Jaime Richart.
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Los gobiernos capitalistas se engañan y nos engañan en muchas cosas. Se diría que en todo. Pero algunos de sus eufemismos terminan siendo insultantes. Llamar, por ejemplo, al ministerio represivo ministerio de Interior y al ministerio de invasiones ministerio de Defensa es hoy cosa de niños. Y luego los ministros acaban por creérselo ellos mismos y confusos.

Por eso es sin duda por lo que el ministro del Interior español, cómplice del de Defensa, llama, ignorante él, defensa al ataque. Y todo para justificar la presencia de la guardia civil en Afganistán. Dice que “la guardia civil defiende en Afganistán la seguridad de España”. Bonita manera de dar la vuelta a la tortilla… Afganistán es un país invadido por las tropas del consorcio internacional, en el que están las tropas españolas. Sin embargo éste ministro dice, con el cinismo propio del que no conoce la vergüenza, que «nuestras tropas» se defienden de los ataques terroristas.

Esto es, llama terrorismo a defenderse de la aplastante fuerza del invasor, y terroristas a los habitantes del país invadido que intentan expulsar a aquél del país…

He aquí la manera de razonar y de comunicarse los gobiernos de la postmodernidad con los ciudadanos postmodernos: «Los ocupantes y asaltantes de un territorio se defienden de los que lo defienden; de los que lo defienden no porque sea suyo y lo habitan, no porque defienden a sus mujeres, ancianos y niños de las barbaridades cometidas por los invasores en sus rondas criminales con las armas más sofisticadas y poderosas y con la logística más completa y eficaz… lo defienden por capricho y por maldad. Los invadidos contraatacan con acciones guerrilleras porque son perversos».

En suma, nada nuevo en los miles de años que tiene la sociedad humana. La diferencia notable es que «antes» los jerifaltes, los tiranos, los reyes y los emperadores, sanguinarios todos, eran los únicos que administraban sus salvajes conquistas. Y los súbditos se limitaban a estar obligatoriamente en la guerra, nada podían desmentir, nada distinguían y no hacían otra cosa que protegerse como buenamente podían de sus dueños. Como ocurría con Franco.

Pero hoy día, hoy día en que la democracia burguesa dice habernos liberado de la esclavitud, de la servidumbre, de los abusos y engaños pasados de los «jefes» de la tribu, ni el más tonto de los ciudadanos cree que las tropas españolas en Afganistán permanecen allí por causa alguna que no sea vigilar el saqueo de petróleo llevado a cabo en Oriente Medio por el imperio y por los países de la pandilla internacional que le arropan.

En occidente y con la internet por medio todo el mundo sabe de todo, sabe cómo son las cosas, sabe por qué las huestes de los presidentes democráticos están allí pese a sus burdísimos pretextos; todo el mundo conoce qué esconden las mentiras inmundas de los gobernantes y en qué consisten sus misiones de paz…

El verbo pretendidamente persuasivo del ministro español es en realidad el mismo de todos los del ramo de todas las democracias burguesas, y el de todos los políticos de éstas. Proviene de almas sin conciencia, pues de otro modo no podrían desempeñar funciones que exigen la mentira constante y la deformación sistemática de las bellaquerías para convertirlas en actos defensivos. (Es del mismo mimbre que llamar “defensas” a las porras con las que las policías golpean).

¿Es que nadie sabe que cuando se habla de la «Defensa», del ministerio de Defensa y de todo cuanto tiene que ver con ambas se refiere a ataques, a invasiones y a ocupaciones armadas de las tropas propias y aliadas? Llamen conquista a las conquistas, ocupación de otro país a la invasión de nueve años, torturas a la tortura, barbaridad a la barbarie, y todo así, y la ciudadanía empezará a entenderse con los gobiernos y con los periodistas, aunque sólo sea para maldecirles mejor. Pero ellos al menos tendrán el honor de no haber intentado engañarnos inútilmente.

Y esto sería pasar la civilización a otro nivel, que no es poco…