Germán Gorráiz López

«La crisis es la mejor bendición que le puede suceder a personas y países porque la crisis trae progresos» (Albert Einstein).

El khaos y el coronavirus

Shakespeare, por boca de un asustado Enrique IV expresa el miedo y la impotencia del hombre debido a la ausencia de certezas ante el caos de la mudanza : «¡Dios mío, si tuviésemos la opción de leer en el libro del destino y ver del tiempo las revoluciones, ver cómo la ocasión se burla y cómo llena el cambio la copa de Mudanza con diversos colores». Así, el Brexit significó el finiquito del «escenario teleológico» en el que la finalidad de los procesos creativos eran planeadas por modelos finitos que podían intermodelar o simular varios futuros alternativos y en los que primaba la intención, el propósito y la previsión y su sustitución por el «escenario teleonómico», marcado por dosis extrema de volatilidad y por la instauración del khaos o vacío que ocupa un hueco en la nada cósmica

Por khaos entendemos algo impredecible y que se escapa a la miope visión que únicamente pueden esbozar nuestros ojos ante hechos que se escapan de los parámetros conocidos con lo que inevitablemente recurrimos al término «efecto mariposa» para intentar explicar la vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que terminarán por configurar el puzzle inconexo del caos ordenado que se está gestando. El citado» efecto mariposa» trasladado a sistemas complejos como la Demoscopia, la Meteorología, la Detección y Prevención de Epidemias, los Flujos Migratorios y la Bolsa de Valores tendría como efecto colateral la imposibilidad de detectar con antelación un futuro mediato. Así, los modelos cuánticos que utilizan serían tan sólo simulaciones basadas en modelos precedentes, con lo que la inclusión de tan sólo una variable incorrecta o la repentina aparición de una variable imprevista provoca que el margen de error de dichos modelos se amplifique en cada unidad de tiempo simulada hasta exceder incluso el límite estratosférico del cien por cien, de lo que sería paradigma la previsible globalización del coronavirus.

¿Es el coronavirus el cisne negro de la Globalización?

La teoría del Cisne Negro fue desarrollada por Nicholas Taleb en su libro «El Cisne Negro (2010) en el que intenta explicar «los sesgos psicológicos que hacen a las personas individual y colectivamente ciegas a la incertidumbre e inconscientes al rol masivo del suceso extraño en los asuntos históricos», lo que explicaría el sentimiento de incertidumbre de la sociedad global ante la irrupción del coronavirus. Así, el proteccionismo económico implementado por Donald Trump, el cisne negro del coronavirus y la posibilidad de un Brexit traumático podría provocar que la crisis sistémica acabe lastrando la incipiente y frágil recuperación económica mundial y desemboque en escenarios de estancamiento económico secular (secular stangantion), ya que el fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos, por lo que la tercera ola de la recesión económica que se avecina será global y vinculante y tendrá como efecto colateral el irreversible ocaso de la economía global.

La posibilidad real de un nuevo crash bursátil estaría pasando desapercibida para la mayoría de Agencias de Calificación debido a la desconexión con la realidad ( epidemia del coronavirus) que les llevaría a justificar la exuberancia irracional de los mercados, con lo que se cumpliría la famosa frase del iconoclasta John Kenneth Galbraiht. «Hay dos clases de economistas: los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso». Dicho estallido bursátil tendrá como efectos colaterales la consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente devaluación de las monedas de incontables países para incrementar sus exportaciones y como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras, la subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial.