Pasen y vean damas y caballeros: asómbrensé con el misterio de la flor azteca, con el prodigio del ternero de dos cabezas y asústensé al límite del terror con los trucos del mago Mauri. Primero frenó el dólar antes de las elecciones y después le sacó el freno; ¡mirácolo!: el dólar se fue al carajo como pasó durante todo su gobierno. El mago se hace el enojado y le echa la culpa a los que ganaron y después pide perdón por enojarse. «Nada por aquí, nada por allá, fíjense bien a quien votan, manga de turritos» fue el mensaje. Y la magia sigue. Es la misma. Saca de la manga maquillaje para la crisis, pinturita que aguantará hasta las elecciones y después que se haga cargo Mongo. El mago creó la ilusión de que no pasa nada, muestra las manos y dice: yo no fuí, fue Teté. Pero el impacto del urnazo descubrió sus trucos y lo único que quedó fue un Mago sin Dientes como la ruina astrosa de lo que fue el imperio más ambicioso del neoliberalismo en Argentina. Música de organito, sin globos ni cumbia de cantry. Pasen y vean, querido público, al mago perdido en el laberinto de su derrota sin entender quién prendió la luz y acabó con la ilusión.
Carlos Heller fue clarito. El Banco Central estaba vendiendo 800 millones de dólares por día para frenar el dólar hasta el viernes anterior a las PASO y a partir del lunes vendió la mitad de esa cifra y salió tarde al mercado. El ex titular del BC, Martin Redrado, afirmó en declaraciones radiales que “el Presidente dijo el día lunes ‘que el dólar se vaya a donde se tenga que ir de manera tal que los argentinos aprendan a quién votaron’». La decisión delincuencial de soltar un dólar que durante los cuatro años de macrismo nunca dejó de subir hasta el infinito y más allá, le robó más del 20 por ciento al salario de los trabajadores. Macri ha sido un gobernante desastroso y peor perdedor.
El mago sin trucos ya no tiene nada para mostrar. Empobreció al país, saqueó el bolsillo de los trabajadores, de la clase media, de pequeños y medianos empresarios y a varios de los grandes, como Techint que perdió millones por la caída de sus acciones en Wall Street, o Arcor que se declaró en concurso de acreedores igual que cientos de otras empresas. Pero Arcor y Techint impulsaron desde AEA la demolición del gobierno anterior para instalar el actual.
La historia, con su falta de piedad, ahora se está devorando a Macri y a los empresarios que lo impulsaron por su propia avaricia. Por no dar algo, quisieron todo y casi perdieron hasta los calzones. Salvo las privatizadas, las petroleras y mineras, más los bancos, los grandes exportadores de soja y los amigos de Macri, los demás miraron con la ñata contra el vidrio cómo ese grupo se enriquecía.
Varios lo siguen apoyando inmolándose en las mentiras que ayudaron a engendrar. Los más vuelven la mirada hacia el peronismo y tratan reacomodarse antes de retomar una nueva disputa por el poder. Alberto Fernández se ha reunido con el señor Mercado libre, Marcos Galperín, y recibió el respaldo del constructor Alberto Costantini y hasta hubo versiones sobre una reunión con el mismísimo señor Clarín Magneto.
El urnazo del domingo produjo una
semana de versiones tormentosas. Se dijo que rodaba la cabeza del
responsable de la campaña macrista, el jefe de Gabinete, Marcos Peña y
que lo mismo pasaría con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. El
chimento tenía sentido. Las derrotas tienen un costo. El jefe de
campaña derrapó mal y la causa de la derrota fue una crisis en la
economía frente a la que el gobierno se mostró incompetente. Sonó fuerte el jueves, pero al otro día ya había sido desmentida.
Pero hubo chispazos en la reunión de gabinete ampliada, una especie de reunión motivacional al estilo de la psicología corporativa norteamericana del «túsípuedes» que estimula a los vendedores con un circo de voluntarismo y autoayuda. La estructura de Cambiemos crujió cuando desde el sector de Elisa Carrió se acusó al de Peña por la falta de fiscales en todas las mesas. Con ironía, Carrió dijo que el verano «es hermoso en Europa» y que muchos de los amigos se fueron a esquiar». Dijo que en octubre «ganamos en primera vuelta». Y así, los oradores se dieron manija como si fueran chicos de un equipo de fútbol. A veces dan vergüenza ajena. O pánico, porque estos cuatro años el destino de los argentinos estuvo en sus manos.
