José Justiniano Lijerón

Por no irnos más atrás nos referimos aquí, a los golpes fascistas desencadenados en nuestro continente desde la década del 60 hasta el asalto a la democracia ocurrido actualmente en Honduras.

La historia escrita y la memoria popular señala lo que significaron los golpes militares en nuestros países, pero quienes somos sobrevivientes de gobiernos fascistas nacidos de los mismos, sabemos en carne propia como es la brutalidad de bestias con armas en las manos y con ideas retrogradas en el pensamiento. Estos hechos nos obliga a no olvidar nunca a los miles de muertos, desaparecidos, mutilados, mujeres violadas, niños arrebatados de sus padres que hasta hoy no saben a que hogar pertenecieron, o mejor dicho, no conocieron quienes fueron sus verdaderos progenitores, tenemos el mandato sin temor a equivocarnos de señalar a los responsables directos de todos estos crímenes de lesa humanidad cometidos con nuestros pueblos.

Sostenemos que los responsables y culpables de todas sus atrocidades que cometieron a nombre de luchar “contra el comunismo”, fue la política intervencionista de los gobiernos Norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, y sus corresponsables directos, las burguesias locales.

No sólo que usaron toda su capacidad económica, publicitaria y sus servicios de información, sino que manipularon y seguirán manejando a las burguesías nacionales y a sus gendarmes de sus intereses de clase, los militares de nuestros ejércitos nacionales. Nos referimos a los militares profesionales y sobre todos a los grupos entrenados en la tenebrosa escuela de las América ,sitio de instrucción de cómo asesinar, torturar ,espiar y derrocar gobiernos que pretendan liberarse del sometimiento imperial ,esa escuela de terrorismo contra los pueblos por donde pasaron y siguen pasando todos los gorilas anteriores y los que seguirán obedeciendo a las órdenes de sus amos del norte, por que es casi seguro que en las cúpulas castrenses, existen aún grupos agazapados, esperando el momento preciso para salir, como lobos hambrientos a apalear al pueblo y así dar zarpazos a las democracias en nuestro continente especialmente a las democracias populares nacidas de mayorías nacionales.

Se dice que estos ejércitos de hoy en día no son los mismos de años anteriores y que ya han aprendido a respetar la democracia, es algo que personalmente prefiero mantenerme en una duda razonable en lo que respecta a su estructura y espíritu de cuerpo vertical castrense, ES EL MISMO EJERCITO, con algunos matices de cambio producto de las circunstancias del despertar de las sociedades y las situaciones cambiantes en que los pueblos cada día más comienzan a sacudirse del oscurantismo y a distinguir con mayor claridad la realidad. Sin embargo, es el mismo ejercito, conserva, casi intacta, su escencia y en esto no debemos equivocarnos los pueblos, si queremos avanzar.

Si bien es cierto que ya comienzan a verse atisbos de cambios de algunos ejércitos como es el caso concreto del Boliviano, donde no es frecuente encontrar todavía a oficiales superiores de ninguna de las tres armas de los componentes militares que lleven apellidos de los mas habituales y criollos por no decir originarios de las mayorías de este país, como ser Quispes, Mamani, Quenta, Surubí, Taseo, Tosube, Ayma, y del color de piel bien morena, ni hablar y de talla tampoco, ya que para ingresar a alguno de sus institutos es indispensable tener una talla lo más alto posible. Sin embargo en son de acomodarse al momento de cambios que vive Bolivia, se sabe que ya existe un cupo reducido para ingresar a sus filas con ciertos requisitos de por medio a ciudadanos de las mayorías excluidas mal llamados “originarios”.

Para hablar de un verdadero cambio en las mentalidades y estructuras de nuestras fuerzas armadas, se tendrán que cambiar los sistemas de enseñanzas importados por quienes tuvieron el interés de formar profesionales de las armas, que con el membrete de servir a la patria, sirvieron siempre a los intereses de las oligarquías que los usaron como policías a su exclusivo servicio.

Pese a que hay vientos trascendentales de cambio de esta parte del mundo, existen algunos gorilas fascistas en las cúpulas militares, en menor cantidad que antes, pero existen, no solo por que continúan ligados al cordón umbilical de los intereses de EE.UU. a través de un coloniaje aprendido en los laboratorios de las escuelas y doctrina militar norteamericana, sino que además gracias al papel que siempre jugaron, como beneficiarios del poder, hoy son parte también de esa burguesía como grupos familiares que al ingresar a los institutos militares les enseñaron que ellos ”son caballeros cadetes” y se acostumbraron a ser una casta alejadas de los sentimientos e intereses de las mayorías de nuestros pueblos en un claro sentido de superioridad y discriminación.

En estos primeros anos del siglo XXI, fue en Venezuela donde se interrumpió la democracia mediante un golpe de estado, otra intentona en Bolivia que no prospero y fue fundamentalmente el pueblo saliendo a las calles con su lucha quien logró restablecer el orden democrático en Bolivia y así mismo reponer en el poder al derrocado Presidente Chávez. Hoy la historia se repite en Honduras y aparte de la diplomacia embustera de algunos países encabezados por EE.UU, será el pueblo ofrendando hasta sus vidas y la solidaridad internacional, quienes reponga las libertades democráticas en el hermano país de Honduras.

Lo que no debe quedar en dudas es que EE.UU. fomentó y participó en el golpe en Honduras, aunque tibiamente diga que no reconocerá al impostor.

Quien crea que los fascistas civiles o militares se atreverían a dar golpes de estado sin la venia de los EE.UU., es un iluso. Mientras existan burguesías nacionales y testaferros al servicio del capital internacional y pueblos que luchen por su liberación, habrán golpes militares.

Será un proceso bien largo hasta lograr que nuestros ejércitos sean soldados, no solo entrenados para la guerra de un supuesto peligro externo, sino que sean contingentes fundamentalmente para la producción, para que así su presupuesto deje de ser una carga onerosa para la nación , como dijo el desaparecido gran lider sindical boliviano Juan Lechin Oquendo: “necesitamos un ejercito con overol, pala, pico y fusil”, en definitiva que sea parte indisoluble de su pueblo y no sirviente de intereses de minorías retrogradas, un ejército popular y revolucionario, que no se crea estar por encima del pueblo, sino subordinado al poder civil. La historia asevera que solo un pueblo organizado, es la mejor garantía de defender los procesos democráticos y revolucionarios, en las urnas o en las calles.

Es ex Dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB)