AW
Elsa Rodriguez, luchadora política, miembro del Polo Obrero; recibió un balazo en a cabeza el miércoles 20 de octubre pasado, cuando mataron al pibe Mariano Ferreyra. Los medios comerciales dejaron de hablar de ella. Está en el Argerich, internada. Peleando por su vida.
Plenario de Trabajadoras
Hablan sus hijos Gisela, Vanesa y Johnatan. Hace una semana que Elsa pelea por su vida. Había sido gravemente herida de un balazo en la cabeza por la patota de Pedraza.
En el Hospital Argerich, donde se encuentra internada, sus familiares, amigos y compañeros del Partido y del Polo Obrero se turnan para darle fuerza y acompañarla. Conversamos con Gisela, Vanesa y Johnatan, tres de sus siete hijos.
El primero que toma la palabra es Johnatan: «Mamá es una luchadora de toda la vida. Una madraza que sola se hizo cargo de todos nosotros. La sufrió, la peleó, pero nunca nos dejó tirados. Vino de Uruguay en 1984 y empezó laburando en un geriátrico. Ahora lo hace en casa de familia. Siempre dignamente, llueva o truene, lo que sea, ella iba para bancar el pan de sus hijos. Y nunca tuvo ayuda de nadie de arriba. Cuando se nos incendió la casilla en la que vivíamos, en Berazategui, éramos chiquitos y perdimos todo: casa, documentación, papeles. Nos quedamos sin nada y mamá entró a golpear puertas al gobierno, a la municipalidad, a las manzaneras. Nadie nos recibía ni nos daba nada. Adonde iba, le pedían documentos y ella los perdió en el incendio -sigue Johnatan-. Hasta que conoce a un militante del Partido Obrero y ahí se empezó a meter. Sólo el Polo Obrero, que nunca le pidió nada, le abrió las puertas. La empezaron a ayudar, comenzó a organizarse en el comedor, con la mercadería y a participar de las marchas y piquetes. Allí se pudo refugiar y hacerse fuerte».
Fue hace aproximadamente siete años. Poco a poco, Elsa se fue destacando como organizadora del Polo Obrero de Berazategui en el Barrio Bustillo, ganándose un lugar en la mesa regional y participando de cuanto evento pudiera: «Cocinaba, estaba en los comedores, hacía reuniones, actividades para los chicos». Desde entonces, participa en todas las movilizaciones y luchas defendiendo los derechos de los trabajadores. Como la de los ferroviarios tercerizados, donde Elsa fue una de las primeras en anotarse. Desde entonces, también Johnatan se tuvo que acostumbrar a convivir entre pancartas del Polo Obrero que muchas veces quedaban en casa luego de una movilización.
Elsa es, además, un ejemplo de convicciones. Fue tentada muchísimas veces por los punteros («los mulos», como dice su hijo) de Mussi, intendente de Berazategui, para sumarse a la red de la municipalidad. Pero, cuentan sus hijos, Elsa los rechazó indignada cada vez. Gisela cuenta cómo se enojó con ella cierta vez que osó reprocharle no haber aceptado esas ofertas. Ofendida le preguntó si acaso pensaba que ella era una corrupta vendida. «No me habló por un mes», completa.
Los tres necesitan aclarar, contra lo que se publicó en Clarín, que Elsa «no es ninguna ignorante. No era analfabeta como dicen. Ella ya sabía leer y escribir porque hizo la primaria en Uruguay. Ella lee «Prensa Obrera», los volantes y los folletos, aunque sean largos. Siempre anda llena de prensas y papeles que en casa es la única que los entiende». «Lee la prensa entera para poder explicarla», agrega un familiar.
Elsa acababa de participar del Encuentro Nacional de Mujeres en Paraná. «Volvió contentísima, cambiada. No la reconocíamos», dicen a coro sus hijas. «Es que estaba más alegre que nunca, con pilas, con fuerza, entusiasmada planificando el próximo Encuentro que, dicen, va a ser en Bariloche.»
