Esto genera una gran contradicción entre preservar el planeta sin acabar con el humano o preservar al humano sin acabar con el planeta. Cualquiera sea el orden del planteamiento el reto es el mismo; la sobrevivencia del mundo y su humanidad. Conscientes, por supuesto, que no existe la eternidad, pero, si existe una evolución natural de los hechos que determina el destino de las especies y nosotros estamos acelerando de manera indebida esa ley elemental de la vida.
La humanidad está enferma
Esto nos lleva a reflexionar nuestro modo de relación con los propios y con el medio, y sin mucho profundizar las conclusiones son determinantes, la explotación inclemente del humano por el humano y el saqueo escandaloso de los recursos de la Tierra nos ha llevado a un estado cancerígeno de vida y de convivencia, la humanidad presenta un cuadro patológico de histeria y una maniaca compulsiva actitud depredadora de su entorno que se combina en ocasiones con depresiones colectivas generadas por el virus de la desesperanza. Cierto es que estar enfermo no significa estar muerto y que muchos malestares son producidos por un pequeño grupos de células impregnadas de bacterias y parásitos que atrofian el natural desempeño del cuerpo general. Si el planeta pudiera tomar aspirinas o auto regularse lo primero que hiciera sería expulsar los parásitos o bacterias que le ocasional el mal. Y muy probablemente seríamos los humanos los que desapareceríamos. Pero cuando es la humanidad el paciente y no la enfermedad debe la especie generar su propia cura.
Y cuál sería el tratamiento
Respeto, tolerancia, solidaridad y justicia serían los síntomas de una convivencia sana entre humanos; conservación del ambiente, carencia de guerras y armonía con las otras especies sería el resultado de una humanidad con humanos sanos. Por supuesto que esta utopía no es nueva y que la misma ha servido a religiones y políticos para cultivar voluntades adeptas en las masas. Por eso creemos que la cura está en que cada humano tenga su dosis respectiva del complejo “V” o mejor dicho “valores” que son las vitaminas del alma. Pero no existe un hospital global para los pueblos, sino pequeños ambulatorios llamadas escuelas, donde solo se previenen enfermedades pero no se hacen operaciones de cirugía mayor. Sin embargo las campañas y operativos de valores humanos podrían ser eficientes así se prolongaría el intrínseco y genético anhelo de la perpetuación de la especie. Si cada humano tuviera claro sus valores desde niño, la guerra para la subsistencia estaría ganada sin pelearla.
Y cómo come tanta gente
Si en vez de seguir talando bosques cultivamos los terrenos depredados, si nuestros desechos sólidos fueran menos y los pocos tratados para ser reusables, si utilizamos más aire y menos petróleo, si fabricamos menos armas y más libros, si distribuimos mejor el trabajo y sus frutos, si comemos menos chatarra, si utilizamos el agua con conciencia, si aplicamos controles sobre la natalidad, si a cada casa construida se le sembraran al menos dos árboles frutales y si ningún humano fuera dueño de la tierra, si las fábricas fueran sólo de productos necesarios, si no hubiera fronteras ni nacionalidades y las leyes fueran universales; creemos que la tierra se pondría verdecita y aunque fuéramos menos sus habitantes le haríamos menos daños al planeta y viviríamos más y mejor, seríamos más felices y conscientes, no sería una utopía este escrito.
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