Luis Bilbao

 

Crítica de Nuestro Tiempo N° 41
Reforma y revolución en el siglo XXI

«Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas»
Carlos Marx y Federico Engels / La ideologí
a alemana


Introducción

Desde el 17 al 20 de agosto próximo se realizará en Buenos Aires el XVI° Encuentro del Foro de São Paulo. La consigna convocante propone “Consolidar la unidad de los partidos populares, progresistas y de izquierda en América Latina y Caribe, para profundizar los cambios, consolidar la integración y derrotar la contraofensiva de la derecha”.

El FSP inició su recorrido en julio de 1990, en una reunión convocada por el Partido dos Trabalhadores (PT) de Brasil como Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe. Representantes de 48 organizaciones protagonizamos un vivo debate de ideas (1). En ese entonces comenzaba el derrumbe de la Unión Soviética. Y el PT acababa de perder la elección presidencial por escaso margen.

Conviene recordar un aspecto relevante de aquella coyuntura: el resultado de la primera elección presidencial después de 25 años de dictadura dejó como vencedores en la primera vuelta a dos partidos hasta entonces inexistentes. Uno, compuesto por la masa trabajadora y encabezado por un obrero metalúrgico que proclamaba el socialismo. El otro, un apresurado conglomerado de fracciones burguesas que escogieron un personaje sin escrúpulos para representarlas. En esa oportunidad, el 15 de noviembre de 1989, los dos aparatos políticos tradicionales de Brasil, el Partido del Frente Liberal (PFL) y el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), obtuvieron el 0,69 y el 4% respectivamente. Habían desaparecido. La segunda vuelta le dio la victoria a Fernando Collor de Mello (quien a poco andar sería destituido por ladrón) con el 52,95% contra el 47,05% alcanzados por Lula (ó 42,76 contra 37,99% respectivamente, si como corresponde se toma en cuenta los votos en blanco y anulados).

Era la primera comprobación del fenómeno que vendría a revelarse de manera generalizada en las décadas siguientes: el agotamiento de los aparatos con los cuales las clases dominantes de la región mantuvieron el control durante el siglo XX. Aquel resultado ponía sobre la mesa la tarea de quienes adoptaban entonces definiciones anticapitalistas: poner en pie fuerzas políticas de masas unificadoras del conjunto de la población explotada y oprimida y ocupar con un programa antimperialista y anticapitalista el espacio dejado por los partidos del capital. El cónclave de partidos y organizaciones de izquierda tan oportunamente reunido en San Pablo debía tomar en sus manos la coyuntura histórica y pasar a la acción. Se trataba de caracterizar la etapa, definir objetivos y organizar las conmocionadas fuerzas de la izquierda continental para afrontar la inédita situación.

Partidos y cuadros reformistas de origen socialista y comunista, codo a codo con otros de neta definición revolucionaria, compartimos en aquel encuentro la necesidad de abroquelarnos frente a las obvias consecuencias del derrumbe de la URSS y los efectos letales de la ofensiva capitalista en todos los terrenos: económico, político, militar, religioso y cultural. Tras un arduo debate, a último momento la declaración final caracterizó la situación, por consenso, como «crisis del capitalismo». Pero no había convicción y acuerdo reales sobre ese punto. Una porción significativa de los presentes -acaso mayoritaria- estaba ya ganada por la certeza de que el capitalismo había vencido una batalla definitiva, que de allí en más sería en su terreno que se darían el crecimiento y el desarrollo. Sólo se trataba entonces de encontrar el modo de insertarse en ese nuevo cuadro de situación mundial (2).

Del otro lado, una franja también significativa, aunque no mayoritaria, entendía la crisis del capitalismo no como un fenómeno estructural, en el marco condicionante de una coyuntura en la cual el inexorable derrumbe de la URSS abría el espacio objetivo y subjetivo para una fase de furiosa ofensiva capitalista, sino como la inminencia de grandes luchas de masas con voluntad revolucionaria.

Un segmento numéricamente mayoritario -en más de un caso atravesando líneas partidarias- rechazaba ambas caracterizaciones. Pero carecía de cohesión teórica y de estrategia común. Y salvo excepciones, estaba compuesto por organizaciones de porte menor.

En el período siguiente cambiaron drásticamente las relaciones de fuerza en ese cuadro interno de las fuerzas reunidas en San Pablo. La concreción del derrumbe soviético demolió moral y organizativamente a la casi totalidad de los partidos comunistas y, según todas las apariencias, le dio la razón a la tradición socialdemócrata, que ganó explícita o implícitamente a cuadros históricos de diferentes partidos. Por el contrario, las organizaciones de definición revolucionariaconfundidas respecto del significado concreto de la crisis capitalista se autodestruyeron. Desde uno y otro flanco la potencialidad revolucionaria militante recibió durísimos golpes.

La marea reaccionaria se expandió. Cuba, la brújula de la revolución, quedó atrapada en el Período especial. El Fsln perdió el poder en Nicaragua. Fracasó la ofensiva final del Fmln en El Salvador…

Incluso las columnas de la teoría marxista quedaron a merced de ataques provenientes de las más endebles y a menudo ridículas posturas, que no obstante ganaron espacios, no por inconsistentes y fugaces menos dañinos. Innumerables cuadros cayeron arrastrados por esa fuerza disolvente. Algunos llegaron incluso a la abyección de completar la deserción con la inconducta llevada a extremos. Todo estuvo permitido en ese lapso que pudo parecer eterno.

Crítica nació un año después de aquella reunión en San Pablo. En los 40 volúmenes publicados regularmente desde entonces están registradas las polémicas de este período.

Viraje

En el segundo encuentro, realizado en México, tras sortear la inminencia de la fractura y la disolución, se asumió el nombre de Foro de São Paulo. Pero la preservación de la instancia referencial de la izquierda latinoamericana se logró al costo de un cambio en la hegemonía y la orientación, que se acentuaría en los años siguientes. Las relaciones de fuerzas se habían desplazado bruscamente hacia el reformismo. Y todavía faltaba el remate: la disolución de la Unión Soviética.

Roto ese dique objetivo y subjetivo, la oleada contrarrevolucionaria inundó al planeta. Y ahogó al FSP. Progresivamente esta inédita y valiosa experiencia de convergencia anticapitalista continental, indudable hito en la historia del hemisferio, fue adecuándose a la coyuntura histórica de acelerado retroceso. En el cuadro descripto, la endeble convicción respecto de la verdadera situación del capitalismo se prolongó con la inexistencia de una estrategia común y redujo los criterios organizativos a un mínimo indispensable para realizar encuentros más o menos regulares.

n así, en las dos décadas siguientes el FSP fue una instancia de intercambio; de elaboración por la negativa; de resistencia en un doble sentido: hacia fuera, contra los aspectos más brutales de la ofensiva capitalista; hacia dentro, contra el auge reformista que, por sensibilidades preexistentes, tomó distancia verbal de la socialdemocracia con el mismo énfasis con que adoptaba su corpus conceptual y programático.

Veinte años después, cuando por primera vez el FSP se reúne en Buenos Aires, las condiciones objetivas y subjetivas que dieron lugar a esa deriva han quedado atrás como factores determinantes, lo cual no significa que no continúen gravitando. Se cumple una ley fatídica: las organizaciones de vanguardia en un período histórico, cuando no logran sostener esa posición en la adversidad de un ciclo declinante posterior, al reiniciarse una nueva fase de auge quedan a la retaguardia en el mejor de los casos y, a menudo, como abanderadas de aquellos mismos vectores que frustraron sus objetivos iniciales.

Esto explica que el FSP, como tal, no previera el renacimiento de la lucha socialista en América Latina y, cuando éste ocurrió, lejos de acompañarlo comenzó a obrar de manera dual: como reticente defensor ante los ataques más reaccionarios del imperialismo, y como lastre en la difícil marcha hacia la recomposición teórico-política-organizativa en un momento histórico en el que todo ha cambiado de signo por el estallido de la crisis del sistema mundial capitalista.

Frente a este acontecimiento mayor, el FSP no cumplió papel alguno, sea para definir conceptualmente el fenómeno, sea para actuar aunadamente frente a él. Dos años después de aquel estallido, el documento base presentado por el Grupo de Trabajo para el XVI Encuentro soslaya la necesidad de caracterizar y definir líneas de acción estratégicas e inmediatas (3).

Dice ese texto provisional: «El cataclismo financiero que arrancó en Estados Unidos y se propagópidamente al resto del mundo, no es una mera crisis financiera, sino una crisis del sistema capitalista. Es una crisis que se pronostica de larga duración, que se articula con la finalización del mundo unipolar y el surgimiento de uno multipolar (…) La falta de oportunidades de trabajo seguirá siendo elevada en el mundo por varios años (…) Hasta ahora, la crisis no ha producido un nuevo orden económico mundial. Se han roto las recetas de las políticas neoliberales pero ello no se ha traducido en lineamientos claros de un nuevo modelo de desarrollo capitalista. Dada la incertidumbre y la inestabilidad imperante, los gobiernos están tratando de sacar a flote sus propios países (…) Un nuevo orden mundial y un modelo de desarrollo pos neoliberal requeriría una gran reforma financiera, mayor supervisión y regulación del sistema bancario y financiero mundial y también su recapitalización y reestructuración. Se necesita avanzar en la eliminación de los paraísos fiscales y en la supresión de instrumentos altamente especulativos (como los CDS, credit default swaps, y otros de los llamados derivados como los hedge funds). Hasta el FMI ha propuesto un impuesto especial a los bancos para crear un fondo de reserva que sirva para futuros rescates de las entidades financieras. Sin embargo, esta reforma está detenida. No se ven signos de avance. En Estados Unidos una muy tibia propuesta de regulación está entrampada. Habría que recordar que el capital financiero fue durante las últimas décadas el mayor beneficiario de la globalización neoliberal. Su poder ha llegado a ser inmenso. La crisis golpeó al sistema pero los planes de rescate sobre todo en Estados Unidos, se dirigieron a reforzar esa estructura de poder. Por ello, la reforma financiera se ve lejana y es posible que sólo se adopten medidas cosméticas. Mientras esta reforma no avance, la reestructuración del capitalismo permanecerá atorada y el mundo seguirá preso de los especuladores».

Tal la sustancia conceptual del documento base provisional al analizar el colapso mundial del capitalismo, que pocas líneas más adelante relativiza y aun contradice lo afirmado en este párrafo: «No está puesto, en el horizonte visible, un colapso, una revolución por lo menos un cambio estructural fundamental en Estados Unidos, entonces ¿mo convivir con esa nación tan agresiva?».

