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Una avicultora, un ganadero y un sindicalista del sector azucarero explican por qué temen que el tratado con los países sudamericano supone para ellos inundar el mercado con productos de baja calidad y poner en riesgo fuentes de trabajo con una competencia desleal.

La granja La Morinière está situada en la región de la Sarthe (oeste de Francia), entre campos y plantas de lavanda. Allí, Eric Loyau cría unas treinta vacas de tipo Salers.

«Las vacas están en los campos desde el 1° de abril hasta el 1° de noviembre. Las mías tienen entre 12 y 15 m² cada una, por lo que gozan de espacio y bienestar. Todo nació, se crio en la granja», enfatiza.

Según él, estas condiciones no se dan en los países del Mercosur, que podrán exportar 160.000 toneladas de carne vacuna. Esto representa casi la mitad de las importaciones europeas. El anuncio del acuerdo llega en momentos en que la demanda de carne bien criada y de calidad está aumentando.

«Creo que no todos los agricultores franceses están en contra de subir de gama, pero se necesita más mano de obra, se necesita más tiempo, y sabemos que los consumidores quieren productos ecológicos, pero al final se quedan con los más baratos”, observa.

Eric Loyau vende a particulares y comedores escolares en la región de Sarthe y se niega a competir con estos nuevos productos.

«No es comparable en absoluto. La trazabilidad empezará recién cuando lleguen a suelo francés. Inundarán los mercados francés y europeo, y los precios caerán. Si ya no podemos vender nuestra carne, nuestros productos, tendré que despedir a mi empleado y, sin embargo, tengo trabajo para dos”, denuncia.

Para sobrevivir, el agricultor tendría que vender su kilo de carne vacuna por entre 5 y 6 euros, un precio que incluso hoy no logra alcanzar. Hoy exige que el Parlamento francés no ratifique el acuerdo.

“Ya no necesitamos sus pollos, son demasiado caros”

Isabelle Leballeur lleva 30 años al frente una explotación avícola en Le Gaec des Deux-Vallées (noroeste de Francia), donde cría pollos para una gran marca francesa que vende aves trozadas y productos elaborados.

En los últimos años, ha invertido 170.000 euros para mejorar las condiciones de cría de los pollos exigidas por los consumidores franceses. Se siente orgullosa del espacio, la luz, e incluso la música que ha instalado por el bienestar de sus aves. Sin embargo, hoy siente traicionada y furiosa por acuerdo alcanzado con el Mercosur.

Isabelle Leballeur, en un supermercado de la región de la Sarthe durante una protesta de productores avícolas y de carne vacuna, el 30 de septiembre de 2010. Fuente: AFP.

“En Brasil han reintroducido 239 moléculas que a nosotros nos han prohibido usar desde hace 10 años y van a terminar en nuestro mercado. ¿Y qué va a pasar? Nos van a decir ‘ya no necesitamos sus pollos, son demasiado caros’ y vamos a tener que volver a bajar los precios para alcanzarlos”, protesta.

Leballeur teme no poder transmitirles su granja a sus hijos, pero también se muestra preocupada por el sector avícola estándar, que representa tres cuartas partes del consumo en Francia. El cuarto restante son productos orgánicos y de alta gama.

Un azúcar amargo

El acuerdo UE-Mercosur prevé, entre otras cosas, la importación de 180.000 toneladas de azúcar, principalmente de Brasil, sin derechos de aduana. Los productores franceses de remolacha se consideran amenazados por estas nuevas importaciones y piden que no se ratifique el acuerdo.

Timothé Masson es economista de la Confederación General de Productores de Remolacha. A diferencia del sector de la carne de vacuno o de aves de corral, son principalmente los franceses los que serán penalizados por el azúcar, afirma.

«El azúcar que va a ser importado desde Brasil sin aranceles no es un azúcar que se encontrará en el mercado francés. Lo encontraremos en otros países europeos, en países que son clientes tradicionales de Francia”, deplora.

“El azúcar brasileño irá a Italia, España o al Reino Unido, que hasta ahora le compran el azúcar a Francia, son clientes que vamos a perder. Y por eso hay países que son favorables al acuerdo con el Mercosur, porque ven una oportunidad para comprar azúcar más barato que el francés. Se trata de los países que no son productores de azúcar, que importan azúcar moreno y lo refinan: Italia, España y el Reino Unido. Y aquí entra en juego también otro tema: el Brexit. El cierre del mercado británico. O sea que el azúcar brasileño irá a Italia y España. Esto supone que el regalo hecho a los brasileños será aún más importante en una Europa de 27 miembros que en una de 28″, plantea.

Ante la creciente protesta del mundo rural francés, el presidente Emmanuel Macron hizo saber que su país tiene «interrogantes» sobre las condiciones «medioambientales», «sanitarias» y respecto a las «filiales sensibles» del acuerdo entre la UE y los países del Mercosur.