Felipe Gutierrez P.
Hace algo más de un año, el gobierno de los Estados Unidos decidió enviar 10.000 integrantes de sus Fuerzas Armadas por “razones humanitarias” inmediatamente después del devastador terremoto de magnitud 7.3 acontecido en Haití. El saldo de más de 200.000 seres humanos muertos fue motivo suficiente para que tropas estadounidenses tomaran el aeropuerto de Puerto Príncipe e ingresaran en la destruida casa de gobierno del país antillano.
En Japón, el peor terremoto de su historia corregido a 9.1, un devastador tsunami y la emergencia nuclear hacen que ese país viva su peor crisis desde la segunda Guerra Mundial, momento en el que el gobierno de Estados Unidos lanzo dos bombas nucleares sobre población civil en Hiroshima y Nagasaki: un crimen de lesa humanidad (aún en tiempos de guerra) no condenado internacionalmente.
Después de los bombardeos y la capitulación de Japón, Estados Unidos ocupó el país e impuso un nuevo sistema político, una democracia con elecciones y todo.
Pero esa «democracia» estaba al servicio de las metas políticas y estratégicas de Washington y sus empresas transnacionales. El primer objetivo era apoyar el sistema capitalista. Conservó gran parte del odiado sistema imperial, y en particular al emperador.
Impulsó la formación de nuevas fuerzas políticas siempre y cuando juraran lealtad al capitalismo en general y a los intereses estratégicos de Estados Unidos. Reprimió a las fuerzas revolucionarias que se oponían a la barbarie y explotación a la que era sometido el pueblo japonés. También prohibió las huelgas.
Al nuevo gobierno japonés no le permitió crear unas fuerzas armadas, pero a la clase dominante le permitió compartir la explotación de los países vecinos.
La falsa democracia que Estados Unidos impuso en Japón es la democracia burguesa, cuya meta es impedir la revolución, defender el capitalismo y crear un sistema que obedezca los dictámenes de Washington.
Luego de los terremotos y tsunamis de Japón probablemente ya no sea la potencia económica ni la democracia que los Estados Unidos deseen para controlar a los países del Pacífico.
No es de descartar que el imperio rescate a su aliado capitalista y envíe a Japón otros 20 o 30.000 marines por “razones humanitarias”.
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