Se entiende que es un texto de compromiso. Dada la composición del FSP no cabe exigir un análisis científico de la economía mundial, sus perspectivas y los efectos sobre la lucha de clases. Menos aún el trazado de una estrategia revolucionaria que, en las condiciones que la realidad plantea, fije un objetivo revolucionario en lugar de la perspectiva de «convivir con esa nación tan agresiva». Pero si, además, el FSP excluye, como lo dice taxativamente el documento base, «la posibilidad de tener una política única» o «centralizar nuestra actuación» y se plantea como único objetivo entablar «un debate necesario a todos nosotros», debería cuanto menos hacer un diagnóstico profundo y consistente de la realidad mundial. No es así y el anteproyecto está por definición inhabilitado para armar conceptualmente a las organizaciones integrantes del FSP y, desde ellas, proyectarse a las masas latinoamericanas (4).

En cuanto a la orientación estratégica, a la vez que subraya que «no se trata de tener una política única», este documento provisional sí la deja establecida al señalar como guía la fórmula «modelo de desarrollo pos neoliberal», acuñada en el reciente Congreso del PT. Se traslada así al FSP una definición que en Brasil traduce el programa destinado a restañar la crisis capitalista y su consecuencia política más ostensible: la alianza del PT con el PMDB (aquel partido que, encabezado por su figura más legendaria, Ulysses Guimaraes, enfrentó al PT como alternativa burguesa en 1989 y obtuvo el 4% de los votos, pero ahora se presenta como única posibilidad de que el PT, en una fórmula presidencial conjunta con el PMDB, mantenga el gobierno en las elecciones de octubre próximo).

Con esta plataforma, en el terreno organizativo el documento propone abocarse a «la Red de escuelas, Fundaciones y Centros de Estudios del Foro de São Paulo». Una de las tareas principales para el próximo período es, según este texto, «colaborar para que se amplíe la eficacia electoral de sus partidos miembros. En ese sentido, proponemos que la Red de Escuelas y Fundaciones, a la par de las tareas estratégicas ya mencionadas, empiece de inmediato un ciclo de reflexiones sobre las experiencias electorales pasadas y futuras, que avance además hacia medidas concretas que se puedan hacer en términos de encuestas y comunicación, siempre respetando la legislación electoral vigente en cada país».

No es nuestro propósito confrontar aquí estas ideas. Basta afirmar que una mayoría de las bases en las organizaciones que integran el FSP no está contenida en la estrategia de «un modelo de desarrollo pos neoliberal», que conviva con el imperialismo (coexistencia pacífica lo llamaba el stalinismo soviético) y dedique sus esfuerzos a crear Fundaciones para hacer encuestas y difundir la experiencia de quienes saben ganar elecciones. Esta definición no sólo niega la estrategia socialista: propone volcar la militancia colectiva del FSP como parte integrada del capitalismo; en el momento de crisis extrema del sistema capitalista, consuma la estrategia reformista como bandera del FSP.

Porque los pueblos han perforado la losa ideológica con la que los propagandistas del capital cubrieron al planeta después de la caída de la URSS; porque del auge ficticio de los 1990 hemos pasado a la crisis convulsiva; porque esta crisis estructural se prolongará y profundizará sistemáticamente y sólo deja como opciones el socialismo o la barbarie; porque la barbarie ya está acechando en el empobrecimiento vertiginoso de millones de seres humanos sumados en los últimos años a otros tantos millones reducidos a la marginalidad y la degradación extremas; porque esa acechanza tiene ya carnadura en la dinámica de guerra que el capital ha instaurado en todo el mundo con tres puntos candentes (la península de Corea, Irán y el norte de Suramérica), la estrategia anticapitalista no es únicamente una certeza teórica y un compromiso de voluntad de millones de revolucionarios en todo el mundo; es sobre todo una exigencia inaplazable para impedir que la irracionalidad del sistema destruya el planeta y acabe con la humanidad.

No es el caso de convencer a los compañeros del FSP que comparten el contenido del texto provisional elaborado a nombre del Grupo de Trabajo. Se trata de continuar buscando con ellos todos los puntos posibles de encuentro y actividad comunes, a la vez que se encara resueltamente la edificación de una organización internacional con definición revolucionaria, antimperialista y socialista.

Una estrategia revolucionaria no desecha -todo lo contrario- el frente único contra la guerra y el fascismo, dos calamidades que ya se perfilan en numerosos puntos del orbe, muy ostensiblemente en Estados Unidos. Aunque el documento citado no alude al problema (y esta es la mejor demostración del desfasaje de sus autores respecto de la realidad en la que se realizará el XVI Encuentro), un frente antiguerra es más urgente que impulsar Fundaciones para realizar encuestas. Pero es también más efectivo para hallar puntos comunes en la extrema diversidad de los componentes del FSP y proyectarlos mediante la acción conjunta hacia un escenario político válido para todos.

La Unión de Militantes por el Socialismo sostiene resueltamente la bandera de un frente único antiguerra y antifascista, propone que sea una definición principal del encuentro del FSP en Buenos Aires y se compromete a actuar como siempre con espíritu unitario y antisectario en este sentido. Simultáneamente, la UMS adhiere sin rodeos al objetivo de fundar una nueva internacional revolucionaria y convoca a todos los componentes del FSP dispuestos a emprender esta tarea a dar los pasos necesarios en cada país, regional e internacionalmente, en pos de un Congreso Fundacional de la V Internacional.

