Javier Monagas Maita
Si de algo es útil la presión mediática del imperio y su trabajo sicológico, es para descubrir las debilidades de conciencia y convicción, de muchos que se dicen revolucionarios, pero que cuando se les pone a prueba, no dudan un segundo en dar crédito a la propaganda enemiga y sumarse a las fuerzas de la contra revolución y de la traición.
Ejemplo: en el abril 2002, la canalla derechista preparó un escenario sangriento, en el cual se debía sacrificar a personas de la derecha y de la izquierda, como paso clave para el golpe de estado. En esa tragedia montada por la CIA y sus agentes de la oposición Venezolana, los verdaderos revolucionarios salimos a defender el proceso a riesgo de la vida. Pero otros “revolucionarios, no aguantaron el culillo y rápidamente salieron a condenar al presidente y a dar la razón a los asesinos que montaron la trampa mediática. No hubo pundonor, no hubo conciencia, no hubo convicción, no hubo lealtad, ni hubo respeto por lo que ya había demostrado el camarada Comandante Chávez. Fue así que gobernadores como Manuel Montilla en Falcón, Antonio Rojas Suarez en Bolívar; rectores como Freddy Castillo de la UNEY, generales como Vázquez Velázquez, el general cobarde Manuel Antonio Rosendo, el ex embajador en España, Raúl Salazar, entre otros miserables vendidos y cobardes traicioneros. Se prestaron para la consolidación del teatro macabro contra el pueblo de Venezuela y su gobierno legitimo.
Después siguieron otros episodios, en los cuales la desinformación y las matrices impuestas, generaron situaciones paralelas a la realidad, que parecían más ciertas que la misma verdad. Allí También vimos titubear a líderes y personeros de supuesta confianza, que ante el temor de ser condenados por las ideas que antes expresaban; renegaron descarada y públicamente, hasta se le pusieron a la orden a los golpistas, con cargos y todo.
Es una situación igual a lo que pasa hoy en Libia y Siria. Primero una andanada concertada y sistemática de propaganda, para demoler la figura del líder, unas manifestaciones preparadas como caldo de cultivo, los asesinatos por encargo de la CIA de unos ciudadanos comunes en esa nación, la correspondiente acusación de que esos crímenes los cometió el presidente y, listo; los revolucionarios débiles y amigos del pasado, se vuelcan en una cadena absurda de sentencias contra su ex admirado líder, justifican la intervención imperialista, repiten las falsas acusaciones como argumento. El pueblo libio o sirio, es masacrado en nombre de la humanidad y la libertad ¡bualá! el trabajo está hecho. Los asesinos quedan como héroes, el inocente es condenado, el pueblo es despojado de todos sus bienes y riquezas, gracias a una caritativa y humanitaria carnicería ejecutada desde los aviones y barcos del imperio. Al final el muerto es un dictador, inhumano y represor, pero los criminales asesinos, son presentados como los salvadores.
Esa misma situación se repite hoy en Venezuela y, con algunos “revolucionarios” respecto a la deportación del compañero Joaquín. Los calificativos de todo calibre, las amenazas, las acusaciones, los inventos de casos y cosas inimaginables, que hasta en la eyaculación de falsos positivos y supuestos, condenan al hombre que hizo posible toda esta vaina de hoy en Venezuela. Izquierdistas que en el pasado se diluían en peleas internas, en divisiones, sub divisiones, comanditos y comanditas. Donde todos eran cacique, ninguno era indio, pero que no hacían un carajo por tomar el poder, y por evitar los crímenes y abusos que se cometían contra el pueblo, contra los honorables guerrilleros que si se jugaron la vida en las montañas y calles de Venezuela.
No compatriotas. Digan lo que quieran de Hugo Chávez, háganle las criticas constructivas que quieran, acúsenlo de cosas y errores humanos, que los tiene, pero no de traición, no de engañar y vender a su pueblo y sus ideas, mucho menos el proyecto Bolivariano. La ingratitud, la estupidez y el engaño, nos hace que a veces seamos victimas de esas jugadas que el enemigo nos hace y de las trampas que nos ponen en el camino para matarnos la fe y la convicción. Lo que está en juego ahora, no es una partida de dominó o el simple gobierno de un país. Lo que nos jugamos con Chávez a la cabeza, es el futuro de Venezuela, de la región toda y hasta nuestra propia supervivencia como raza diferente a la anglosajona. La soberanía, libertad y autodeterminación, no se logran con chismes, mentiras, zancadillas, traiciones, debilidades ideológicas y menos convirtiéndose en vehículo de la propaganda enemiga. Así nos han dominado por siempre.
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