La diferencia de más de 15 puntos hace difícil que Macri la descuente en octubre. Pero para el Frente de Todos será una prueba poner en blanco sobre negro un resultado similar o mejor y desbancar al macrismo-radicalismo de las gobernaciones e intendencias donde perdieron en las PASO.
Sería una verdadera renovación con ocho mujeres en condiciones de ser intendentes de ciudades importantes y vices en la CABA y provincia de Buenos Aires. Son candidatos jóvenes entre los que sobresale la estrella del distrito bonaerense que fue Axel Kicillof que le sacó más de 17 puntos de ventaja a la estrella cambiemita y aspirante a la sucesión de Macri, María Eugenia Vidal.
Alberto Fernández fue franco: aceptó el diálogo con el Presidente, le expresó su deseo de que llegue al término de su mandato, pero aclaró que no habrá co-gobierno porque están en puntos opuestos del pensamiento. El peronismo no pondrá obstáculos, pero Macri tendrá que gobernar cada vez más solo. A esta figura vestida y adornada con pura ilusión le sucederá como en el cuento del Rey desnudo.
Hubo discusiones sobre el significado de este resultado abrumador. Se dijo que demostraba finalmente que como ahora el triunfo, tampoco la derrota del 2015 se justificaba por la acción de los grandes medios y las redes, el lawfare y las fakenews, más los servicios de inteligencia y un sector del Poder Judicial.
Es más complejo que todo o nada. Lo real es que en el 2015 hubo sectores humildes, capas medias y de trabajadores que votaron al macrismo y ahora cambiaron el voto y lo orientaron a Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Cambiaron ahora el voto porque la economía macrista los destruyó. O sea, que en el 2015 votaron contra sus intereses. La única forma de que alguien vote contra sus intereses es que haya sido convencido con mentiras e ilusiones. En eso se especializaron las grandes corporaciones de medios. Los gobiernos kirchneristas tuvieron muchos errores y fallos. Pero ninguno justifica ese fenómeno de alienación en amplios sectores de la sociedad. Evidente, porque ahora están mucho peor que antes con esos errores y esas fallas.
Hay otro elemento. En 2015, Cristina Fernández de Kirchner no quiso ser candidata. Y tuvo poco tiempo para transferir su caudal a Daniel Scioli. Ahora es candidata a vicepresidenta para garantizar el voto que la sigue.
La autocrítica no es flagelación ni psicoanálisis, sino que tiene que convertirse en una herramienta de superación. Fuera de contexto impide recuperar lo positivo para lograr un saldo razonable. Muchos argentinos fueron convencidos en el 2015 que podían mejorar con Mauricio Macri. Otros fueron ganados por la campaña de denuncias de corrupción, la mayoría de las cuales no han podido ser probadas hasta ahora. Por el contrario quedó en evidencia que la mayoría era mentira. Hay ex funcionarios y dirigentes sociales que fueron encarcelados en trámites y procesos turbios, sin garantías ni pruebas objetivas.
En esa operación se revela el poder de captura de la subjetividad de una buena parte de la sociedad que tienen los medios cartelizados y con situación dominante en el ámbito de la comunicación. No siempre tienen ese poder, pero se potencian en determinadas circunstancias como en el 2015. La crisis provocada estos años por el gobierno de Cambiemos destruyó la credibilidad de gran parte de ese relato y de sus promotores.
Desde el punto de vista de la estrategia, la conformación del Frente de Todos recibió mejor la demanda de la sociedad de una propuesta superadora y amplia. En el 2015, la decisión de consagrar a Scioli se basó en que Cristina Kirchner no podía rereelegir y en que las encuestas lo mostraban como el candidato con más respaldo, lejos de Florencio Randazzo y los demás. Fue una decisión pragmática que resultó arrasada por la campaña de un Cambiemos que estaba en la oposición y podía prometer cualquier cosa al mismo tiempo que los medios destrozaban a Cristina.