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Un informe publicado por el diario The Washington Post este miércoles revela que la multinacional farmacéutica Pfizer esconde desde 2015 un medicamento que podría beneficiar a millones de personas que sufren con la enfermedad de Alzheimer en todo el planeta porque sería una operación de baja rentabilidad.
El caso ayuda a entender cómo la lógica del capitalismo aplicada en algunas ramas puede ser dañina a los intereses de la población. Según la Asociación Internacional de Alzheimer, el número de personas con la enfermedad en el mundo debe llegar a 75 millones en 2030 ya 132 millones en 2050.
El caso se remite al año 2015, cuando la multinacional farmacéutica Pfizer descubrió que un anti inflamatorio para la artritis creado por la empresa, llamado Enbrel, producía efectos en el cerebro y era capaz de tratar y retardar la enfermedad de Alzheimer. Según un informe interno de la empresa, el medicamento tendría el poder de reducir en un 65% los riesgos de desarrollar esta enfermedad.
Sin embargo, el costo para realizar nuevas investigaciones de laboratorio, necesarias para comprobar e incluso aumentar la eficacia del medicamento en el combate al Alzheimer sería de aproximadamente 80 millones de dólares, valor que los ejecutivos consideraron un impedimento para seguir adelante, porque no permitiría un margen de beneficio significativo.
Además, en el caso de Enbrel, se trata de un producto que ya no está protegido por la exclusividad de la patente, haciéndolo más expuesto a la competencia de los genéricos y disminuir significativamente el margen de beneficio calculado por los ejecutivos de Pfizer, por lo que decidieron no sólo abandonar los estudios como también ocultar el descubrimiento.
Una vez revelado el caso, la empresa soltó un comunicado en el que asegura que la decisión de interrumpir los estudios sobre el Enbrel “se basó en cuestiones meramente científicas”, una justificación que está siendo cuestionada por diferentes especialistas y académicos. Bobbie Farsides, profesora de ética clínica y biomédica de la Escuela de Medicina Brighton & Sussex, en Londres, comentó el caso para The Washington Post, afirmando que “al adquirir el conocimiento y negarse a divulgarlo a aquellos que podrían beneficiarse de sus beneficios los efectos perjudican a millones de personas, impidiendo que pudieran tener un mejor tratamiento para sus casos.
El reportaje del Washington Post informó de que la lógica es contraria a lo que sucede con Viagra, otro medicamento desarrollado por Pfizer, y cuyos estudios iniciales pretendían encontrar un nuevo tratamiento para la hipertensión. En ese caso, la compañía decidió que apostar por los efectos que el remedio producía para solucionar la disfunción eréctil generaría más ganancia y cambió la prioridad de los estudios.