Elsa, militante, siempre involucró a su familia e hijos. «La Pipi (Stefanía), la menor, siempre está con ella, va a todas las movilizaciones. Ella participa mucho, le interesa todo lo que es del Partido y del Polo y siempre la acompaña», dicen sus hermanos. «Siempre nos invita -agrega Vanesa-. Fuimos a las marchas por Kosteki y Santillán y a otras. Mamá nos pide que participemos, pero no siempre podemos».
El jueves 21, ellas dos encabezaron, junto a dirigentes de distintas organizaciones, la inmensa movilización por el asesinato de Mariano. «Yo veía a mi mamá -dice emocionada Vanesa-. Ella estaba ahí con nosotros aunque estuviera en el Hospital. Como siempre. Fue muy duro. Estaba muy mal.»
«Hoy no podemos ir todos a esas marchas porque no estamos bien. Espero lo entiendan», agrega Gisela, mientras jura que apenas salga Elsa van a acompañarla, todos sus hijos y nietos, a las movilizaciones a Plaza de Mayo para reclamar por el Juicio y Castigo.
Están sorprendidos por la solidaridad. No sólo de sus compañeros de militancia sino, como dice Vanesa, de «gente que no conozco. En Constitución me paraban porque me habían visto en la tele. Me preguntan, me dan fuerzas. Lo mismo en mi barrio, en Calzada. También en Burzaco, o en el colegio de mis chicos o en la puerta del Hospital. Lo mismo en su barrio, donde es muy querida. Todos me dicen que están orando por ella, que es una gran luchadora y que va a salir adelante. Yo les agradezco de todo corazón. Sé que va a salir adelante porque la conozco. Es una mujer fuerte».
Johnatan se anima a pronosticar una imagen que pinta a Elsa de cuerpo entero: «Yo estoy seguro que lo primero que hace mi mamá apenas salga de acá es agarrar una bandera del Polo Obrero y se va a una marcha. Mi mamá ama al Polo», agrega Vanesa. «Da la vida por ello, es lo que le gusta y está convencida», completa Gisela.
Elsa Rodríguez, uruguaya, 56 años, madre de siete hijos, abuela de trece nietos, trabajadora, militante y luchadora. Un ejemplo.
Hablan sus hijos Gisela, Vanesa y Johnatan. Hace una semana que Elsa pelea por su vida. Había sido gravemente herida de un balazo en la cabeza por la patota de Pedraza.
En el Hospital Argerich, donde se encuentra internada, sus familiares, amigos y compañeros del Partido y del Polo Obrero se turnan para darle fuerza y acompañarla. Conversamos con Gisela, Vanesa y Johnatan, tres de sus siete hijos.
El primero que toma la palabra es Johnatan: «Mamá es una luchadora de toda la vida. Una madraza que sola se hizo cargo de todos nosotros. La sufrió, la peleó, pero nunca nos dejó tirados. Vino de Uruguay en 1984 y empezó laburando en un geriátrico. Ahora lo hace en casa de familia. Siempre dignamente, llueva o truene, lo que sea, ella iba para bancar el pan de sus hijos. Y nunca tuvo ayuda de nadie de arriba. Cuando se nos incendió la casilla en la que vivíamos, en Berazategui, éramos chiquitos y perdimos todo: casa, documentación, papeles. Nos quedamos sin nada y mamá entró a golpear puertas al gobierno, a la municipalidad, a las manzaneras. Nadie nos recibía ni nos daba nada. Adonde iba, le pedían documentos y ella los perdió en el incendio -sigue Johnatan-. Hasta que conoce a un militante del Partido Obrero y ahí se empezó a meter. Sólo el Polo Obrero, que nunca le pidió nada, le abrió las puertas. La empezaron a ayudar, comenzó a organizarse en el comedor, con la mercadería y a participar de las marchas y piquetes. Allí se pudo refugiar y hacerse fuerte».