Antecedentes

Al proclamar la necesidad de fundar una V Internacional Hugo Chávez llevó el renacimiento del socialismo a su consecuencia lógica. Lo hizo en medio del despliegue de bases militares estadounidense en territorio colombiano, el golpe de Estado en Honduras, la amenaza de la IVª Flota y la sibilina acción diplomática encubierta tras la figura todavía en esa fecha equívoca de Barack Obama. Como resultante necesaria de la lucha revolucionaria y la reacción imperialista, renació la idea de la Internacional. Hoy aquellas amenazas se han acentuado hasta poner a la región al borde de una guerra que es preciso evitar.

Antes de considerar el plan de acción y las dificultades que afronta hoy la construcción efectiva de una organización internacional, reproducimos el texto titulado Hora de definiciones, publicado inmediatamente en la revista América XXI, que a su vez incluye un texto publicado un año antes en Crítica. La extensa cita es obligada para aventar toda idea de oportunismo o improvisación:


«El primer paso está dado. Tiene un alcance estratégico fuera de lo común. Sacudirá derechas e izquierdas, a Oriente y Occidente. Entrará como tromba en cada organización política, sindical o social, en cada lugar del planeta. Una sensación de vértigo atrapó a decenas de miles de hombres y mujeres que por televisión o internet escuchaban a Hugo Chávez en la noche del 20 de noviembre, víspera de la inauguración del Primer Congreso extraordinario del Psuv, cuando ante delegados de partidos de una treintena de países, presentó una propuesta tan esperada como imprevista: poner manos a la obra para edificar la Vª Internacional. Lo dijo el Presidente de una revolución en marcha. Y lo apoyaron de inmediato los representantes de otros tantos que afrontan la misma responsabilidad en Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua. Los que están en el crudelísimo inicio de la transición y los que aspiran, con tierra bajo los pies, a comenzar el recorrido. Es explicable el vértigo. En un año quedó completado un ciclo que transformó al mundo, a tal punto que pocos tienen conciencia plena de la nueva realidad y continúan actuando con los parámetros del pasado. Primero fue el derrumbe de la arquitectura financiera mundial, colocando a la vista de todos la realidad insoslayable de una crisis agónica del capitalismo. Luego la aceleración estadounidense por el camino de la guerra. Ahora la respuesta estratégica: una nueva Internacional. Ha llegado la hora de las definiciones. Nada sorprende más que lo esperado durante mucho tiempo. El grueso de quienes escuchaban a Chávez en el hotel Humboldt alzado en la cima del cerro Waraira Repano (por caso, nacionalizado y refaccionado por el gobierno revolucionario) saltó como resorte oprimido al que libera de pronto la palabra mágica: una ovación espontánea, cargada de asombro y complacencia, manifestó del modo más elocuente un respaldo que antes de todo responde a una necesidad siempre sentida, casi nunca expresada.

Salir del paréntesis histórico

Si el primer paso requería fuerza real, lucidez y osadía, los siguientes plantean exigencias aún mayores. Aunque la creación de cada Internacional ocurrió en el pasado en medio de grandes debates y confrontaciones ideológicas, el abigarrado conjunto de fracciones que a escala mundial se define como izquierda muestra hoy un grado de confusión ideológica y diversidad política sin precedentes. Será tarea difícil aunarla, darle organicidad y dirección de marcha. Desde que la derrota de la Comuna de París destruyó la Iª Internacional, en cada paso, a la par de victorias y derrotas, grandes contingentes concluyeron asimilándose al sistema al cual originalmente combatieron. Además, al otro lado de la barricada, el capital acumuló infinita experiencia y poderosos tentáculos listos para la acción. El reformismo es una constante. Pero hay más: aparte las excusas reformistas, las incógnitas a resolver son inmensas y a prueba de oráculos:

1. ¿Qué definiciones ideológicas y programáticas trazarán el contorno de la Vª Internacional?

2. ¿Qué organizaciones concurrirán a su formación? ¿Qué relación habrá entre las grandes formaciones con responsabilidades gubernamentales y los demás partidos o agrupamientos revolucionarios?

3. ¿Qué estructura adoptará la organización internacional, cómo se seleccionarán sus dirigentes y cómo se expresará en el plano nacional?

