
Segrelles, J. A. (2007). Una reflexión sobre la reciente reorganización de los usos agropecuarios en América Latina. En: Anales de Geografía de la Universidad Complutense, vol. 27, nº 1, 2007. pp. 125-147.