TeleSUR
Grabaciones desclasificadas de conversaciones entre el ex presidente de estadounidense Richard Nixon (1969-1974) y su consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger, revelan sus intenciones de derrocar al presidente chileno de la época, Salvador Allende.

Nixon y Kissinger, con un grosero lenguaje, tramaban deponer a Allende, quien falleció durante el golpe de Estado que le propino el dictador Augusto Pinochet en 1973.

Las cintas también revelan, de manera imprecisa, el reconocimiento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) en el asesinato, en 1970, del entonces comandante en jefe del Ejército chileno, general René Schneider, con la finalidad de sabotear la toma de posesión de Allende.

En los audios, que incluyen diversas conversaciones entre Nixon y Kissinger, trataban al ex líder social chileno de «hijo de p…» y decían que querían «patear su trasero».

«Es un estado fascista», aseguraba el ex presidente estadounidense en una de sus pláticas desde el Salón Oval de la Casa Blanca, al tiempo que se quejaba del triunfo de la coalición de Salvador Allende, la Unidad Popular, en las elecciones municipales de abril del 71.

Los altos funcionarios estadounidenses comparaban al socialista chileno, con el régimen del alemán Adolfo Hitler.

«Esto es como una estrategia alemana», le afirmó Kissinger a Nixon el 6 de abril de 1971, en un encuentro que duró una hora. Unas semanas después, el sistema secreto de grabación de Nixon registró a Kissinger insinuando que los chilenos «están actuando en esto como actuaban los nazis con el Reichstag».

Después de casi 30 años de ser grabadas, las cintas son consideradas un obsequio y están a la espera de ser entregadas a historiadores y estudiantes de historia.

Según el sitio Web del Centro de Investigación e Información Periodística, el sistema de grabación se hizo conocido por el escándalo de Watergate, cuando fue descubierto y que culminó con la imputación de algunos consejeros cercanos a Nixon y con su propia renuncia, ante un ineveitable juicio político.

Las conversaciones de Nixón, un total de tres mil 700 horas, en su mayoría tuvieron lugar en el Salón Oval, en un periodo de 883 días, entre febrero de 1971 y mediados de julio de 1973, tiempo que corresponde también a la administración del presidente Salvador Allende, quien fue constitucionalmente electo.

¿El problema?. Nacionalización de empresas estadounidenses

Las transcripciones de las cintas, revelan que al ex presidente Richard Nixon, le molestó la decisión del Gobierno de Salvador Allende de nacionalizar las empresas estadounidenses en Chile, que habían dominado, por años, la economía del país.

Allende planeaba expropiar las empresas norteamericanas especialmente las dedicadas a la extracción del cobre, principal producto de exportación del país austral.

Por su parte, el ex jefe de Estado estadounidense, creía que la solución era cortarle a Chile todos los créditos bilaterales, además de los préstamos bancarios para exportaciones e importaciones, bloquear los créditos multilaterales y evitar que Chile renegociara su deuda externa

«Quiero que sepas», le dijo Nixon a Kissinger, «que no quiero hacer nada por Chile. Nada».

Ante la problemática, Nixon encontró un aliado en su secretario del Tesoro, John Connally, quien advirtió que si el Departamento de Estado no le hacía frente a Allende, otros países latinoamericanos iniciarían también el proceso de nacionalización de compañías estadounidenses.

Nixón le dio a conocer a Kissinger la posición del Secretario del Tesoro durante una reunión el pasado 11 de junio de 1971.

«El efecto en el resto de Latinoamérica, sin importar lo que escuchemos desde el Departamento de Estado y el resto, va a ser malo para nosotros, dejar de molestar a los chilenos y ser tan delicado con ellos», indicó entonces el presidente de Estados Unidos.

«En lo que a la opinión pública americana concierne, los americanos mueren de ganas de que golpeemos a alguien en el trasero», continuó Nixon.

«Mis convicciones sobre esto son muy fuertes», insistió Nixon. «Todo lo que hacemos con el Gobierno chileno será observado por otros Gobiernos y grupos revolucionarios en América Latina como una señal de que lo que pueden hacer y salirse con la suya. Por lo tanto, tiendo a estar en contra de hacer cualquier cosa por ellos».

Mientras transcurría la reunión, Nixon (insistía en sus planes de desestabilización y) dijo a Kissinger y Connally: «quizás deberíamos encontrar un lugar para golpear a alguien en el trasero».

Unos meses más tarde, después de que el líder chileno decidiera decretar un impuesto al exceso de ganancias a las compañías mineras Annaconda y Kennecott y no pagar compensaciones por nacionalizar sus minas, Nixón decidió «remover a Allende».

«He decidido remover a Allende», le confesó Nixon a Kissinger el 5 de octubre de 1971. En este sentido, Connally propuso el Golpe y señaló «lo único que usted puede esperar es tenerlo derrocado y, en el intertanto, usted puede lograr su punto para probar, a través de sus acciones en su contra (…) que lo que está cuidando son los intereses de Estados Unidos».

Finalmente, el ex presidente estadounidense había encontrado a «un tipo al que podemos golpear». Urgió a sus asesores a «entregarnos un plan. Los voy a golpear».

«Todo vale en Chile. Golpeen sus traseros, ¿O.K.?», instruyó Nixon a Kissinger al final de la reunión. «De acuerdo», respondió Kissinger.

En junio de 1971, el ex ministro del Interior democristiano, Edmundo Pérez Zukovic fue asesinado por el grupo de ultraizquierda Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), lo que hizo recordar la muerte, nueve meses antes, del general René Schneider.

«Los hijos de p… nos están culpando a nosotros (…) Están culpando a la CIA (del crimen de Pérez Zukovic)», manifestó Kissinger en uno de sus diálogos con Nixon.

«La CIA es muy incompetente para hacerlo (…) Cuando trataron de asesinar a alguien, tomó tres intentos (…) y después de eso vivió tres semanas (…)», agregó Kissinger.

El consejero de Seguridad Nacional de Nixon, parece referirse al asesinato de Schneider, quien era muy conocido a finales de los años 60 y 70 en Chile y por sus políticas, esto supondría la confirmación de que CIA participó en su fallecimiento.

El general René Schneider fue atacado tres años antes del Golpe a Allendey murió tres días después.

En su cargo de jefe del ejército estableció la doctrina Schneider, que establecía que las Fuerzas Armadas debían subordinarse al poder civil.

«Déjenme decir que en todas las futuras acciones hacia Chile prefiero la línea más dura», ordenó Nixon.