4. ¿mo se integrará a este conjunto multifacético la clase obrera mundial, que hoy no cuenta en lugar alguno con el vigor y la conciencia imprescindibles? Hemos defendido posiciones netas respecto de estos temas. Rompiendo una tradición de esta columna, vamos a citar un texto propio, publicado en la revista Crítica en octubre de 2007: ‘En la historia ha habido, conceptual y realmente, cuatro organizaciones internacionales anticapitalistas. La Iª, en cuya fundación fueron figuras clave Marx y Engels, agregaba diferentes corrientes revolucionarias anticapitalistas. Surgió directamente del impulso de los propios obreros en lucha contra el sistema en Europa; las dos corrientes principales eran las que a poco andar se denominarían marxista y anarquista. La IIª, definida como socialdemócrata (con el sentido que tenía por entonces esa palabra, inverso al actual), se apoyaba en grandes partidos socialistas obreros de masas que para ese entonces se habían conformado en toda Europa, en Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. La IIIª, fundada por Lenin y Trotsky, se definió como comunista, contraponiéndose al nombre de socialdemócrata, ya para entonces identificado con posiciones de sujeción a los intereses de las burguesías de cada país; su base de sustentación fueron los propios partidos socialdemócratas de masas, todos los cuales se fraccionaron dando lugar a Partidos Comunistas, que fundarían la Internacional con ese nombre. La IVª, en realidad no llegó a ser una verdadera organización internacional con arraigo en la clase trabajadora. Nació como resultado de la degeneración stalinista en la Unión Soviética y la extensión de esa caída a la organización, el programa y la política de la IIIª Internacional a partir de su 5° Congreso. Su base de sustentación fue la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética y su proyección en Ppcc de todo el mundo. Luego tomaría el nombre de su principal promotor, León Trotsky. Asesinado éste en 1940, la organización degeneró a su vez, dando lugar a innumerables organizaciones casi invariablemente sectarias y minúsculas. En la actualidad, por razones objetivas y subjetivas una organización internacional no puede pretender la homogeneidad ideológica que originalmente tuvieron la IIª, IIIª y IVª. Por el contrario, en lo que hace a su heterogeneidad superaría largamente a la Iª, aparte de que no resultaría del impulso consciente y organizado de una vanguardia obrera con aval de masas (subrayado ahora). El punto de apoyo de tal organización heterogénea sería la explícita decisión de lucha contra el imperialismo y por el socialismo del siglo XXI, asumiendo como punto de partida las incógnitas y ambigüedades que esa definición supone. A la heterogeneidad ideológica, le correspondería un criterio organizativo que, obligando en términos de estrategia general a cada partido u organización integrante, permitiría la participación de diferentes organizaciones en un mismo país y no daría lugar a criterios unánimes de accionar político. No obstante, la internacional no podría asimilarse al concepto de Frente. Más próxima al criterio de partido de masas, con heterogeneidad ideológica y homogeneidad política en cuestiones centrales que hagan a una estrategia hemisférica, y con toda la flexibilidad que requieran las diferencias de participación en cada país. Esa contradicción se resolvería a favor de la cohesión, la homogeneidad política y la coherencia internacional a través del órgano de dirección internacional, que sólo podrá estar integrado por representantes de partidos de aquellos países donde no exista más de una organización reconocida. La organización de una internacional revolucionaria con estas características, lejos de ser una perspectiva lejana, es una necesidad inmediata. Defender los procesos revolucionarios en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, es tan impostergable como esforzarse por la recomposición de las fuerzas sociales y revolucionarias en los restantes países de la regió.

Parece innecesario insistir: no hay manera de procurar identidad ideológica y a la vez actuar como centro de unidad social y política en ningún país, tanto menos a escala mundial. De modo que la Vª Internacional será obligadamente diferente a las tres anteriores y, semejante en punto a diversidad interna con la Iª, irá todavía más allá de aquélla e integrará numerosos agrupamientos diferenciados dentro de cada corriente misma. Las múltiples definiciones marxistas, cristianas, nacionalistas, tendrán su punto de comunión en la determinación revolucionaria y la voluntad consecuente de confrontación con el imperialismo y las burguesías nacionales. Va de suyo que esto dejará mucho por fuera; pero a la vez incluirá una inmensa diversidad. Una fuerza desde el inicio poderosísima, en condiciones de crecer en progresión geométrica.

Inercia y fuerzas centrífugas

Aunque causara sorpresa, esta decisión de Chávez no fue un impulso de último momento. En 2007, al inicio mismo de la construcción del Psuv, en su intervención del 25 de agosto ante los propulsores que darían nacimiento al partido de masas de la Revolución Bolivariana, el presidente venezolano dijo que 2008 sería el momento para “convocar a una reunión de partidos de izquierda de América Latina y organizar una especie de Internacional, una organización de partidos y movimientos de izquierda de América Latina y del Caribe”. Y abundó: “Hay un resurgimiento de la conciencia de los pueblos; deben seguir creciendo los movimientos, líderes y liderazgos de una izquierda nueva, de un proyecto nuevo”. La paradoja es que mientras ese resurgimiento ocurre en los cimientos de la sociedad, sus expresiones políticas raramente lo expresan y en ningún caso lo alientan y conducen. En cierta medida eso quedó plásticamente plasmado en el salón del hotel en la cima del Waraira Repano, cuando Chávez lanzó su proclama: al lado de quienes dieron un salto de liberadora alegría, pudo verse rostros consternados. Y hasta hubo quienes, advertidos a tiempo, se ausentaron antes de verse obligados a exteriorizar su postura. Más sagaces aún, hubo partidos que directamente estuvieron ausentes del encuentro. Y ni qué decir del otro flanco, el infantoizquierdista, ausente en el recinto, atónito ante el desafío. La inercia de estructuras y cuadros adheridos a diferentes instancias del Estado capitalista, se combina con la fuerza centrífuga transmitida a importantes franjas de vanguardia espontánea en el movimiento de masas, por parte de agrupamientos que, ajenos a una teoría consistente, esgrimen el nombre de Marx, Lenin o Trotsky para tomar posición con la sencilla técnica de repetir generalidades obvias y ubicarse 45 grados a la izquierda de cualquier fenómeno político que aparezca. Protegerse de y a la vez incluir a las partes sanas de estos fenómenos objetivos será una tarea no menor en la agenda de la Vª Internacional. Demandará un enorme esfuerzo teórico y organizativo. E impar habilidad para la conducción política. Aprisionado por la tenaza de reformismo e infantoizquierdismo, el renacimiento de la asunción de banderas estratégicas por parte de millones ocurre en medio de otra estridente paradoja: la acción no sólo precede a la teoría, sino que va tan por delante que en los hechos resulta impracticable su entrelazamiento efectivo. El pragmatismo aparece así como una tercera amenaza encastrada en las propias filas. Desde este complejo punto de partida se despliega ya la idea de una Vª Internacional. El plan apunta a la realización del Congreso Fundacional en abril próximo, en coincidencia con la culminación del largo proceso congresal extraordinario del Psuv. Por si faltase algo para darle más entidad a este momento histórico, Chávez invitó al Congreso del Psuv a Fidel Castro. Horas después de ese acto hizo un viaje no anunciado a Cuba, donde se reunió por siete horas con Fidel y otras cinco con Raúl, del que informaría posteriormente. Lo dicho: aceleración de tiempos; hora de definiciones.

Lo que vendrá

Pero… ¿qué poder es ése que acorta plazos y pone exigencias perentorias? La pregunta sólo cabe a quienes no han asimilado la magnitud y el sentido de los cambios vertiginosos ocurridos en el último año. El sistema capitalista ha ingresado en la crisis más abarcadora y profunda de su historia. Lejos de remontarse en los últimos meses, los costos de una pseudo recuperación la agravaron aún más. Es sólo cuestión de tiempo (en ningún caso prolongado) el reinicio de derrumbes mayores a los ocurridos en 2008, que además, porque sucederán en el ámbito de la producción y el comercio, no podrán ser paliados siquiera temporalmente con nuevas montañas de dinero ficticio, como se hizo un año atrás. Eso es sólo una parte de lo nuevo. La otra, visible para todo quien no decida taparse los ojos, es que Estados Unidos se ha lanzado a la guerra. La noción de que Washington está empantanado en Oriente y por ello no podrá emprender nuevas aventuras bélicas no sólo peca de simplista: desconoce que en situación de amenaza mortal un animal salvaje no mide riesgos. Atribuir racionalidad al desempeño histórico del capital es resultado del idealismo filosófico; o de la negativa por el temor cerval a lo que se tiene enfrente. Pero no hay modo de ocultarlo: un Presidente del partido Decrata, culto, sagaz, con antecedentes progresistas y para mayor abundamiento afroamericano, es el vehículo de la maquinaria imperial y lleva la guerra a todo el mundo. Ahora mismo envía otros 35 mil soldados a Afganistán, mientras su secretaria de Estado teje la trama previa a ataques militares contra Irán y Suramérica. Barack Obama, flamante premio Nobel de la paz, monta bases militares en Colombia, Centroamérica y el Caribe, donde señorea ya la IVª Flota. Realiza y sostiene el golpe en Honduras. Entiéndase bien: el envío de 35 mil soldados más a Afganistán tiene como objeto acabar rápidamente con esa guerra que ya se ha extendido a Paquistán y deja al imperio en una ciénaga. Acabar rápidamente significa masacrar con mayor eficiencia a cientos de miles de seres humanos. Pero eso no es lo más grave: prueba con la contundencia de los hechos que Washington y su premio Nobel están acosados por la urgencia. En Afganistán u otro lugar, donde no esté planteado alcanzar los objetivos militares mandando más soldados, quedará sobre el tapete la utilización de armas atómicas, tácticas o de las otras. Por lo demás, hay que ser voluntariamente ciego y sordo para no admitir que en el terreno de las comunicaciones la confrontación ya ha comenzado con carácter de guerra mundial: de manera alevosa, unificada como nunca antes en la historia, la prensa comercial, en todo el planeta y con apenas alguna excepción, se hunde en una campaña de mentiras, tergiversaciones y manipulación que no tiene precedentes en su ignominiosa trayectoria. ¿Para qué vino el presidente israelí Shimon Peres a América del Sur, sino para anunciar, desde Buenos Aires y con el mayor descaro, que “Chávez y Ahmadinejad desaparecerán en los próximos meses”? ¿Qué efecto tendría sobre América Latina el asesinato de Chávez? ¿Qué seguiría en el Medio y Extremo Oriente si Ahmadinejad fuese ultimado? ¿Y por qué el sionismo, con toda su parafernalia comunicacional, se ha puesto al servicio de tamaña provocación comprometiendo incluso a las comunidades judías de nuestros países? Es preciso analizar con cuidado los textos publicados en esta edición: la reflexión de Fidel Castro, los fragmentos del discurso de Chávez, el Compromiso de Caracas. No hay modo de eludir la respuesta: acosado por la crisis agónica que demuele sus columnas, el imperialismo se ha lanzado por el camino de la guerra. Pero esa conclusión obvia no es ahora el dato más relevante de la realidad mundial. No hay punto de exageración al afirmar que el núcleo de mayor proyección es ya la decisión de fundar una nueva Internacional. Porque la locura guerrerista del imperialismo sólo puede ser detenida por cientos, acaso miles de millones de personas que en todo el planeta abracen la tarea, conscientes y organizados. Hasta ahora siquiera estaba planteada como estrategia la edificación de una instancia unificadora a esa escala. Infinidad de iniciativas con aristas humanitarias y positivas, se empeñaron y continúan empeñándose en eludir la única respuesta posible a la crisis del capitalismo. Que lo piensen bien los cuadros de grandes formaciones reformistas, políticas o sindicales; que lo piensen bien agrupamientos aguerridos pero encerrados en círculos de pequeñez y marginalidad; que lo piensen bien los intelectuales proclives a la comodidad del poder; que los piensen bien todos, antes de negarse a ser parte de esa tarea clave para la humanidad: ponerle freno a la locura capitalista. Ese objetivo resume hoy en una consigna: construir la Vª Internacional» (5).

Definiciones

Ocho meses después las respuestas al llamado de Chávez están sobre la mesa y pueden agruparse en tres líneas principales:

– acuerdo y disposición inmediata para poner manos a la obra;

– oposición frontal a la creación de una V Internacional o cualquier otra organización mundial con objetivos comunes y estructuración acorde con luchar por ellos;

– acuerdo parcial, condicionado por dudas u oposición respecto de:

a) viabilidad en la coyuntura para la existencia y desarrollo de una nueva internacional

b) reticencia u oposición a la denominación «V Internacional»

c) dudas en relación con programa, formas orgánicas y criterios de funcionamiento

No pocas organizaciones -entre ellas la mayoría de los Partidos Comunistas- han omitido en todo el mundo una definición y se mantienen a la espera de la evolución del proyecto. Aquí confluyen quienes tienen dudas de diferente orden y quienes, con firme decisión contraria, consideran tácticamente oneroso oponerse abiertamente.

En las conductas vacilantes, reticentes o solapadamente opuestas se expresan dos fuerzas principales, objetiva una, subjetiva la otra: completa omisión del proletariado en el escenario político internacional y progresivo deterioro de la teoría marxista, hibridada con cuerpos conceptuales (o modas pasajeras) propios de las clases medias, que a su vez se traducen en accionar político pragmático.

Como base y fundamento de este arco de posiciones diferentes está la opción sobre la que ha cabalgado siempre la izquierda mundial, que después de la caída de la URSS se agudizó y mezcló al punto de resultar en muchos casos indiscernible: reforma o revolución.

Es verdad que puede entenderse el adjetivo reformista como descalificación o insulto. A menudo lo es. Aquí pretendemos cargarlo exclusivamente con el contenido de caracterización teórica y política, respecto de la conducta adoptada frente a la resolución de los problemas sociales, individuales y ecológicos provocados por el sistema capitalista. Es muy larga -y muy rica- la polémica contra los teóricos de la evolución gradual del capitalismo al socialismo, mediante reformas. Es también abundantísima la acumulación de experiencias políticas mediante las cuales poderosas organizaciones obreras reformistas se transformaron en puntales decisivos para la sobrevivencia del capitalismo y la concreción de los peores crímenes imaginables, aparte del crimen cotidiano -y para muchos invisible- de la explotación del trabajo y la enajenación del ser humano. Por lo demás, nadie con seriedad podría acusar a un revolucionario de negar las reformas como parte inseparable de la estrategia para abolir el capitalismo. No se trata aquí de reiterar ese debate teórico y político, que en todo caso continuará en todos los terrenos y que será sin omisión plasmado en estas páginas. Se trata sí de trazar una línea divisoria entre estrategias reformistas y revolucionarias, para acometer con éstas la tarea de fundar la V Internacional y sostener con aquéllas la perspectiva inalterable de frente único contra la guerra, el fascismo y sus múltiples desdoblamientos en la actualidad. Se trata también de trazar una línea tangente para mantener un punto de contacto con todas aquellas organizaciones y cuadros vacilantes que, en condiciones diferentes, puedan sumarse al combate de una internacional revolucionaria.

Plan de trabajo inmediato

Hay dos planos diferenciados para poner en marcha un mecanismo enderezado hacia la fundación de la V Internacional. Por un lado, el que deberán realizar las principales organizaciones originariamente involucradas. Por el otro, el que urgentemente debe concretarse en cada país.

De aquéllas, debemos esperar una enérgica labor que, desde una Junta Promotora formal, se aboque a elaborar borradores de Declaración de Principios, Programa y Estatutos, que en su primera fase de definición sean girados a todas las organizaciones dispuestas en todo el mundo a involucrarse. Por mucho que la miríada de estructuras y cuadros que en todo el planeta puedan colaborar con la redacción de esos puntales para la construcción efectiva, su concreción inicial es responsabilidad de los promotores y, en primer lugar, del Psuv.

Desde cada país donde no hay organizaciones con arraigo masivo y más de una formación se propone integrar la V Internacional, la integración a ese esfuerzo global tiene un primer paso insoslayable: la reunión de los agrupamientos a priori resueltos, para resolver lo siguiente:

1. una agenda de encuentros inmediatos a fin de sentar bases comunes de pertenencia nacional a la estructura internacional;

2. un reglamento consensuado para la participación de todos los involucrados;

3. un texto de acuerdos básicos para confluir en el proceso de debate y organización fundacional;

4. un criterio de funcionamiento regular y, si acaso fuera posible, de representación rotativa para establecer el nexo directo con la dirección provisional que preparará el Congreso Fundacional de la V Internacional.

