En tal sentido, dos observaciones muy rápidas.
Bolsonaro fue subestimado, Lideró una onda electoral avasalladora, un movimiento sísmico profundo. No es verdad, con todo, que haya sido una sorpresa. Seamos serios, no lo fue. Era previsible desde mucho tiempo atrás, un año por lo menos, y probable desde el atentado. Él demostró que la política cuenta. La política no es solamente un discurso, aunque lo que se dice y se propone tenga importancia. Tanto más cuanto que el Brasil de hoy no es el mismo de treinta años atrás. Es más urbanizado e instruido. Pero las preferencias políticas, en una sociedad fracturada como Brasil, responden a alineamientos de clase que, por su vez, están determinados por una experiencia práctica. Las ideas cuentan, pero estos dos elementos -intereses y pruebas de vida- son la clave.
La inmensa mayoría de la clase trabajadora brasilera, por tanto, del pueblo en general, no se define, políticamente, como de izquierda o de derecha, como por ejemplo nuestros vecinos uruguayos y argentinos, más ideologizados. Esto no autoriza concluir que no tenga importancia saber que Bolsonaro es un neofascista, como insisten, obstinadamente, algunos en la propia izquierda. Pero nos ayuda a comprender cuales son los flancos frágiles de Bolsonaro, por tanto, donde debemos golpear.
El núcleo duro de la votación neofascista es la pequeña burguesía, pero la audiencia hoy es mucho más amplia. Una votación de 46% sólo es posible con apoyo, en la escala de decenas de millones, de sectores populares. Lo que la votación de ayer reveló, en primer lugar, fue la fuerza del campo social y político que salió a las calles entre 2015/16 y culminó con el impeachment, abriendo una situación defensiva para los trabajadores y el pueblo.
Pero la elección demostró, también, que las fuerzas que dieron sustento al gobierno Temer se desmoronaron. Y Bolsonaro defiende el programa del gobierno Temer, solo que con métodos salvajes. Asume que es necesario acabar con los programas sociales de transferencia de renta como el Bolsa Familia. Asume que quiere impedir cualquier reforma agraria o urbana. Asume que quiere privatizar todo lo que sea posible. Asume que hay demasiados derechos sociales, y el pueblo debe estar dispuesto a perder derechos para que las inversiones vuelvan.
La elección reveló, también, que una parcela de las masas populares, en especial en el nordeste, mantiene una referencia en el lulismo y en el PT, en función de la memoria de lo que fueron algunas reformas en los años de crecimiento económico.
Fracciones burguesas más amplias estarán ahora con Bolsonaro en el segundo turno. Pero la estrategia del núcleo duro de la burguesía ya se diseña. Mantendrán la ambigüedad para hacer que Haddad asuma la política económica que responde a sus intereses: ajuste fiscal, reforma de la previsión social, etc. Y hacer que Bolsonaro asuma una concertación institucional de las relaciones de poder, aceptando negociaciones que garanticen la tercerización de posiciones claves en el gobierno para técnicos de confianza.
Entonces, el mayor error de Haddad sería ceder a la presión burguesa. Sería un error político, pero también, electoral. La votación para Haddad, sumada a la de Ciro Gomes y Boulos puede llegar a 42%. NO es nada claro que todos los votos de Ciro puedan ser transferidos, por supuesto. Nunca ocurre una transferencia “intacta”. Una parcela del 1% que fue para Marina Silva puede ser también atraída. Así como fracciones de la clase media que votaron en otros candidatos. Aunque tengan todavía repulsa por el PT, la figura del Haddad despierta menos hostilidad y, sobre todo, temen el peligro de un fascista en la presidencia.
No obstante, la defensa de una línea de clase es la clave para mantener los votos que el PT obtuvo en el primer turno, y expandirlos. Llegó la hora de colocar a la clase obrera en movimiento. Llegó la hora de los sindicatos, de los movimientos populares y, también, del movimiento estudiantil. Y los movimientos feministas que construyeron el #elenão son el embrión del movimiento anti-facista. Porque, más allá de la televisión, vamos a tener que poner fuerza en las calles. Mucha fuerza significa ir más allá del millón que ya manifestó. Expandir hacia el campo de las abstenciones, nulos y blancos que sumaron 29%. La tendencia es que el volumen se reduzca. Desplazar votos de Bolsonaro en las clases populares, aunque muy difícil, también serás necesario. Aliados importantes en esta disputa serán los sectores lúcidos de la Iglesia Católica.
Valério Arcary es militante de Resistencia, organización de la izquierda radical que integra el PSOL, y columnista del portal Esquerda Online. Profesor titular jubilado del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología-IFSP, Doctor en Historia por la USP-Universidad de Sao Paulo.
Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa.