Por Jonas Antares *
Los principios activos presentes en las plantas medicinales constituyen la mayor fuente de riqueza científica y tecnológica acumulada por la naturaleza del planeta Tierra a lo largo de miles de años.
Actualmente, se estima que alrededor de un 60% de los medicamentos existentes provienen directamente de las plantas y son patentados después de realizar pequeñas modificaciones en sus estructuras químicas como maniobra de las empresas farmacéuticas creando un mercado monopólico de patentes medicinales a partir de un compuesto ya existente en la naturaleza pero generando ganancias extraordianarias durante al menos 20 años.
Gran parte de la denominada “innovación” farmacéutica consiste simplemente en una composición, formulación o dosis, presentadas como sales, polimorfos, revindicaciones de fómula de «Markush», patentes de selección, procedimientos análogos, enantiomeros, isómeros, metabolitos activos y prodrogas, métodos de tratamiento y segundos usos médicos: supuestas invenciones que se presentan como novedosas e inventivas pero que en realidad son conocidas por la Madre Naturaleza.
La industria farmacéutica manipula y utiliza sustancias conocidas para enriquecerse manteniendo perversamente a los pacientes en un estado de enfermedad crónica y sin sanarlos definitivamente, hasta su fallecimiento.
Asímismo, la industria farmacéutica global pone trabas a la avanzada tecnología de las plantas dentro de los organismos regulatorios que controla en todo el mundo: FDA, EMA, AEMPS, ANVISA, etc, definen como Medicamentos fitoterápicos a los medicamentos que contienen exclusivamente como ingredientes activos, materias primas vegetales y/o mezclas definidas de éstas, caracterizados por la reproducibilidad y constancia de su calidad, eficacia y seguridad, validados por antecedentes etnofarmacológicos de utilización o por referencias detalladas en documentos tecnocientíficos o por ensayos clínicos fase III.
Para los entes reguladores No se consideran medicamentos fitoterápicos aquellos cuya composición incluya sustancias activas químicamente puras o asociaciones de éstas con materias primas vegetales, aún cuando sean constituyentes aislados de plantas.
La actual pandemia mostró el oportunismo de empresas farmoquímicas como Pfizer, Astrazéneca, J&J, Sanofi, Glaxo, se volcaron rapidamente a una supuesta mitigación y control del Covid, pero que a la vista de los resultados alcanzados han provocado la desconfianza de la población – incluso en los propios países centrales- a tratarse con estos compuesto sintéticos a ser introducidos en su cuerpo. El fracaso estrepitoso del empleo de medicamentos existentes para otras enfermedades intentando combatir el coronavirus sin base científica alguna pone en duda la seriedad de la ciencia tradicional mundial.
El fiasco del remdesivir como medicina salvadora a 2300 dólares el tratamiento contra covid-19 quedará en la historia de los ejemplos de estafa médica por parte de una compañia Gilead, una verdadera banda de delincuentes que resurgen en cuanta epidemia sobrevenga.
El error del tratamiento con cloroquina expuso un supuesto conocimiento y una superioridad de los egos cinetificistas que no es tal.
La propaganda desplegada por las farmacéuticas por medio de las agencias de noticias internacionales AFP, AP, Reuters, DW, CNN, BBC, reproducidos día y noche por canales de televisión y redes sociales aumentaron la cotización de las acciones en Wall Street, constituyendo una de las mayores estafas del sistema global de finanzas que supera a los días de la caída de las torres gemelas o la crisis Lehman Brothers.
La «tecnología de las plantas medicinales» queda aún como el último refugio y el resorvorio sanitario de conocimiento al que habrá que recurrir para frenar esta plaga lanzada al mundo y que pone en vilo a la humanidad develando el accionar de una minoria sin escrúpulos que se alimenta de los pacientes-consumidores y tiene como cómplices a centros de salud, universidades, gobiernos, ONGs, médicos, farmacéuticos y científicos que, a cambio de subsidios y donaciones, siguen las líneas de investigación y el desarrollo de medicamentos y pseudovacunas dictadas por la propia industria farmacéutica mundial lanzando a la muerte a millones de personas por año.
La utilización de plantas medicinales con sus poderes biológicos y niveles energéticos superiores tratan enfermedades crónicas o agudas y conforman el conocimiento ancestral que los pueblos de todo el mundo deberán utilizar nuevamente para mantener la salud física y espiritual en equilibrio con la Naturaleza, generando inmunidad real del 100% de eficacia, durante largo tiempo a bajo costo, eliminando otro nuevo mal viral creado por el ser humano que la industria farmacéutica no sabe ni quiere resolver.
*Jonas Antares es biólogo molecular integralista