Rómulo Pardo Silva
Los comprometidos con el socialismo deben enfrentar las duras condiciones que los capitalistas colocan a su trabajo político. Pero además al interior de sus partidos y movimientos algunos les crean problemas de convivencia y funcionamiento que frenan y hasta hacen retroceder los logros.
El socialismo es fraternidad, solidaridad, desinterés, democracia, participación, respeto, confianza; optimismo en el proceso gigantesco por realizar.
Humanismo propio que no ha sido alcanzado completamente pues no pocas veces militantes han tenido que ser testigos de conductas que lo contradicen.
De personalismo. Miembros que tienen cargos, manejan más información y contactos y/o gozan de aprobación, los utilizan para ejercer un poder como si fuera de su propiedad. Atemorizan para que no se les contradiga, bloquean iniciativas de otros, o cuando pierden dividen el colectivo para conservar su estatus en una fracción.
De falta de valor. Integrantes pasivos, dóciles, oportunistas, que dejan cometer faltas, atropellos, errores y/o no respaldan críticas que saben correctas.
De desánimo. Personas que a veces afectadas por las derrotas responden a las propuestas con constantes argumentos negativos o indefiniciones.
De discriminación. Participantes que tienen un trato de inferioridad hacia los que son de un nivel social más bajo; se unen con sus pares sociales, económicos, culturales; manipulan para reservarse como casta los cargos de dirección.
De concertación encubierta. Algunos militantes se reúnen en forma cerrada irregular para llevar al grupo hacia políticas que no han sido consideradas en igualdad por todos.
Estas malas prácticas se reconocen, pero se dice que son muy difíciles o imposibles de terminar, que se han dado siempre, que combatirlas sería ir contra la necesaria unidad amplia.
La cuestión a responder es cuánta responsabilidad ha tenido la pérdida de principios en los fracasos sufridos hasta hoy. Cuba es una excepción. Si es suficiente con reducirse a analizar los enemigos principales, las condiciones externas…
Un ejército mal consolidado no puede explicar su derrota sólo por la fuerza del otro.
Esto tuvo importancia en el fin del socialismo real. Stalin no respetaba a la militancia, Yeltsin no era un modelo ético, la firmeza doctrinaria de Deng Xiaoping fue de papel.
En América Latina ex guerrilleros son activos neoliberales en Uruguay, Perú, Brasil, uno es asesor del fascista Uribe, otro alienta un golpe de estado a Chávez, colaboradores de Allende pasaron a ser prósperos gerentes de corporaciones.
Se puede creer que esas personas cambiaron. O sospechar que siempre fueron pequeños burgueses sin valores.
Si lo primero es el socialismo, existe el deber de denunciar y oponerse a esas conductas y actitudes que socavan el proyecto antes o después de alcanzar el poder.
La tarea recae principalmente en los militantes de base que tienen que imponer la transparencia, la participación democrática, la libertad de aportes, la unidad fraterna. Tomar conciencia que las desviaciones son posibles porque ellos las permiten y les dan soporte.
Nadie es socialista por sólo integrarse a un colectivo. Ése es el primer paso de un desarrollo ético personal y colectivo.
Los políticos burgueses, cínicos, hipócritas, de perspectivas cortas, son funcionales al capitalismo. En cambio iguales enquistados en el socialismo lo minan pues el modelo solidario es antagónico con las tendencias genéticas humanas.
Hay que afrontar sin vacilaciones a los militantes extraños al hombre nuevo. Sus actos recuerdan a Penélope, un día tejen y al siguiente destejen el socialismo.
Líderes como Fidel, Allende, Che Guevara, son ejemplos de cómo ser socialista.