En el caso del Cono Sur latinoamericano, este criterio debe extenderse a la subregión, de modo de abarcar a todas las fuerzas posibles en la tarea de elaboración y organización primaria.

La UMS aprovecha la oportunidad del XVI Encuentro del FSP para hacer desde aquí un llamamiento a todas las organizaciones, agrupamientos y cuadros que en Argentina comparten la decisión de fundar la V Internacional, para fijar sin dilaciones una primera fecha de reunión. Proponemos el sábado 28 de agosto, en la ciudad de Buenos Aires y en lugar a fijar, la realización de ese primer encuentro. Paralelamente, proponemos que organizaciones y cuadros de Uruguay, Paraguay y Chile, a fin de replicar este funcionamiento y programar, también en plazos perentorios, una reunión  de organizaciones de los cuatro países.

Con todo esto, la UMS propone que en cada país y en todo el mundo se realicen, a más tardar durante el mes de noviembre próximo, encuentros nacionales para la fundación de la V Internacional; y que la Junta Promotora convoque a sucesivas reuniones preparatorias del Congreso Fundacional, que deberá realizarse a más tardar en diciembre de este mismo año.

El pensamiento reformista recreó en el último cuarto de siglo una pseudoteoría según la cual la revolución es imposible y sólo cabe integrarse al sistema capitalista para combatir las expresiones más inhumanas de la explotación, la marginalización y el saqueo. Luego, como dirían Marx y Engels, se sometieron a su criatura. Desde infinidad de trincheras de ideas, el pensamiento revolucionario resistió ese embate temporalmente victorioso. Ha llegado la hora de pasar de la resistencia a la ofensiva. Ha llegado la hora de recomponer la teoría, la organización y el programa de acción para la revolución. Ha llegado la hora de la V Internacional.

Buenos Aires, 25 de julio de 2010.

1.- El autor representó a una de las 48 organizaciones fundadoras. Como delegado de la Unión de Militantes por el Socialismo (UMS), continúa formando parte del  Foro de São Paulo. Inmediatamente después del primer encuentro, a fines de 1990, publicó un pequeño libro titulado «La izquierda latinoamericana frente a la crisis mundial (Ensayo de interpretación marxista de la realidad contemporánea, a partir del Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe)». En los años siguientes la UMS presentó a las reuniones del FSP ponencias alternativas, publicadas en estasginas y en varias ocasiones difundidas mediante separatas. Todo ese material puede hallarse en la colección de Crítica y en su sitio internet: www.revistacritica.com.ar

2.- En ese período apareció un latiguillo: «dejar de ser opositores para pasar a ser propositivos«; para mayor originalidad, se apeló también a la palabra «proactivos«. La proposición, desde luego, no sería abolir el capitalismo, sino adecentarlo. Aunque ya marginalmente, aún perduran antifaces de este género.

3.- Un texto provisional propuesto por el Grupo de Trabajo estuvo a consideración de las organizaciones integrantes del FSP. El 25 de julio debía aparecer el último borrador con enmiendas. Recién el 8 de agosto, una semana antes del encuentro en Buenos Aires, se conocerá la versión final. Esta metodología, aplicada desde hace tiempo por el Grupo de Trabajo, tiene el mérito de facilitar el debate oral durante los días de sesión. Pero en la medida que se fueron haciendo más agudas las diferencias internas, el mecanismo desvirtúa el carácter de la elaboración y confrontación de ideas. Sin juzgar intenciones, el hecho es que el Grupo de Trabajo asume que el documento base es, precisamente, un punto de partida común para poner en discusión y eventualmente enmendar cuestiones particulares. Pero no es el caso. Más marcadamente que en ocasiones anteriores -aunque esto viene de lejos- es la sustancia del posicionamiento lo que está en discusión. Y a esto se suma el hecho de que el material enmendado aparece a última hora. De manera que el mecanismo de enmendar una propuesta de declaración común se hace redondamente inviable, con el agravante de que imposibilita analizar en profundidad un posicionamiento que, eventualmente, aparecerá de manera diferente en la versión final. Así las cosas, esta ponencia a nombre de la Unión de Militantes por el Socialismo parte de la segunda versión del documento, no desarrolla una crítica sistemática de ese material y sólo toma un párrafo para mostrar un grado de incompatibilidad que no se resuelve con enmiendas. En todo caso, la UMS propone al GT la incorporación de un análisis a fondo de la crisis económica mundial y de la consecuencia más inmediata y amenazante de esa crisis: el ajuste brutal en las economías centrales en detrimento de la clase trabajadora y la amenaza de guerra en Corea, Irán y América Latina, todo lo cual está ausente en la segunda versión.

4.- Nuestra posición ante el estallido de la economía central capitalista está publicada en Crítica N° 38, Octubre de 2008: «Respuesta del Sur frente a la crisis económica mundial» (www.revistacritica.com.ar); puede verse también en el video con el mismo nombre, adquiriéndolo a través de asistente@americaxxiweb.com, o bajándolo gratuitamente de www.americaxxi.com.ve.

5.- Luis Bilbao, Hora de definiciones; América XXI, N° 56, diciembre de 2007. www.americaxxi.com.ve