Fue hace aproximadamente siete años. Poco a poco, Elsa se fue destacando como organizadora del Polo Obrero de Berazategui en el Barrio Bustillo, ganándose un lugar en la mesa regional y participando de cuanto evento pudiera: «Cocinaba, estaba en los comedores, hacía reuniones, actividades para los chicos». Desde entonces, participa en todas las movilizaciones y luchas defendiendo los derechos de los trabajadores. Como la de los ferroviarios tercerizados, donde Elsa fue una de las primeras en anotarse. Desde entonces, también Johnatan se tuvo que acostumbrar a convivir entre pancartas del Polo Obrero que muchas veces quedaban en casa luego de una movilización.
Elsa es, además, un ejemplo de convicciones. Fue tentada muchísimas veces por los punteros («los mulos», como dice su hijo) de Mussi, intendente de Berazategui, para sumarse a la red de la municipalidad. Pero, cuentan sus hijos, Elsa los rechazó indignada cada vez. Gisela cuenta cómo se enojó con ella cierta vez que osó reprocharle no haber aceptado esas ofertas. Ofendida le preguntó si acaso pensaba que ella era una corrupta vendida. «No me habló por un mes», completa.
Los tres necesitan aclarar, contra lo que se publicó en Clarín, que Elsa «no es ninguna ignorante. No era analfabeta como dicen. Ella ya sabía leer y escribir porque hizo la primaria en Uruguay. Ella lee «Prensa Obrera», los volantes y los folletos, aunque sean largos. Siempre anda llena de prensas y papeles que en casa es la única que los entiende». «Lee la prensa entera para poder explicarla», agrega un familiar.
Elsa acababa de participar del Encuentro Nacional de Mujeres en Paraná. «Volvió contentísima, cambiada. No la reconocíamos», dicen a coro sus hijas. «Es que estaba más alegre que nunca, con pilas, con fuerza, entusiasmada planificando el próximo Encuentro que, dicen, va a ser en Bariloche.»
Elsa, militante, siempre involucró a su familia e hijos. «La Pipi (Stefanía), la menor, siempre está con ella, va a todas las movilizaciones. Ella participa mucho, le interesa todo lo que es del Partido y del Polo y siempre la acompaña», dicen sus hermanos. «Siempre nos invita -agrega Vanesa-. Fuimos a las marchas por Kosteki y Santillán y a otras. Mamá nos pide que participemos, pero no siempre podemos».
El jueves 21, ellas dos encabezaron, junto a dirigentes de distintas organizaciones, la inmensa movilización por el asesinato de Mariano. «Yo veía a mi mamá -dice emocionada Vanesa-. Ella estaba ahí con nosotros aunque estuviera en el Hospital. Como siempre. Fue muy duro. Estaba muy mal.»
«Hoy no podemos ir todos a esas marchas porque no estamos bien. Espero lo entiendan», agrega Gisela, mientras jura que apenas salga Elsa van a acompañarla, todos sus hijos y nietos, a las movilizaciones a Plaza de Mayo para reclamar por el Juicio y Castigo.
Están sorprendidos por la solidaridad. No sólo de sus compañeros de militancia sino, como dice Vanesa, de «gente que no conozco. En Constitución me paraban porque me habían visto en la tele. Me preguntan, me dan fuerzas. Lo mismo en mi barrio, en Calzada. También en Burzaco, o en el colegio de mis chicos o en la puerta del Hospital. Lo mismo en su barrio, donde es muy querida. Todos me dicen que están orando por ella, que es una gran luchadora y que va a salir adelante. Yo les agradezco de todo corazón. Sé que va a salir adelante porque la conozco. Es una mujer fuerte».
Johnatan se anima a pronosticar una imagen que pinta a Elsa de cuerpo entero: «Yo estoy seguro que lo primero que hace mi mamá apenas salga de acá es agarrar una bandera del Polo Obrero y se va a una marcha. Mi mamá ama al Polo», agrega Vanesa. «Da la vida por ello, es lo que le gusta y está convencida», completa Gisela.
Elsa Rodríguez, uruguaya, 56 años, madre de siete hijos, abuela de trece nietos, trabajadora, militante y luchadora. Un ejemplo.