La Jornada
San Cristóbal de las Casas, Chis. 30 de diciembre. El levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cumple 17 años sin que, a juicio de las comunidades indígenas en resistencia desde enero de 1994, sus demandas hayan sido cumplidas por cuatro sucesivos gobiernos federales y seis administraciones estatales. No obstante eso, y una prolongada estrategia contrainsurgente en su contra, las comunidades y regiones en rebeldía desarrollan una significativa experiencia de autonomía pacífica, claramente nacional, que ha resultado además eficaz defensa de la soberanía territorial mexicana en tiempos en que ésta luce muy averiada.
Llegaron a los barrios periféricos de esta ciudad la noche del 31 de diciembre de 1993. Quienes los vieron aparecer multiplicando la sombra contaron primero cientos. Hacia la medianoche ya eran miles, armados y uniformados. Se concentraron en el anillo periférico, cerca del bulevar Juan Sabines Gutiérrez, tras ocupar la plaza de San Ramón y el Puente Blanco, acceso de la ciudad viniendo de los Altos.
Por el otro extremo, por la salida a Comitán, el barrio de San Diego y la avenida Insurgentes, más tropas indígenas avanzaban hacia el centro. En el transcurso de la madrugada, los nuevos insurgentes tomaron el palacio municipal, la plaza central y de hecho, la ciudad. Lo mismo ocurría en Ocosingo, Las Margaritas, Altamirano y Huixtán.
Para entonces ya estaba subvertido de manera trascendente todo el territorio indígena de Chiapas, aún ignoto para la mayoría de los mexicanos, incluyendo el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari y de los gobernadores Patrocinio González Blanco Garrido y Elmar Setzer, siendo el primero, a la sazón, secretario de Gobernación. Los pueblos mayas de Chiapas iniciaron una guerra de liberación que sigue en pie. El ¡ya basta!
que la mañana siguiente dio la vuelta al mundo es un hito en la historia moderna de México.
Desde entonces, el movimiento indígena zapatista es un actor clave en la lucha política del país. Si bien los rebeldes decretaron una tregua, después de 12 días de combate en enero de 1994, la guerra no ha terminado. No se han cumplido las demandas que dieron origen al levantamiento, reconocidas como legítimas por los gobiernos de Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Además, los gobiernos sucesivos han desarrollado una incesante guerra irregular, de baja intensidad
, contra las comunidades organizadas con el EZLN, sus simpatizantes, y hoy también las adherentes a la otra campaña.
En un contexto nacional de amplia militarización y combates irregulares, con frecuencia oscuros, tiende a olvidarse que las montañas de Chiapas siguen siendo la región más militarizada del país, y lo que parece paz relativa
es en realidad una guerra encubierta. Con las armas como respaldo (numerosas tropas federales ocupan decenas de comunidades en el suelo indígena), el gobierno libra una sofisticada guerra económica, social (a veces disfrazada de religiosa
) y sicológica.
A lo largo de este periodo, la comunidades rebeldes no sólo han resistido y sobrevivido, sino que se transformaron perceptiblemente. En diciembre de 1994 establecieron unos 40 municipios autónomos, dando inicio a la rebeldía autonómica más prolongada y efectiva de la era moderna en el mundo. Tres lustros después, el zapatismo tiene cinco juntas de buen gobierno que, en medio de una guerra contrainsurgente en su contra, representan un factor ineludible de gobernabilidad y legalidad, literalmente pese a las políticas gubernamentales.
Los zapatistas no sólo aplicaron una reforma agraria sumamente igualitaria que elevó los niveles de vida, dignidad y libertad de millares de campesinos indígenas, sino que mediante auténticas escuelas
de gobierno (entendido como servicio), las juntas de los cinco Caracoles donde operan desde 2003 han construido sistemas alternativos de educación, salud, justicia, producción y comercialización de productos agrícolas. Además, son ya tres lustros de relaciones solidarias y políticas con luchas y organizaciones del resto el país, América y Europa.
Durante 2010, activos y en lucha en las montañas el sureste, los zapatistas mantuvieron un pertinaz silencio, ocasionalmente roto para denunciar agresiones paramilitares, policiacas y militares cuando éstas alcanzan niveles intolerables, lo cual no quita que sucedan permanentemente.