Hugo Vera



Una vez, en cierto pueblo, un pastorcito venía corriendo precedido de su rebaño, gritando a todo pulmón:

«El lobo, viene el lobo»

Todo el pueblo salió en su auxilio armado de lo que fuera para confrontar aquella peluda amenaza. Sin embargo, por más que esperaron y esperaron éste nunca llegó.
Pasaron los días y se volvió a repetir la misma escena. El pueblo nuevamente fue en auxilio del muchacho, pero nunca apareció el tan temido lobo.

Entonces, el pastorcito, al ver que la gente dudaba, dijo:

-Denme alimentos, provisiones y confianza y yo mismo me encargaré de matar a ese lobo que pone en peligro a nuestro pueblo-

Y el pueblo aceptó.

Pasaron diez días antes de tener noticia alguna del muchacho. Muchos llegaron a pensar que había huido con las provisiones y el dinero que se le había entregado hacia algún otro pueblo, muchos otros pensaron que lo había perecido en las fauces de ña bestia.

Llegó el muchacho, con la frente en alto, rodeado de un aire victorioso, y con actitud orgullosa dijo:

«lo conseguí, he matado al lobo»

Y todos en el pueblo celebraron el fin de la amenaza. Por fin ya el lobo no sería un problema y todas las personas del pueblo podrían dormir en paz y a salvo.

Uno de ellos preguntó al pastorcito:

«¿podemos ver el cuerpo del lobo? ¿Acaso no lo has traído para hacer de su cuero adornos y un recordatorio de tu valentía?»

A lo que el muchacho contestó:

«no, he tirado el cadáver al río, ya que el trayecto era largo, y éste muy pesado».

La anterior fábula a manera de introducción va a la mano de los acontecimientos actuales, que parecen salidos de cuentos de los hermanos Grimm o de leyendas medievales: bodas reales, beatificación del Papa, la cruzada en Libia. Yo quise agregar la muerte del lobo.

Osama bin Laden, alias «el terrorista más buscado del mundo», líder de Al-Qaeda y culpable de todas las cosas malas que pasan en el mundo, desde ataques «terroristas» hasta el calentamiento global. Mundialmente famoso por oponerse a los soviéticos durante la invasión a Afganistán (cuando era un buen chico y trabajaba para los good guys), y más tarde ejecutar una serie de atentados contra los Estados Unidos tales como el fallido atentado contra las Torres Gemelas en el año 1993 y el popular y tan amado por los medios 11 de septiembre de 2011, con el que se hizo un ícono pop. Luego protagonizó varios vídeos donde hablaba de lo mucho que iba a sufrir el Occidente la furia de la Yihad.

Pero por suerte ahí estaban para defendernos de este villano los héroes de siempre, lo G.I Joe que todo niño quiere emular. Los Estados Unidos de Américas (a.k.a gringos, yankees, imperialistas, etc.) junto a sus amigos ingleses y compañía , dieron inicio a la primera guerra del siglo 21, la operación «Libertad Duradera» el 7 de octubre de 2001 con el fin de erradicar a los talibanes (supuestos amigos incondicionales del «terrorista»), capturar a Bin Laden y terminar con el «terrorismo» de una vez y para siempre.

Durante diez años de operación militar, los norteamericanos sus aliados se encargaron de convertir un país miserable y marcado por años de conflictos y atrocidades en un infierno, se calcula que sólo el año pasado dos mil setecientos setenta y siete afganos perdieron la vida y otros cuatro mil trescientos cuarenta y tres fueron heridos, todo en nombre de la libertad. Atrocidades a todo dar, un país en la ruina con pocas o cero miras a un futuro con sabor a dominación extranjera. Una década entera no ha bastado para cumplir los objetivos planteados por Bush  en el 2001, y la gente comenzaba a poner en duda que tanto valía la pena la perdida de dinero y vida de las tropas en una guerra que parecía estancada.

¡El milagro sucedió! Según dicen, una operación quirúrgica efectuada por miembros de la fuerzas especiales de los Estados Unidos acabó con la vida del líder de Al-Qaeda. Fue noticia en cuestión de tiempo y luego el premio Nobel de la Paz, celebraba dando un discurso estilo Hollywood donde indicaba que el mundo es «más seguro y un lugar mejor» gracias a la muerte de este enemigo de la libertad. Los medios hicieron fiesta, interrumpieron sus transmisiones habituales para mostrar las muchedumbres alegres frente a la Casa Blanca y en otros tantos sitios del país.

El cuerpo del lobo fue tirado al mar. Ya se acabó la leyenda de Osama Bin Laden, enemigo de la democracia y la libertad (la misma que arroja bombas sobre civiles en Afganistán, Irak y Libia). Murió la excusa perfecta para la intervención, la personificación del mal y con esto se justificaron y dieron sentido diez años de guerra que necesitaban una razón de ser ¡que conveniente!

Ahora, después de todo esto sólo una interrogante está latente en mi cabeza  ¿Se puede matar lo que nunca existió?

hvera@resist.ca